Fuerza México

Por Lastenia Llobet

La vida, la historia, el planeta, todo, está lleno de terremotos, placas tectónicas sobre las que vivimos en permanente riesgo, que pueden ser de origen histórico, político, geológico o simplemente amoroso.

México, ese país que tiene tantos conflictos y virtudes como su colorido gastronómico, le toca enfrentarse como todo ser humano a estas terribles sacudidas. Sin embargo, y lo que me llena de orgullo, como diría una canción de mariachis, es destacar su capacidad de reinvención, de superación, en fin, de procesar los lutos siempre mirando hacia adelante.

México lleva muchos terremotos, ya no digamos el grande que cambió el país en forma de revolución en 1910, con muchas, muchas réplicas, o como la de 1968 en la que los jóvenes estudiantes movieron todo y lo obligaron a dar un viraje en la concepción política del ya desgastado Estado.

El terremoto, este sí de tierra, el de 1985 generó miles de escombros, entre muertos y sobrevivientes fueron saliendo muchísimos actos de corrupción, inmovilización gubernamental y sobre todo una parálisis ante la tragedia que suplió, diría heroicamente, la sociedad civil.

Uno de los más damnificados, cuarteados y rodeado de escombros fue el PRI. En ese momento y de forma natural no tuvo la capacidad de reaccionar y, creo que no se dio cuenta de que había que empezar a reconstruir su casa ya que el gran edificio del poder sacó a relucir su debilidad.

Con muchas réplicas de por medio (sobre todo políticas) y donde muchos mexicanos recordábamos todavía las 7:20 de la mañana del 19 de septiembre del 85 llega otro terremoto. No puede ser! Parecía una mala jugada del cosmos. Parece que ha de haber algún dios Azteca que decidió sacudir para recordar que existe la organización, la posibilidad de movilización, la solidaridad y por increíble que parezca “existe buena gente en el mundo”.

Esta vez fue diferente, el gobierno se tuvo que adaptar a la movilización ciudadana y lideresa la organización, sabe que ahora sí tiene que movilizar los ejércitos, coordinar con los gobiernos federales, hacer atentos llamados a la empresa privada, y pensar entre todos las soluciones momentáneas. El Presidente aparece, (su popularidad es baja) y muy a la mexicana no se da “brinco sin huarache”.

Y, ahora que ya lloramos a los muertos, ya curamos a los heridos, demostramos una dignidad impresionante, una solidaridad sobre todo de esos jóvenes que creíamos que vivían para las redes sociales (que resultaron de trascendental utilidad) despedimos con mariachis a los brigadistas extranjeros, abrazamos al vecino y lloramos con la bandera, ¿qué sigue?

Hay que volver a la normalidad, llegó el momento de arreglar el desmadre que dejó el sismo, vivir el duelo como toda familia y replantearse una vez más el rumbo que seguiremos.

Escuché a Enrique Krauze, respetado intelectual mexicano, decir que hay que tener cuidado con las promesas populistas. Creo que se refería a que son promesas al calor del desastre (de cualquier tipo) y ante la desesperación de los damnificados que aplauden, pero las respuestas no es que serán reales, ni firmes, ni están cimentadas con las medidas adecuadas. Son carpas para pasar las lluvias, no son verdaderas viviendas. Este concepto lo dejo para tarea, en forma de metáfora muy aplicable aquí por nuestro rumbo.

México es lindo y querido y siempre se recupera, ojalá esta sacudida que llega del techo al alma lo ayude a recuperar un rumbo mejor, difícil, porque todas las dimensiones son enormes, llegan las elecciones y solo esperamos que no se escriban promesas electorales sobre muros cuarteados, escombros y en los panteones.