Las elecciones presidenciales entre Lázaro y Epulón

Por PG. Nieto
Asesor y profesor CISI

Los estados y las democracias se construyeron sobre guerras en las que hubo vencedores y vencidos. Decía Aristóteles que la virtud y la excelencia de las cosas se encuentra en el término medio, pero previno que eso no se cumple para aquellas situaciones intrínsecamente perversas, como la que nos ocupa. En las “guerras electorales” si no fuera posible la equidistancia aristotélica, es preferible construir democracia desde la derecha conservadora y alejarnos de la izquierda radical. La elección es pragmática. Los motores del desarrollo conservador priorizan al capital, la libertad individual, el respeto a la propiedad privada, la inversión y la generación de empleo.

Por el contrario la izquierda construye su fortaleza desde el propio Estado en el que paradójicamente no cree. Tutela las libertades del pueblo desarrollando doctrinas populistas. Fiscaliza la producción generadora de riqueza y el acceso a los recursos. Subsidia las clases desfavorecidas convirtiéndolas en pobre-dependientes. Desactiva la inversión privada, y camina hacia el abismo llamado Venezuela. Un inciso, Maduro sigue mentalmente desubicado de la realidad. Rápidamente ha salido para apoyar a su alumno “Mel” alentando las manifestaciones violentas en Honduras como expresión legítima del pueblo, pero paralelamente gasea a sus correligionarios que salen también a las calles pidiéndole pan, justicia y democracia. El pueblo venezolano lamenta que dejara de conducir autobuses.

Al continuismo de la derecha la izquierda lo llama dictadura. Al continuismo de la izquierda, la propia izquierda lo llama “la voz del pueblo”, que por tratarse de la voz de Dios no admite cuestionamientos. Perverso neolenguaje fundamentalista que enmascara el hecho de que los gobiernos izquierdistas retuercen el marco legal para perpetuarse en el poder. Ejemplos tenemos en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua… Por tanto, es esperpéntico que “Mel” llame al candidato nacionalista “dictador” y se dirija a Maduro, su tótem, con estas palabras: “Adelante compañero Nicolás, siga empuñando la espada de Bolívar, que nosotros les acompañaremos cargando la misión que nos dejara el general Francisco Morazán”.
En este vodevil electoral la “Alianza fallida” utiliza la desinformación como herramienta de choque para desencadenar las emociones reprimidas en un pueblo pobre y hambriento. Paralelamente intoxican a los medios y las plataformas virtuales con mentiras y verdades manipuladas sistemáticamente, que han anidado en el corazón de un pueblo que por años ha soportado privaciones, marginación y abandono. Decía Orwell: “Si se corrompe el lenguaje se corrompe el pensamiento y, con ello, se termina por destruir la democracia y la libertad, pues ambas reposan en verdades que ya no son reflejadas en el lenguaje”.

El “talón de Aquiles” de nuestra democracia lo encontramos en la parábola de Lázaro y Epulón, que Jesús nos regala en Lucas 16:19. El problema no es que Epulón disfrute de riquezas mientras Lázaro lleva una vida miserable recogiendo las migajas que caen de su mesa, sino que el político, gobierno tras gobierno, ha ignorado su dignidad utilizándole solo como plataforma electoral y de poder. Observemos que el pueblo que apoyaba la reelección de “Mel” en el 2009 con la “cuarta urna” es el mismo que ahora desaprueba el continuismo presidencial. En estas elecciones no se enfrentan solo dos liderazgos, sino el modelo de país que necesita Honduras para su desarrollo. La piedra angular que soporta el edificio es una bomba de tiempo, se llama avaricia y su argamasa es la corrupción mezclada con la falta de respeto endémico al marco legal.

Ese coctel macerado 36 años el Partido Nacional lo ha colocado en una olla de presión, y encendido el fuego cuando “quedando inaplicables artículos constitucionales” postula al presidente para que se reelija. Hace meses escribí sobre “la tormenta perfecta” que se nos venía encima. El nacionalismo ninguneó la figura constitucional del plebiscito trasladando el debate al 26N: “Que el pueblo en las urnas se pronuncie”. Y el pueblo lo ha hecho, convirtiendo la urna presidencial en el plebiscito sobre la reelección. Urna que debió ser el escaparate donde reconocerle al Presidente sus muchos méritos, y el electorado apoyar el continuismo de su gestión en la persona de su relevo. El pírrico triunfo logrado es el botín que los fundamentalistas pretenden arrebatarle, utilizando la subversión para incendiar el país.

“Mel” nunca pudo controlar la incontinencia verbal del paladín, que no deja de vomitar sandeces. Su patología narcisista, inestabilidad emocional y mentiras compulsivas le han privado de la silla presidencial. No tiene el apoyo de la OEA, ni de la UE, que esperan se resuelvan las impugnaciones. Los observadores internacionales son la china en su zapato; no abandonarán el país hasta que se haya verificado la última acta y certificado quién es el ganador. Sabe que una tendencia nunca ha sido el resultado final de nada, el cual se comprometió aceptar verbal y por escrito. Aunque ya demostró lo que vale su firma y su palabra.