Jorge Bueso Arias: “Modesto dio órdenes de no votar por mi candidatura”

11 de noviembre de 2017
Licenciado
JUAN RAMÓN MARTÍNEZ
Presente
Muy estimado Juan Ramón:

A raíz del artículo que usted publicó en el Diario La Tribuna en su edición del 21 de octubre del corriente año, artículo intitulado “Bueso Arias, traicionado por Rodas Alvarado”, me tomo la libertad de referirme al mismo, principiando por las relaciones amistosas que por mucho tiempo tuvimos con Rodas Alvarado.

El Movimiento Rodista, para buscar la candidatura de Modesto a la presidencia de la República por el Partido Liberal, principió a organizarse en San Pedro Sula en una reunión que por gestiones de mis hermanos Héctor y Enrique, que eran líderes políticos en Copán, sostuvieron un grupo de liberales en la casa de mi hermano Luis. Creo que eran nueve o diez. Entre ellos estaban, naturalmente, mis dos hermanos, el doctor José Eduardo Gauggel, también líder político copaneco, el doctor Suazo Córdova, el abogado Gómez Cisneros, don Óscar Mejía Arellano, otras personas más y el propio Modesto. Allí acordaron lanzar y apoyar la posible candidatura de Rodas Alvarado.

En el transcurso de la campaña yo noté que los discursos de Rodas Alvarado eran demasiado confrontativos y aprovechando una gira política que él hacía por Copán, yo viajé a Santa Rosa y aunque no participaba en ningún evento político, porque como servidor público que era al ser ministro de Economía y Hacienda, servía al pueblo hondureño tanto nacionalista como liberal y otras tendencias. Viajé, repito, a Santa Rosa y allí madrugué al día siguiente para platicar con Modesto, quien había dormido en la casa de la hacienda El Jaral, de mi hermano Héctor. Llegué cuando terminaban de desayunar. Le dije: “Modesto, tenés que cambiar el tono confrontativo y pesado de tus discursos, porque estás causando mucha incertidumbre y mucho temor en cierta parte de la población hondureña”. El solo me escuchó y no me acuerdo que más platicamos. Inmediatamente me regresé a Santa Rosa y después a Tegucigalpa.

Dos o tres semanas después que me encontré con Modesto, él me dijo más o menos lo siguiente: “Jorge, hice lo que me recomendaste, pero la gente no me aplaudía, así que tuve que volver a mi discurso”. Le contesté: “Quienes te aplauden es porque quieren que  los veas aplaudiendo, pero la mayoría que están escuchando, sobre todo los que escuchan por radio, reflexionan sobre lo que tú dices”.  Siguió la campaña y me acuerdo que el Doctor Villeda Morales me decía: “Jorge, usted es el único rodista en mi gabinete. Yo no sé qué le mira a ese hombre”. Yo le decía, medio en broma y medio en serio: “Doctor, no es tan fiero el león como lo pintan”.

Sobre mi candidatura, la primera persona que me habló de esa posibilidad fue don Leonardo Godoy, pero yo no le puse mucha atención porque consideraba que era por la amistad que teníamos y por cierto parentesco político que había entre nosotros y porque habíamos trabajado juntos en el Ministerio. Después me habló Carlos Roberto Reina (“Beto”, como le decíamos) sobre lo mismo, pero aún así yo no lo tomaba muy en serio, pero cuando el doctor Villeda Morales me dijo que debía aceptar la candidatura le dije: “Doctor, si usted me lo pide, ahora sí tengo que pensar seriamente sobre esa posibilidad.”

En diciembre del 69, y por motivo de la Navidad yo estaba en Tegucigalpa, fui a ver a Modesto en su casa de habitación. Me recibió muy amablemente y le dije: “Modesto, me están ofreciendo la candidatura del partido y no sé si aceptar o no, pero cualquier decisión que tome tú vas a ser de las primeras personas en saber de ella”. Inmediatamente cambió su actitud y fue bastante hostil conmigo y lo noté como diciendo “y este enano que viene a hablar conmigo”. Prácticamente ya no habló y tuve que salir.

Acepté buscar la candidatura y en los meses previos a la convención del partido por varias veces traté de ver a Modesto, pero no aceptó. Lo encontré de casualidad en el Ahorro Hondureño y le dije: “Modesto, tenemos que platicar. Estamos dando la impresión de que el partido está dividido y eso no le conviene ni al país ni al partido; tenemos que hablar” y solo me dijo: “No estamos divididos, te voy a avisar cuando nos veamos”. Nunca quiso que nos reuniéramos.

Me acuerdo que en una gira que hice por Choluteca, y sabiendo que él estaba en su finca, le mandé a decir que quería hablar con él y me dijo que no me recibiría.

Como 15 días antes de las elecciones, cuando yo regresaba de una gira por La Esperanza y otros pueblos de Intibucá, al llegar a la casa me dijeron que un comprador de tabaco de Tampa, a quien nosotros le vendíamos tabaco de Copán, me había llamado del Hotel Maya diciendo que me quería ver, y así con la ropa toda empolvada como venía me fui para el hotel. Por cierto me traía un cheque por $50.00 para ayudarme en la campaña. Estando platicando con él pasó el presidente López Arellano y al verme se dirigió a mí y nos abrazamos y me dijo: “Jorge, vení, tomate un trago conmigo”. Le contesté “ya voy a llegar”, sin intención de hacerlo y seguimos platicando con el comprador de tabaco, pero como a los cinco minutos llegó el edecán del presidente y me dijo: “el presidente lo está esperando”, le contesté: “dígale que ya voy a llegar” y como había un rótulo a la entrada que decía que no se permitía entrar sin corbata, le dije que iba a mi casa a cambiarme de ropa.

El presidente López Arellano estaba sentado a la cabecera de la mesa con varias personas y a quien estaba a su lado izquierdo le dijo: “dejále el asiento a Jorge”. Inmediatamente me preguntó: “Jorge, estás seguro de ganar las elecciones”, le dije “no, no estoy seguro” y me dijo, mal hablado como era, “p…, si vos no ganás a este país se lo lleva el Diablo porque ese viejito (refiriéndose al licenciado Cruz, con quien se había reunido ese día en el mismo hotel en una feria de muestras a la cual yo también estaba invitado, pero por la gira por La Esperanza no había asistido) solo habla de fronteras, no habla de otra cosa” y me dijo “¿Por qué no estás seguro?” le dije: “Primero, muchos de nuestros correligionarios creen que la vieja tarjeta de identidad para votar (ya que recientemente se había cambiado) es válida y no lo es. Por unas investigaciones que hicimos en Choluteca, el 35% de los que asistieron a una manifestación tenían la tarjeta vieja y no van a poder votar; segundo, Modesto nos está haciendo mucho daño con su campaña para que no apoyen mi candidatura; tercero, no tenemos mucho dinero y, cuarto, por la apaleada que ustedes, los militares, nos dieron en las elecciones municipales de 1968, nuestros correligionarios tienen miedo de acercarse a las urnas.

Me volvió a repetir: “si vos no ganás a este país se lo lleva el Diablo”. A mí me faltó la picardía política de haberle pedido que nos diera una ayudadita, porque después supe que algunos jefes militares habían influido a favor de la candidatura del licenciado Cruz. El día anterior a la convención del Partido Liberal, donde supuestamente se lanzaría mi candidatura, recibí una llamada de don Conrado Napky que me dijo: “Jorge, todavía querés hablar con el hombre” yo le pregunté “¿Con qué hombre?” y me dijo: “con Modesto;” le contesté: “claro que sí” “Pues aquí te está esperando en mi casa”. A mi hermano Héctor, que era convencional por Santa Rita de Copán, le dije: “vamos a casa de Conrado que allí está Modesto esperándome”. Cuando llegamos nos recibió Conrado y nos dijo: “Espérenme aquí” y entró donde estaba Modesto. Al rato salió y nos dijo: “dice Modesto que solo entre Jorge”, lo que me molestó porque Héctor había sido gran modestista.

Fíjese como era Modesto, en aquella sala solo había una silla poltrona donde él estaba sentado y un banquito pequeño. Me dijo “sentáte”. Para mis adentros yo pensé: “Ah, Modesto, quiere demostrar que él es el grande y cualquier otro es más pequeño”, pero me senté y me dijo más o menos lo siguiente: “No hay que ir a elecciones, estos pícaros militares ya saben quién va a ser el presidente ¿Ya viste ese póster?”, era un póster que habían sacado de la persona del jefe de las Fuerzas Aérea y me dijo, “ese va a ser el presidente”.

Le dije: “Mirá Modesto, tenemos que ir a elecciones precisamente para salir de estos regímenes militares” y por otras razones. “Pues, entonces, me dijo, no hay que lanzar candidatura”. Le dije: “Modesto, vos sabés que a mí me van a lanzar de candidato el día de mañana, y hoy se están registrando los convencionales” y creo que me dijo “no hay que aceptarla” o algo así. En ese momento yo me había ya parado al ver la actitud de Modesto. Me acuerdo que la sala tenía un piso color medio crema y en el piso había una línea de ladrillitos negros y estaba caminando sobre ella siguiendo la línea negra y le dije: “Mirá Modesto, ya eso está decidido, hay mucha gente comprometida, hay un convenio entre los dos partidos para ir a elecciones y las elecciones las manda la Constitución. Me van a lanzar de candidato.

Es una cosa seria y cuando yo me meto a una cosa como esta, voy hasta el final, no me corro”. Al oír esto, Modesto debió haber lanzado un pujido o algo así porque voltié a verlo y estaba con la cara color ceniza y con una mirada de cólera. Inmediatamente comprendí que, sin quererlo yo, se sentía ofendido, porque cuando él se fue con Villeda Morales para Costa Rica se había dicho que se había “corrido”. Traté de borrar aquella impresión diciéndole: “Lo que te quiero decir es que hay demasiados compromisos, esfuerzos de mucha gente. Tengo que enfrentar la situación hasta el final, etc., etc.”, pero noté que se había sentido molesto por aquello que yo había dicho sin intención de molestarlo.

Al día siguiente lanzaron mi candidatura. El día después él salió manifestando en la prensa que él no la apoyaba y tal como usted dice en su artículo, daba instrucciones para que la gente no votara por mi candidatura. Lo hizo con muchos líderes liberales locales. Me acuerdo que, entre otros, los líderes de San Manuel, Cortés, me fueron a ver a Villanueva, con motivo de la concentración que allí habíamos tenido. Me dijeron que habían recibido órdenes de Modesto de no votar por mi candidatura, pero que ellos eran liberales y que sí la estaban apoyando. El ingeniero Juan Fernando López, con quien habíamos sido muy amigos y compañeros dentro de la tendencia política de nuestro partido y era un líder en San Pedro Sula, cuando nos reunimos en la casa de mi hermano Héctor, le pedí que nos apoyara. El me dijo que no podía porque “los de abajo de la línea” le habían pedido que no lo hiciera. Le dije: “Juan Fernando, tú y yo sabemos que es Modesto el que te ha pedido eso, no le hagas caso”. A pesar de haber sido muy amigos y compañeros, no me apoyó. Más bien creo que se fue en contra.

Así era Modesto y aparentemente tenía aquella actitud de: “o yo, o nadie”.

No hay duda que por falta del apoyo de parte del liberalismo que le hacía caso, tal vez perdí las elecciones. Le escribo todo esto aunque tal vez es demasiado largo. La primera parte que por primera vez lo hago público para que usted vea como es la política hondureña. Perdí las elecciones. Yo no había buscado la candidatura, hice todo lo posible para salir electo limpiamente, lo que no se logró. Al día siguiente de las elecciones reconocí que el presidente electo era el licenciado Ramón Cruz.

Después por lo que ha sucedido, por el incremento de la corrupción es por lo que más me ha dolido el haber perdido, por la tradición de honestidad que yo hubiera dejado en el Ejecutivo, de honestidad en el manejo del gobierno ya que me conocía, pues en el Ministerio de Economía y Hacienda, aunque tuve muchas tentaciones, jamás cedí a ellas.

Cuando consideraba que podía ser electo presidente, para mis adentros pensaba que la primera reunión del Consejo de Ministros, que estaría compuesta por representantes de los dos partidos políticos tradicionales, principiaría por decirles: “Señores ministros, nos vamos a ver como amigos. Reconozco que ustedes están mal pagados por las responsabilidades que asumen. De la partida confidencial de la Presidencia yo me las voy a arreglar para que ustedes gocen de un sueldo digno de su cargo, mientras logramos que en el presupuesto se fije un buen sueldo. Pero eso sí, este va a ser un gobierno de honestidad y si alguno de ustedes, desgraciadamente, cometiere un acto deshonesto, yo seré el primero en pedir que lo metan a la cárcel. Ya que todos somos amigos, vamos a hacer un buen gobierno para Honduras y les ruego que no ve vayan a obligar a tener que hacer eso. “

Así más o menos imaginaba que iba a ser mi primera intervención en el primer Consejo de Ministros, si hubiera salido electo.

En cuanto a “Mel” Zelaya, solo hay que leer lo que el general Romeo Vásquez Velásquez dice en la página 347 de su libro “Ambiciones Peligrosas”, cuando dice que siendo presidente Zelaya le dijo al aquel entonces candidato nacionalista Porfirio Lobo Sosa: (y copio exactamente lo que dice el general Vásquez Velásquez)

“–Yo te voy a ayudar— siguió diciendo el presidente, ante el silencio de Lobo Sosa–. Mirá, Elvin es un traidor y es un riquito que solo representa los intereses de la clase oligárquica del país… Yo no quiero que gane”.

Como ve, le estaba diciendo al candidato del Partido Nacional que lo iba a ayudar contra el candidato del Partido Liberal, porque él no quería que don Elvin Santos ganara.

Esto, según el general Romeo Vásquez Velásquez, lo dijo el propio presidente Zelaya en una reunión que el presidente había solicitado tener con el general en la casa de habitación de este y que al empezar la reunión, según lo dice el general en su libro, había llegado el edecán a manifestarle que don Porfirio Lobo pedía permiso para entrar y que el general le había preguntado al presidente Zelaya que si le permitía entrar y que este le había dicho: “sí, yo lo invité para que viniera”. Como se ve era, aparentemente, para pedirle que le ayudara en lo de la cuarta urna y a cambio él le ayudaría en su candidatura contra Elvin. De allí sigue el general en el libro dando detalles de lo que sucedió en esa reunión.

Esta carta se ha vuelto algo larga, pero tal vez es instintivamente al no querer llevarme a la tumba estos recuerdos que, en su mayoría, hago públicos por primera vez.

Reciba un fuerte abrazo,
JORGE BUESO ARIAS