Por: PG. Nieto
Asesor y Profesor C.I.S.I.
El término “día D” es habitualmente utilizado por los medios de comunicación para indicar la fecha en la que se producirá un hecho importante. En su origen es un término militar que indica el momento que comienza una operación de combate. Por su impacto en la historia asociamos “día D” al 6 de junio de 1944 cuando se inició el desembarco en Normandía, durante la Segunda Guerra Mundial, comenzando la recuperación de los territorios ocupados por la Alemania nazi en Europa. El sacrificio fue descomunal, aproximadamente 65 millones de muertos fue el precio de la contienda. El próximo 26 de noviembre es nuestro “día D”, llevamos 36 años pagando el precio del subdesarrollo.
El pueblo hondureño debe masivamente implicarse en el desembarco sobre las urnas para recuperar los territorios de nuestra democracia, ocupados ilegalmente por la pobreza, la marginación, la inseguridad, la corrupción, la falta de valores, de trabajo y oportunidades, el fracaso del modelo educativo que saca al mercado laboral trabajadores mal cualificados, las falencias del marco legal e institucional que nos rige, en definitiva, hay que recuperar Honduras. No hay excusas, quien no vaya a votar es un mal hondureño, mostrando que no ama la tierra donde vive, que no le importa el futuro del país, y después tiene el descaro de quejarse del gobierno de turno.
El certificado acreditando haber ejercido el voto, debería ser requisito imprescindible para incluir en la documentación que cualquier persona tenga que presentar para un puesto de trabajo en la administración del Estado, como lo es el certificado de los antecedentes penales. Además, para cualquier empresa civil que contrate personal, este certificado sería un elemento diferenciador, un plus, a tener en cuenta para el perfil de sus empleados. El que no vote no tiene derecho a reclamar los beneficios de un marco de convivencia que ampara a todos los ciudadanos que viven bajo su protección, quien lo haga que busque los sinónimos de “fariseo”.
Hay que votar, tenemos que poner nuestro ladrillo -en forma de voto- para levantar el edificio que soñamos, donde formar nuestro hogar y educar a nuestros hijos en paz y convivencia armónica. A nadie se le puede negar el derecho al sufragio, salvo a los delincuentes con sentencia firme, que al delinquir atacaron y renunciaron al escudo que les protegía, el marco legal de convivencia. Por tanto, es antidemocrático que a nuestros policías y militares se les niegue el derecho más sagrado que tienen como hondureños, el sufragio. Se les discrimina por razón del trabajo que desempeñan. Estamos ante una flagrante violación a los derechos humanos, impedirles ejercer el voto por el uniforme que visten, el trabajo del que viven.
No es argumentativo el hecho de que la Constitución así lo determine en su artículo 37. Tampoco la Carta Magna permitía la reelección presidencial y la Sala de lo Constitucional, por dos veces, la ha validado y admitido con el sorprendente argumento de que se violentaban derechos humanos, frente a un articulado que lo prohibía y que dejaron “parcialmente inaplicable”. ¿Entonces?
Lo que no puede un militar o policía en activo es implicarse en algún partido político, hacer proselitismo o bien expresar públicamente sus preferencias por candidatos, ¡perfecto! Pero ninguna Constitución, leyes orgánicas o reglamentos militares o policiales, pueden violentar derechos humanos como lo es el trabajo. Esto es aberrante. Trabajar en las Fuerzas Armadas o en la Policía Nacional no puede convertir a los hondureños en ciudadanos de segunda clase.
Hay mil formas de orquestar mecanismos para que nuestros militares y policías puedan ejercer el sufragio cuando trabajen el día de las elecciones. Por ejemplo, hacerlo por correo certificado, el voto electrónico, o que el TSE habilite el día anterior urnas en los propios acuartelamientos y centros de trabajo, y un largo etcétera. ¿Dónde está la voz de las organizaciones de DDHH sobre este asunto? Será que solo les interesa de ese militar o policía los errores que cometa mientras trabajando arriesga su vida por la seguridad de todos, para que le sancionen, le inhabiliten, y de encuentro debilitar al gobierno. Jesús, en el evangelio de Mateo 23:27, les llama “sepulcros blanqueados” por su hipocresía.
Las nuevas autoridades salidas de las urnas -poderes Ejecutivo y Legislativo- lo deben resolver con prontitud. Solo el partido Alianza Patriótica Hondureña del candidato presidencial, general Romeo Vásquez lo tiene incluido en su programa, mostrando especial sensibilidad por las necesidades y el desarrollo social, comprometido en solucionar esta vergüenza nacional. A partir del 26N la sociedad debe empoderarse de los genuinos valores democráticos que han estado olvidados por incompetentes, saqueados por corruptos y secuestrados por delincuentes depredadores de nuestros sueños. Para ellos la oscuridad y la soledad de los “Pozos”, amparados por los organismos de DDHH. Para Honduras siempre la luz.
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