Consejos a los líderes religiosos de Honduras

Por: Mario E. Fumero

En vista a la situación conflictiva que vive el país en relación a la próxima contienda electoral, y considerando nuestra posición como ministros del evangelio, representando a las diversas iglesias y confesiones del país, creo que se hace necesario entender como actual frente a la problemática existente, para lo cual debemos ser cautelosos y prudentes, a fin de no ahondar en la división que actualmente vive la sociedad hondureña.

Somos conscientes que el futuro nacional y mundial es sombrío, lo cual se hace evidente cuando vemos las noticias y leemos los periódicos. Como pacificadores, profetas y mensajeros que proclamamos el amor y el reino de Dios, es menester mantener una actitud sabia, seria y apolítica respeto a las diversas tendencias humanas, claro está, sin dejar de proclamar los principios de justicia, rectitud y santidad, enseñados en la palabra de Dios.

Como personas pensantes, sabemos lo que más le conviene a Honduras, y es nuestro deber establecer los parámetros de valores cristianos, para que nuestros miembros tomen la decisión correcta a la hora de votar, juzgando con justo juicio a cada candidato, según los parámetros de conciencia cristiana que tenga cada cual, sin manipulación o predisposición. Debemos ser discretos a la hora de expresarnos en público, máxime en los púlpitos o por los medios escritos o hablados. Debemos matizar el reconociendo y la separación de la iglesia del Estado, así como la diversidad de opiniones existentes entre los miembros de nuestras congregaciones.

Respecto al futuro de Honduras y del mundo, no podemos ignorar las enseñanzas bíblicas sobre los acontecimientos proféticos de los últimos tiempos (escatología). Aunque seamos optimistas en nuestro quehacer diario, y en la forma en que vemos el panorama nacional, todos sabemos que según las sagradas escrituras las cosas irán de mal en peor, no solo en nuestro país, sino en todo el mundo.

Quiero aclarar que ser profeta no es traer una nueva revelación, sino denunciar el pecado, proclamando la verdad del evangelio y señalar el peligro que afecta los principios de la fe. Ser profeta es defender la sana doctrina, ver el peligro a lo lejos (atalaya) y preservar a la iglesia del engaño del anticristo, y de la filosofía del nuevo orden mundial.

Recordemos que muchos políticos van a tratar de ganar votos acudiendo a falsas promesas y mentiras. Como ministros del evangelio, debemos cuidarnos de no ser instrumentalizados por ellos, teniendo en cuenta que en todas nuestras actuaciones y expresiones, tenemos alrededor nuestro una gran nube de testigos (Hebreos 12:1), y que los medios de comunicación pueden manipular, de forma incorrecta, nuestras expresiones. En este aspecto, recomiendo discreción, sabiduría y discernimiento, para no dañar el testimonio de la Iglesia Evangélica, y caer en descrédito y lazos del diablo, como afirmó San Pablo (1 Timoteo 3:7).

Es normal que cada líder religioso tenga su ideología secular. Es normal que simpatice o pertenezca a un determinado partido, y este derecho no se le puede anular. Creo que las inclinaciones de gustos, preferencias políticas, deportivas y filosóficas seculares, no pueden anularse de la naturaleza humana, porque estamos en la tierra y somos parte de nuestra sociedad como personas. Incluso, si un líder desea participar en alguna corriente política de forma abierta, ¡amén!, no hay nada teológico y doctrinal que lo impida, siempre y cuando sepa separar los dos reinos, los dos señores y las dos realidades bíblicas, sin mezclar una cosa con otra, aunque es un poco difícil, pero no imposible.

Estamos en el mundo (Juan 17:16), aunque no somos de él (Filipenses 3:20), pero mientras estemos en este cuerpo mortal, debemos estar sujetos al orden sociopolítico establecido, sea de la ideología que sea, como ordena San Pablo en Romanos capítulo 13-1-4. Solo hay algo que debemos señalar a la hora de congregarnos como iglesia, y servir al Señor, “no debemos leudar la palabra con ninguna otra ideología terrenal desde el púlpito”.

No debemos tolerar, aceptar o respaldar a los pastores o líderes que públicamente señalen, ataquen o manifiesten una opinión contra algún partido o candidato. Esto no es correcto desde la ética cristiana. Tal accionar daña el cuerpo de Cristo.

Es prudente evitar ir al culto con distintivos de partidos políticos, de hacer señalamientos personales respecto a candidatos desde el púlpito, o de establecer criterios partidistas dentro del sermón. Sin embargo, debemos enseñar al pueblo la verdad del reino de Dios, pues somos (como iglesia) un reino con valores concretos, dentro de otro reino sin valores definidos y cambiantes. En nuestro accionar, la prioridad la tiene el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33), sobre todas las demás cosas, y no podemos negociar, ni claudicar de nuestros principios.

¿Tenemos claros los valores y la moral cristianos? ¿Hemos enseñado claramente a nuestro rebaño los valores del reino respecto al diario vivir? Si hemos enseñado a nuestros feligreses en los valores del reino, no hay que temer, sabrán hacer la elección correcta, porque podrán juzgar los frutos, ya que tienen los parámetros bíblicos para ello.

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