PLANCHAR, BARRER Y TRAPEAR

VARIOS partidos han dado repetida instrucción a su base que voten en línea recta, bajo la creencia que de esa manera aseguran el mayor número de diputados apelando a la lealtad a los colores del partido o arrastrados por la figura presidencial. Así, en las papeletas de diputados y alcaldías, calculan evitar la fuga de marcas hacia los bandos ajenos. La truculenta plancha es la manera de garantizar la sólida base de la pirámide. Sin embargo los que consiguen encumbrarse hasta llegar al pico, dependen del voto cruzado. La ventaja es para aquellos que cuentan con reconocimiento de nombre y de cara. (Aunque ahora con tanta tecnología, los retoques artísticos, los arreglos cosméticos, lo que se ve, en muchos casos, dista mucho del paquete original).

Por eso es que hoy en día las planillas van llenas de futbolistas, deportistas, presentadores, comentaristas, modelos, malabaristas, estrellas del show, en fin, el reducido círculo de los famosos. Para romper con los viejos patrones cuando los partidos colocaban en sus fórmulas a cargos de elección popular a figuras más experimentadas, de cierto peso intelectual, a las de mayor liderazgo político, de lucha probada dentro de la institución. Sin embargo, en aras de hacer los procesos dizque más democráticos, fue abolido el arcaico método de selección –además que ya no es requisito saber leer y escribir– para permitir que cualquiera pueda aspirar. ¿Qué tanta iniciativa haya tenido esa bandada novicia –por supuesto salvando las contadas excepciones– en logros trascendentes de la vida nacional, o aporte a obras tangibles de beneficio colectivo, o siquiera a elevar la calidad de los debates –no con insultos rencorosos, odiosos ataques, retórica de cenagal que solo sirven para dividir más la familia hondureña– en los foros públicos e institucionales donde participan? Es un tema interesante, objeto del más serio de los análisis. Siquiera para percatarnos si vamos avanzando o retrocediendo. ¿Cómo hace la gente para votar a conciencia, y escoger aquellos y aquellas que mejor convengan al país? ¿A los más capaces; los más honestos; los que no tengan telarañas de inquina en su corazón como para continuar dividiendo la familia hondureña; los que puedan sostener una discusión con el adversario sin recurrir a la grosería o la frase hiriente? ¿A los que tengan siquiera un mínimo bagaje cultural para que el debate nacional –por la falta de lectura, de conocimiento, de estudio– no sea insulso, lleno de superficialidades, versando sobre la misma necedad sectaria que nada tiene que ver con la solución de los problemas nacionales?

Los postes de luz en las calles están repellados de retratos con algunas caras reconocibles, pero la mayoría rostros desconocidos. Todas esas caras nuevas, una vez extinguida la exclusividad a la membresía, que en los recientes procesos ingresaron al club –como “outsiders”, novedades que presumían ser distintos a los políticos tradicionales– ¿qué logros importantes y visibles acreditan en su haber, impulsados desde la representación que les confió el pueblo como para que vuelvan a votar por ellos? ¿Cómo hace la gente para enterarse de lo positivo que hayan hecho, aparte del bullicio de algunos que han ocupado su delicada posición para el solo propósito de atizar más división y aborrecimiento entre unos y otros? ¿Los aspirantes más recientes que se estrenan en esta contienda en qué se diferencian de todos los demás? Si no hay forma que el público se entere de los contrastes para depositar un voto razonado por la Patria, el destino del país se sigue decidiendo a ciegas. Los cambios en la política son aparentes, solo mínimas variaciones en las modalidades que permitan planchar, barrer y trapear.