Por Armando Cerrato
Finalizado el proceso electoral más atípico de los últimos tiempos de la democracia en Honduras aún no se define concretamente quién gobernará el país en los próximos cuatro años.
Sin embargo, el voto popular marca lo que podría llamarse el principio del fin de un bipartidismo tradicional y relativamente conservador que a lo largo de toda la historia política nacional ha detentado el poder aún en combinación con quienes por mandato constitucional y vistiendo el uniforme de la patria, deben ser garantes de la alternabilidad en el poder: Militares de alta en las Fuerzas Armadas de Honduras.
La votación sin ser cuantificada totalmente aún marca un decrecimiento impresionante en el número de sufragios a favor de un novel candidato del Partido Liberal de Honduras: Luis Zelaya Medrano, cuya ingenuidad casi poética y su lírico discurso no lograron atraer a la juventud y por lo tanto no garantizó el futuro de este ente político otrora mayoritario con una doctrina social que aún perduran como una conquista irreversible en la búsqueda incesante del bien común para la nación hondureña.
Son tantos los factores negativos en la derrota liberal que el propio candidato perdedor Luis Zelaya Medrano en un gesto de gran nobleza e hidalguía reconoció ser el único y principal responsable del rechazo que de su candidatura hizo en las urnas el pueblo hondureño.
Luis Zelaya trató -hoy vemos que equivocadamente-, de deshacerse de viejos líderes que manejan importantes corrientes de gran arraigo entre los votantes liberales, quizá alentado por un triunfo sobre ellos en las elecciones internas y pésimamente aconsejado por otros dinosaurios de pensamiento troglodita enemigos del modernismo y que por “x” o “y” razones le endulzaron el oído con cantos de sirena y le llenaron de un triunfalismo alejado de la realidad y cayó en el mismo error de antecesores fracasados al no hacer un trabajo de hormiga en todo el territorio nacional y seguir la vieja costumbre de armar grandes concentraciones a las que no necesariamente asisten solo partidarios del que se va a presentar como personaje principal en ellas.
El error hizo que los patriarcas disgustados se hicieran a un lado y le dejaran solo en una campaña no solo insulsa sino carente de propuestas atractivas realizables y de beneficio popular, y lo que es peo, miles de votantes emigraron -al menos en el caso presidencial- hacia una Alianza opositora contra la dictadura con la cual es más afín la doctrina liberal.
La derrota es más que estrepitosa y demuestra que líderes departamentales y municipales (diputados y alcaldes), se dedicaron a trabajar por su triunfo personal y no por el presidencial ni por la supervivencia partidaria en una especie de rebeldía contra el intento de modernización del novel candidato.
Así las cosas y desde el punto de vista liberal todo está dicho y ya no importa quién es el triunfador del proceso electoral pero sí la definición inmediata de un plan de trabajo para evitar la extinción del liberalismo como fuerza política en Honduras y además el inicio de un trabajo intenso de reorganización, reagrupación, realización y captación de militantes en todo el territorio nacional de ser posible casa por casa para garantizar el retorno al poder en 2022, si es que el ganador de este proceso, sea quien sea, no decide quedarse en el poder.
Licenciado en Periodismo
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