El dilatado oprobio de la desigualdad

Por Óscar Armando Valladares

“Crujen y se levantan enormes rascacielos y mientras hablan de negocios, alguien muere de sed”.
Claudio Barrera

Una curiosidad dilatativa orienta las incursiones autorales de Rodil Rivera, quien en su trayecto de fructuosa existencia ha ofrecido una serie de trabajos bibliográficos, entre otros, “la desigualdad, datos, opiniones, teoría y el caso de Honduras”. El cumpleaños de Dagoberto Espinoza sirvió para que Virginia, su esposa, me diera a comentar dicha obra: el contraste de una fastuosa minoría –de personas y países- y la muchedumbre de pobres que desborda el planeta.

Con guarismos en ristre, data el expositor los caudales de los “modernos cresos” –incluyendo los que amasa la clase pudiente en Honduras-; en el otro extremo, echa cuentas de los 3,800 millones de almas que en 2015 existían en condiciones infrahumanas.

Procede luego a listar los nombres de quienes han tocado la llaga de la desigualdad. Escoge la figura del economista francés Thomas Piketty y su obra “El capital en el siglo XXI”, ensalzada y denostada por igual, cuya investigación tiene su fuente en el “comportamiento de la desigualdad desde el año 1700, en el caso de Europa, y desde 1913, en Estados Unidos”. Vale apuntar, por nuestro lado, que en 1949 John Boyd Orr, Nobel de la Paz, puntualizaba: “La historia de la dominación de la tierra y de la explotación de los pueblos y de los recursos naturales de las naciones débiles por las naciones de Europa Occidental en los últimos 300 años, y desde la guerra hispanoamericana por los Estados Unidos…, es la historia de una implacable lucha en pos de la riqueza sin contemplaciones contra los derechos y el bienestar de las razas inferiores”.

Sobre los hallazgos de Piketty, Rivera anota como relevantes: a) Que la economía de mercado genera por igual fuerzas de convergencia de reducción de desigualdad y fuerzas de divergencia que producen incremente de aquella; b) que la razón principal de la desigualdad se origina en que “la tasa de utilidad del capital privado es significativa y duraderamente más alta que la tasa de crecimiento del ingreso y la producción”.

Ensaya un análisis de la desigualdad en Honduras, con datos y conclusiones como las siguientes: En la década de los ochenta y noventa, el país era, después de Costa Rica, “el menos desigual”. Hoy (2013) “quizás sea el más”. De 2010 a 2012, “la pobreza aumentó en 13.2% y la pobreza extrema en 26.3%. Un 5% controla el 80% de la economía”.

Con fundamento en la solución, útilmente utópica, de la desigualdad que propone Piketty: concertar entre un gran número de países desarrollados y emergentes la aplicación de impuestos muy elevados a los ingresos de capital, especialmente el heredado, Rodil dice que “podría ser factible en casos de crisis muy severas, de grandes catástrofes y aún de graves conflictos a escala internacional”, y como el “capitalismo ha fracasado en resolver las necesidades de las grandes mayorías”, pone su óptica en China, primera potencia económica del mundo. “China podría estar planificando para el largo plazo el milagro de invertir el curso histórico de la desigualdad, con lo cual, a la vez estaría también cooperando a una cada vez mayor igualdad o convergencia en el resto del planeta” sostiene el economista francés.

Mientras se encuentra el mecanismo o sistema que podrá revertir el proceso de desigualdad –comenta Rivera- “deberemos promover la concertación de un gran pacto nacional entre todas las fuerzas sociales y políticas de nuestra sociedad”, el que tendría que incluir, entre otras medidas, “una reforma a fondo de la legislación tributaria sobre la base de una progresividad más equitativa y una lucha implacable contra la corrupción y la impunidad”. Además, será necesaria la movilización y presión de la sociedad a través de sus organizaciones y de las que “surgirán de la inevitable creatividad de los pueblos”.

Dos años y medio después, la empeorada situación económica, política y social, induce a pensar que las posibilidades y esperanzas que impelieron el esfuerzo de Piketty y Rivera tienden a diluirse en lo concerniente a la merma del régimen desigual, el que, sin ambages, se incuba en la entraña del sistema dominante, y su prevalencia orbitará mientras las gentes y las circunstancias no determinen una opción diferente, a la sombra o sin ella del estado asiático. 65 millones de refugiados y el auge de las derechas, indician el avance de ese oprobio.