¡Llegó la hora!

Por: Patricia D´Arcy Lardizábal

En los últimos meses he venido escribiendo en esta columna una serie de artículos que evocan la magnificencia de nuestros mejores hombres, en el campo de la literatura y de la estética, en los que destacan Froylán Turcios, Juan Ramón Molina y Darío. Estos tres modernistas revolucionaron o ayudaron  a completar una nueva forma de expresarse dentro de la lengua castellana que nadie se atrevía, por reverencia a Cervantes y a los clásicos a tratar de cambiar o transformar, como medio de expresión del pensamiento y de los sentidos.

Al ver, por otra parte lo que está aconteciendo en nuestra querida Honduras, recuerdo de algo que me hace reflexionar después de ver la actitud adoptada por dos paisanos de Froylán, Mel y Pepe, entre los cuales existen enormes diferencias, Froylán Turcios pensó en vida que hizo todo el bien que pudo, trabajó sin descanso, según sus palabras desde su adolescencia y comenta que, en la suerte próspera o adversa cuidó siempre de su integridad personal, puliéndola como una joya, quiso y lo demostró contra la ocupación yanqui adoptar una posición de defensa por los altos intereses de Honduras, y en todas las oportunidades e inclusive con un gran sentido de solidaridad, fue representante de Sandino contra la invasión imperialista de aquel entonces y mostró sus puños que lograron golpear cuando fue necesario.

Sin embargo viendo lo que pasa el día de hoy en Honduras, recuerdo de la gran frustración que Froylán tuvo en un punto esencial y en sus propias memorias, tuvo la interesa viril de confesarlo:

“Me siento con dolor, y, en cierta manera un fracasado: en no haber sido presidente de Honduras, poseyendo todas las aptitudes para el mando, y ávido de hacer resonar en el mundo el nombre de mi patria, tengo la firme certidumbre de que mi paso por el poder  público, habría dejado un recuerdo brillante. Si cuando a los diecinueve años fui ministro de Gobernación me hubiese propuesto de un modo tenaz y sistemático e invariable, llegar a la Presidencia, tengo por seguro que lo habría logrado; pero mi absorbente pasión por las letras desvió mi destino por rutas opuestas”.

Creemos sinceramente que hay hombres y mujeres en nuestra Honduras que como Froylán se van a arrepentir si no dan un paso al frente: llegó la hora de definirse, pero no estar con Honduras en este momento crucial es un delito de lesa patria.

Llegó la hora o los hondureños nos unimos para cumplir con nuestro deber o agachemos la cabeza y cuando el yugo de los llamados revolucionarios nos caiga en la nuca y nos inmovilice, no nos preguntemos quién tuvo la culpa. Siento que no tenemos la capacidad  para agarrar un rifle ni una granada de mano para defendernos contra la inseguridad y el atropello, pero con los dedos  en el tablero le hago esa pregunta, cómo se hacía antes, agarrando la pluma para recordarle a mis connacionales, liberales, nacionalistas, pinus, demócratas cristianos, sector privado, Fuerzas Armadas, para a donde iremos a parar, si nadie da un paso al frente, al menos, y ojalá no esté equivocada, les hago esta pregunta.

No creen ustedes qué llego la hora?, para nosotros ya estamos más que listos para defender nuestra patria del totalitarismo; este pueblo necesita no solamente llevarlo a la rebelión, sino que hacerlo con una verdadera orientación democrática, y en esta función se hace indispensable el poder recordarle y convencer a nuestras Fuerzas Armadas de que su labor fundamental como lo establece la Constitución Política, es que han sido instituidas para defender la integridad territorial y la soberanía de la República, mantener la paz, el imperio de la Constitución, los principios de libre sufragio y la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República (Artículo 272).

Habría que recordar como dice Valery Giscard D´estaing en su libro “Democratie Francaise” que ninguna sociedad puede vivir sin un ideal que la inspira, ni una conciencia clara de los principios que guían su organización. Debemos luchar por una sociedad libre, fraterna posando lealmente los problemas, descartando los prejuicios; una sociedad de unidad y de voluntad, inscribiéndose en el contenido de nuestro paisaje y los antecedentes de nuestro carácter; una sociedad de libertad y de progreso para Honduras como lo hizo el presidente francés para su país.

Levantemos entonces la mirada ante esta encrucijada política, atrapados  por la ignorancia y ambiciones desmedidas de aquellos que buscan el poder por el poder mismo.