EL SISMO Y LA UNIDAD

NO hay quien en nuestro país no sienta filial afinidad con la mayúscula adversidad que enfrentan el gobierno y pueblo mexicanos. Presentes en alma y en pensamiento; no solo porque fueron ellos de los primeros en acudir en nuestro auxilio cuando la geografía nacional fue sacudida por la furia demoledora de uno de los desastres naturales más violentos del siglo pasado, sino porque en carne propia sufrimos el calvario que en estos momentos ellos padecen. De esa terrible experiencia lo que queda como lección es que los pueblos salen con éxito de esas grandes pruebas a que son sometidos, cuando el liderazgo nacional concita como requisito de vida o muerte, la unidad interna en toda su dimensión. Si, gracias a la Providencia y a la solidaridad internacional pudimos salir de aquel profundo hoyo en que habíamos caído; pero ni toda la ayuda de la comunidad de cooperantes, ni las muestras generosas de identificación fraternal que recibimos de tantos pueblos amigos hubiesen bastado para restaurar la herida nación –en el breve tiempo que tomó rehabilitarse y volver a la normalidad– de no ser por aquel admirable espíritu de unidad de la familia hondureña.

De las columnas de opinión de un diario mexicano extraemos las observaciones críticas del manejo de la crisis, a raíz de los daños provocados por los bestiales terremotos que han causado cientos de víctimas y estragos a la infraestructura y la economía del hermano país. Dice el autor del artículo: “Después del shock, el rescate, la solidaridad y el heroísmo por los sismos del 7 y 19 de septiembre, inevitablemente vendrá la limpieza y reconstrucción de las zonas afectadas. Para que este proceso sea exitoso, se necesitan por lo menos tres factores: consenso político, gobiernos eficaces y participación ciudadana”. “No quiero ser agorero del desastre, pero me temo que hay problemas en cada uno de estos temas”. “Comencemos con el consenso político. Cuando un país tiene un evento de gran peligro para la seguridad de la sociedad –una guerra o desastre natural–, las distintas fuerzas políticas suelen unirse a fin de implementar, en conjunto, un programa de acción. A un lado dejan sus intereses y agendas con el objetivo de darle prioridad a soluciones que permitan superar la emergencia”. “En México, estamos lejos de eso”. “De hecho, estamos viendo exactamente lo contrario”.

“La sociedad está demandando, por ejemplo, algo de sentido común: que los partidos contribuyan a la reconstrucción, en los estados afectados, entregando parte de los miles de millones de pesos que reciben de financiamiento público”. “Pero, en lugar de ponerse de acuerdo y salir todos los dirigentes de los partidos, junto con las autoridades electorales, a anunciar un acuerdo, cada uno está diciendo sus ocurrencias”. “Hoy, para enfrentar con eficacia la reconstrucción por los sismos, se requiere que estos partidos, que se estaban dando con todo, se pongan de acuerdo, salgan juntos y den una imagen de unidad”. “Un agravante más es la falta de liderazgo. ¿Quién podría convocar y lograr la unión de todos los partidos en este momento?”. “El candidato natural es, por supuesto, nuestro jefe de Estado, es decir, el presidente”. “Pero es impopular y está a punto de dejar el poder”. “En este sentido, la oposición no tiene incentivos para aceptar un llamado presidencial que potencialmente fortalecería al gobierno y, por ende, al PRI”. Si lo anterior fuese un relato medianamente objetivo de lo que sucede, nuestra esperanza es que el mismo instinto de supervivencia de un pueblo hermanado en su base, sea la fuerza que exija esa conducta y ponga en orden a la dirigencia política.