Anales Históricos: 1,000 Ediciones

Con esta edición de “Anales Históricos”, llegamos al número 1,000. En realidad, como lo ha confirmado Juan Manuel Aguilar Flores, este es el 1002, porque la primera entrega no fue numerada; y en otra oportunidad, por error de diagramación, se repitió el número anterior. Pero de cualquier manera, queremos compartir la satisfacción del deber cumplido, de no haber decaído en el esfuerzo y haber sido fiel a un propósito: poner la historia -como manifestación de hechos producidos, no solo por los gobernantes y sus administraciones, sino que por la población en general- a la altura de la gente común, contándole los hechos en estilo periodístico, para hacerlos accesibles a toda la población. Es decir que aunque contamos con el apoyo inicial de especialistas -como fue el caso de Ramón Oquelí Garay que nos dio tanta cooperación, al grado que, todavía guardamos documentos sin publicar -evitamos hacer de “Anales Históricos” una cátedra para especialistas-  para lo que solo contábamos, con el entrenamiento en Ciencias Sociales y la disciplina del oficio periodístico -sino que una oportunidad para que el pueblo en general, conociera que los hechos que está viviendo, tienen su origen en el pasado, la mayoría conformado por actos arbitrarios sin participación de sus antepasados. Y cuyos efectos, se reflejan en el sufrimiento del presente, y en la impotencia de hacer del futuro, una estación de bienestar y felicidad.

El esfuerzo de crear y sostener “Anales Históricos” -sin incluir anuncios que, por lo demás, cuando nos decidimos buscarlos, no encontramos respuestas- tiene sus antecedentes. Primero creamos “La forja de una Nación” con el apoyo de Mario Argueta. Nos falló el entusiasmo. Pero como la idea fue aceptada y valorada, con el talento especial de Adán Elvir que siempre busca lo nuevo para ofrecerlo a sus lectores, en varias conversaciones posteriores, me invitó a que le diera continuidad a lo que había sido, solo un relámpago de poca duración. Por ello, me propuso que pensara en una alternativa. Hable con Segisfredo Infante, que aportó el nombre y ofreció cooperación, especialmente en la corrección de los textos y en la aportación documental. Nos dejó cuando entro, brevemente, al gobierno de Maduro. Sin embargo, la mayor cooperación nos la dio Ramón Oquelí, que nos animó en forma constante y que nos dio el mayor numero de recortes, documentos y anécdotas aleccionadoras, que nos permitieron ofrecer novedades e incluso, exclusividades del pasado, arrinconadas en el olvido por una población que por razones de personalidad, -humildad falsa, que encubre un sentido de inferioridad que no tiene el valor de enfrentar con trabajo y dedicación- que olvida con enorme habilidad los hechos de una generación a otra, de forma que vive en una tragedia sin termino, repitiendo los mismos errores porque a los hechos, que siempre considera nuevos, los trata con las mismas respuestas, obteniendo los mismos resultados.

Esta tarea ha contado además, con la cooperación de valiosos colaboradores. Por razones de espacio no los mencionaremos a todos. Pero destacamos además de Oquelí, cuya memoria nos orienta, como maestro que fue, especialmente de los que no somos historiadores profesionales; a Segisfredo Infante, Juan Manuel Flores Aguilar, Juan Ramón Funes Herrera, Ramón R. Izaguirre, Ismael Zepeda Ordóñez, Carlos E. Ayes, Mario Argueta, Mario Hernán Ramírez, Elsa de Ramírez, Miguel Morazán, Rodrigo Wong Arévalo, Rolando Sierra, Carlos Maldonado, Carlos Martínez, Juan Fernando Ávila Posas, Orlin Cruz, Aníbal Puerto Posas, César Augusto Bonilla Ochoa, Julio José Sevilla, Darío Gonzales, John Morán y Edgard Soriano. Darío y John, murieron, desafortunadamente. Y Soriano, dejó de colaborar porque no pudo evitar, que el vendaval sectario del 2009, le echara a perder, el respeto que nos guardaba.

Finalmente, debo especial agradecimiento a Estanislao Soto (Tano) a Doris Borjas y a Evelin Romero que semanalmente, diagraman las páginas de “Anales Históricos”, con paciencia singular y comprensión hacia quien, con ellos, “aprendió” a diagramar. En papel por supuesto.

Estamos satisfechos. No imaginábamos que llegaríamos a tanto. Y para expresar tal satisfacción, concluyo con tres anécdotas: La primera, la recomendación de Adán Elvir, de no publicar, durante la campaña electoral del 2005, el informe de las Fuerzas Armadas sobre los hechos de Lepaguare, Olancho, ocurridos en junio de 1975; la presentación fotocopiada, en forma de libro, de todos los números de “Anales Históricos”, usado para enseñar Historia de Honduras a los que serían miembros del Cuerpo de Paz en el país, y la sorpresa del expresidente Carlos Flores cuando publiqué, las justificaciones usadas por Carias, para reelegirse, tantas veces lo permitió el embajador de los Estados Unidos. Me llamó sorprendido, preguntándome donde la había encontrado. Por supuesto, le señalé el decreto respectivo.

No sé cuánto tiempo más, seguiré aquí. Sueño que alguno de los colaboradores más fieles, me sucedan, de forma que “Anales Históricos”, siga siendo una escuela para lectores que creen en Honduras. Y que sueñan con hacerla mejor, evitando los errores del pasado, aprendiendo de lo que se ha hecho; incluso, de las barbaridades de algunos que, prevalidos “mesías”, han convertido a Honduras en un crematorio de sus excesos y sus ignorancias. Para evitar la repetición trágica de los errores del pasado.

Al final de la vida terrenal, debo prepararme para dejar el espacio a otro, seguro que lo hará mejor que lo he hecho yo hasta ahora, sin duda alguna. (JRM)

Tegucigalpa, 7 de octubre del 2017