…Rapiditos: la muerte sobre ruedas

Por José Antonio Mejía y Mejía
Abogado y Notario

Miles de usuarios capitalinos del transporte urbano de las populosos y distantes colonias y aún del mismo centro de la ciudad, diariamente ven cómo su vida corre peligro y la de otros ciudadanos que andan en carros particulares o en taxis sin que las autoridades le pongan un alto a tanto abusivo que le vale un comino la seguridad personal de los pasajeros y transeúntes cuando conducen los buses llamados rapiditos a grandes velocidades. No todos los conductores de estas máquinas son irresponsables, sino unos pocos, pero lo correcto es que todos debieran desempeñar este servicio con toda la responsabilidad y acatamiento de las leyes de Tránsito.

Estos buses de tamaño mediano aparecieron para sustituir los vehículos amarillos que de alguna manera contribuirían a descongestionar el tráfico capitalino, al bienestar de los usuarios que ya no caminarían apretujados ni de pie; los ayudantes o cobradores bien bañaditos, con uniforme limpio y con tratamiento educado, con buenos modales y por otra parte, los conductores no andarían peleando línea; estarían en las estaciones, no habrían estridentes parlantes musicales, etc., esa era la nueva cara creada por los empresarios de esta innovación en el transporte urbano …pero, gallina que come huevos… aunque le quemen el pico. Si los buses antiguos por su tamaño, obstaculizaban el tráfico, los nuevos hacen lo mismo y hacen fila hasta seis unidades y no hay que protestar porque la autora de nuestros días sale a bailar. La mayoría de estas unidades están chocadas por delante; se encaraman en las aceras y si el peatón no anda águila le suenan el coco con los espejos retrovisores. ¿Y los policías? Esperando que los particulares cometan la más mínima falta para levantarles esquelas.

No es fácil para un agente de Tránsito enfrentarse con gente maleducada que conduce una máquina a su manera. La superioridad debe darle todo el apoyo a los agentes y el público o usuario denunciar las arbitrariedades de una nueva plaga del transporte urbano.

Hay que volver al rigor de los viejos tiempos para extender una licencia de conducir. Hay que poner en uso los radares en las carretas, pues la cantidad de accidentes no se detienen; hay exceso de velocidad y eso tiene remedio: Los carros pesados deben tener un límite al rodar por el asfalto y una especie de gobernador de la misma, que automáticamente al rebasar el límite de desplazamiento se reduzca.

Tanto, en la ciudad como en las carreteras hay que evitar los accidentes; eliminar del timón a los irresponsables y volver seguro el transporte de personas y de cosas.