Paulino Valladares

Por: CARLOS ZÚÑIGA FIGUEROA

El caballero cuyo nombre es título de estas líneas, fue uno de nuestros más grandes polemistas en el campo del periodismo criollo. Inteligencia fecunda en un carácter siempre festivo, supo sacar de su pluma con la más fina ironía, enormes ventajas sobre aquellos que, lanza en ristre, salíanle al encuentro para disputarle ideas o deshacerle tendencias encaminadas a fines que él estimaba convenientes para la seguridad social.

Su natural modo de ser era arma más que poderosa para desorientar al mejor de sus adversarios. Jamás pudieron hacerle perder la serenidad, a la vez que su alegría, manifestada en sonoras risas, efecto quizás del conocimiento íntimo de las cosas que trataba, como del valor de su propio talento.

Valladares tenía el concepto de que la vida no es para tomarla en serio hasta el extremo de provocar dolores y tristezas y fue por esto, que no haciendo caso de una enfermedad que bien pudo curar a tiempo, sucumbió lleno de energía en la materia, pero no en el espíritu.

Nosotros le tratamos muy de cerca. Fuimos sus amigos. Le conocimos desde muy joven, cuando hacía sus estudios en el “Espíritu del Siglo”, colegio que dirigía el recordado ex Presidente, Doctor y General Miguel R. Dávila. Desde entonces dio muestras de un talento especial, manifestado en la oportunidad y gracia con que zahería a sus compañeros cuando éstos se salían del bien tono o combatían sus ideas, siempre revolucionarias, en beneficio del compañerismo leal y sincero.

Si hubiera ejercido su profesión de abogado, habría puesto a raya a muchos de sus colegas y compatriotas de su edad que alcanzaron fama de buenos profesionales; pero para él, su profesión era un obstáculo para llevar a cabo la idealidad que perseguía, idealidad que indudablemente no era otra que la del periodismo, en el cual supo distinguirse.

Paulino Valladares se adentró con éxito en el campo de la política, sin  ser un fanático ni un intransigente. Valoraba a los hombres, no por la simpatía o conveniencia de partido, sino por los que ellos intrínsecamente valían. Liberal de gran envergadura, no hacía distingos entre sus amistades, fueran cuales fueran sus sentimientos partidistas, por que para él todos eran hondureños con derecho a aspiraciones que respetaba, cuando no se salían del marco de lo legal. Amaba la idea de la unión centroamericana, poniendo en todas las ocasiones que el caso requería, el contingente de su esfuerzo mental en pro de la noble causa, tan discuti9da y tan deseada.

Valladares como político y como periodista, hizo algo muy significativo, dado el espíritu de nuestro pueblo, siempre dividido por razón de colores políticos, en los que él no creía si no encaminaba sus aspiraciones en beneficio de la Patria. El Partido Nacional, después de la muerte del Dr. Alberto Membreño, quedó en acefalía. El Dr. Valladares, que vio actuar ese partido en la administración del Dr. Francisco Bertrand, sin que en ella se hicieran distingos entre azules y colorados, puesto que los dos partidos colaboraban unidos, no dudó de la conveniencia de evitar su desintegración, para lo cual se puso a la cabeza, abriendo una campaña de acercamiento entre sus filas dispersas, desde las columnas de su diario.

Era “El Cronista” el periódico que con todo acierto dirigía el Dr. Valladares y desde el cual sus sesudos y formidables editoriales, abrían brecha en la conciencia de los pueblos, ávidos de ser orientados. El Partido Nacional se encontraba adormecido por la falta de una buena dirección; los elementos que a él pertenecían estaban inactivos, sin saber qué rumbo tomar; actitud pasiva que daba grandes ventajas al Partido Liberal.

Valladares, que sabían que “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”, enfocó desde las columnas de su diario una campaña sutil y convincente, llamando a filas las huestes dispersas del Partido Nacional. Hay que leer esos editoriales para darse cuenta del efecto que ellos tenían que producir en la conciencia de los que se consideraban perdidos. Fue una luz que principió siendo muy tenue, para luego tomar proporciones gigantescas en atracción y dominio, en confianza y seguridad; y el Partido Nacional, pudo reorganizarse bajo la égida del Dr. Valladares en su propia casa.

La muerte de este esclarecido ciudadano fue un golpe rudo para las letras del periodismo hondureño. Pocos ha habido que hayan sabido manejar la pluma con tanta destreza como este elocuente periodista de la carcajada estrepitosa y simpática. Paulino debió haber vivido muchos años, porque su espíritu siempre estuvo lleno de alegría, de optimismo y de confianza en sí mismo. Sólo la fatalidad pudo destruir su materia; pero no su alma, que vive en la conciencia de sus compatriotas.

DE “RECOPILACIÓN DE ESCRITOS”, TIPOGRAFÍA NACIONAL TEGUCIGALPA, D.C., 1951.