Qué triste es ver cómo la delincuencia generalizada ha hecho que los hondureños perdamos la fe en nosotros mismos. Antes era sinónimo de amabilidad que una persona fuera en su carro y se detuviera a ofrecerle un aventón a otra que anduviera a pie, pero eso es hoy visto con malos ojos y con temor, pues pasa por nuestra mente un sinnúmero de situaciones en donde todas terminan en un costal o en una zanja, y la amabilidad de algún conductor queda disipada debido a esos pensamientos.
Los hondureños nos hemos caracterizado por ser amables y colaboradores, pero ahora dejamos de ofrecerle ayuda a alguien por temor a terminar siendo mal vistos, en el mejor de los casos, o siendo víctimas de algún delincuente.
Supongo yo, que es por ese temor a ser víctima de la delincuencia que muchos hacemos nuestros trámites en las agencias bancarias más concurridas y céntricas de las ciudades; es el caso de los “malls” en donde uno casi se siente seguro por la concurrencia de personas, guardias de seguridad y vigilancia privada de los mismos.
Sin embargo, la última vez que fui a un banco en un famoso mall, mis nervios estaban descontrolados al ver cómo dos jovencitos con no más de 19 años y con una mochila llena de billetes de quinientos lempiras, los contaban y se los daban al cajero, quien a su vez volvía a contar miles de lempiras. No es que esté prejuiciada, pero qué negocio legal podrían tener estos jóvenes que además gozaban de ciertas características parecidas a los ya muy reconocidos pandilleros, con aretes, tatuajes y cortes de pelo que asustarían a más de algún individuo.
El caso es que, junto a esos dos muchachos, había otros dos en la siguiente ventanilla, en el mismo proceso de sacar de su mochila miles de lempiras y se hablaban los unos con los otros, salían a hacer llamadas telefónicas y afuera de la agencia los esperaban otros cuantos, manejando unos celulares que no paraban de sonar.
Por si esto fuera poco, llegaron otros dos jóvenes que se saludaron con los cuatro anteriores y comenzaron a hacer la misma operación ante la vista y paciencia de las autoridades bancarias y los clientes.
De más está decir que por mi cabeza pasaron tantas actividades ilícitas, como piedras hay en el camino, de dónde podría ser la procedencia de tan grandes cantidades de dinero y me llamó muchísimo la atención que el presidente de la MACCIH declarara esta semana que los bancos deben asegurarse de dónde provienen algunos depósitos, pues podrían ser de grupos ilícitos y las instituciones estarían incurriendo en delito al recibir esos fondos.
No solo me llamó la atención porque es una realidad latente, sino, porque ya se está dando y nadie está haciendo nada al respecto. Si fuera cierto que los niveles de delincuencia han bajado en el país, no estaríamos viendo estas escenas.
Como ciudadana apoyo la iniciativa de la MACCIH y espero que ya se pongan en práctica las sanciones para aquellas instituciones bancarias sin escrúpulos, que aceptan abrirles cuentas a los extorsionadores y delincuentes que se hacen ricos a costa de un sufrido dueño de pulpería o de un cansado taxista que debe trabajar horas extras para hacer el pago del infame “impuesto de guerra”.
Lidia Esma Madrid
Tegucigalpa, M.D.C.