Teniente coronel de Infantería DEM
José María García Discua
La vida es así: con diseño perfecto a la obra de su Creador; mucho amor, incomprensible a unos y cuestionada por otros, sin embargo; en las sendas que se escriben durante el bagaje de la vida, de diferentes maneras recibimos premios, regalías por méritos, galardones y agradecimientos, también sanciones, heridas leves o profundas, cuales con el tiempo van desvaneciendo, pero debido a la profundidad y júbilo emocional de alegría, permanecen unas a merced del olvido, otras cerradas por fuera y agrietadas adentro, de recuerdos y sabores, superados o no; una decisión muy personal.
Una fotografía comparada del antes y el ahora, nos reitera superficialmente que no seremos igual que ayer, lo cual es una falacia a superar, porque a decir verdad; sí podemos ser iguales y mejores; Jesús lo mencionó cuando habló a Nicodemo, que aquel que no volviera a ser como niño no entraría al reino de los cielos: significando que podemos aspirar a ser aquellas personas que por tanta inocencia nuestros padres y amigos de generación, amaron durante toda su vida de modo incondicional.
El escáner o radiografía superficial que hagamos a las fotografías, nos hará reflexionar vivencias de éxitos y desaciertos, en unos marcados de forma diferente y más señalados que en otros, según egoístamente criterio nuestro; pero en su fin nos da comprensión y dimensión de los misterios de una vida que se nos ha encomendado como responsabilidad personal, para que cuidemos de ella como a perla preciada, nacida de las heridas producidas por la arena a las almejas del mar, de la cual dependen otros vestigios de sueños y esperanzas.
Exhortémonos en reflexión y consideración ante la posibilidad de ser iguales y mejores, y si nos vamos a sentir orgullosos será por acciones nobles realizadas con nuestros prójimos, familia y nación., más no conocer el orgullo que lleva a un sentimiento ajeno, egoísta y mezquino, al no valorar las debilidades y fortalezas de otros como complemento de creación y al no perdonar a un ser que según nosotros nos ha hecho agravio alguno y se ha ganado un perdón inmerecido, mostrándonos ajeno e indiferentes al amigo.
¿Qué me pasa o ha pasado? Contigo o sin ti, el sabor a mí o a ti; son versos célebres de muchas canciones, hoy en día sonantes al recuerdo y a la moda, que nos recuentan que hay vivencias propias y por su exclusividad se convierten en derechos individuales recordados de lo vivido, de sentimientos nobles y propios que nos hacen encanto y complacencia o flacidez a una cicatriz mimetizada y oculta tras la sonrisa a un recuerdo ingrato, mismos que ambos un día junto con todo y sus penas desvanecerán en el tiempo.
Existiendo posibilidad de llegar al final de nuestras vidas, con corazón altruista y superado, o destrozado y desgarrado por sin sabores de la vida, consolados y remendados por el calor humano propicio de un ser llegado a nuestras vidas como ángel al rescate, mientras otros se alejan, pero: que si nos fortalecemos con esas fortificaciones de amor y perdón, tributos de la misma vida y diseños del Creador, podríamos renovarle en su nobleza y experimentar cambios de amabilidad, dulzura y espiritualidad religiosa, como decía San Juan Bosco, el italiano Giovanni Melchiorre Bosco (1815-88).
Don Bosco entonces diferenciaba entre hacer las cosas de modo ordinario a extraordinario, solamente es hacerlas con amor, más amor y mucho más amor, interpretado en el centro de su obra la figura de San Francisco de Sales.
¿Quién será perdonado si no perdonó?, no lo sabemos, pero lo que sí sabemos y porque lo dice la Biblia; es que Dios escucha las oraciones de los justos y un cántico cristiano nos dice que Dios escucha mejor la oración personal o de una congregación, cuando nos hemos reconciliado con nuestros deudores, olvidando esas líneas de culpas, desarraigando señalamientos en beneficio de nuestras futuras generaciones.
Por tanto no permitamos a la fatiga de ciertas cicatrices, ser el obstáculo que nos aleja de bendiciones divinas, más seamos imitadores de Cristo, quien ya nos perdonó a nosotros y nos mostró su amor y el perdón de Dios, dejando al tiempo marcas y huellas sin remedio, eso sí enmendando errores de infelicidad, poniendo planes y propósitos en manos de Jesús.
Otra reflexión baluarte de significado es: Jesús lavó los pies a sus discípulos, y dijo a Pedro “A decir verdad ustedes están limpios, pero es necesario lavarse los pies pues andarán por el mundo y se pueden contaminar” lo hizo con sentimiento y amor para que comprendiéramos que en este mundo todos tenemos aciertos y tropiezos, pero que nuestra dimensión alcanzada nos permite una comprensión mejorada hacia el conocimiento que tengamos del amor al prójimo y a Dios.
En un sentido figurado; además de pagar con alegría nuestros impuestos y perdonar a quienes nos han hecho mal alguno, perdonemos primero a nosotros mismos, reconociendo nuestras culpas y no solo honremos nuestras deudas sino más bien devolvamos el favor de aquellos que a nuestro servicio complacientemente nos extendieron una mano de amistad, y de ayuda para salir del fango, pues en reconocer la gratitud como principio de vida, se encuentra la producción de la felicidad al corazón que desvanece la fatiga que producen las cicatrices.
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