Sembrador de paz

Por Álvaro Sarmiento

Especialista Internacional en Comercio y Aduanas

La actual situación política y social de tensión y de violencia, resulta especialmente contradictoria por la cercanía de la Navidad y el sentido especialmente tolerante del hondureño.

Todo indica que nuestro “déficit” de paz requiere una generación de “sembradores” de paz, estable y duradera.

Es razonable buscar ejemplos concretos, de carne y hueso. Nadie da lo que no posee. Los “sembradores y dispensadores” de la paz la llevan en su interior.

Hace un año, el 12 de diciembre del 2016, falleció en Roma uno de esos personajes que sin ganar el Premio Nobel, supo ser un ejemplo vivo de paz, lo hizo con su vida extraordinaria en lo ordinario y una continua lucha por olvidarse de sí mismo para pensar en los demás, monseñor Javier Echevarría.

Sus mensajes en El Salvador en el año 2014, se aplican perfectamente a nuestras circunstancias políticas “tratad con mucho cariño a toda la gente”, llamó a perdonar y a rezar por los demás, sepamos perdonar… Os pido que os queráis, aún a quienes pueden estar equivocados, “exhortó, y luego llamó a orar por las autoridades civiles, militares, eclesiásticas y las que gobiernan a la sociedad”.

En San Pedro Sula, ese mismo año sugirió a un empresario “lo primero era dar un trato justo y aunado a esto, tomar conciencia que el ejemplo es fundamental y arrastra; que debía procurar conocerlos uno a uno (a los trabajadores), interesándose por ellos, sus familias y sus cosas”.

La paz de monseñor Echevarría no fue la consecuencia de estar alejado de los problemas del mundo, o como decimos por acá, “andar en las nubes”.

Las personas que le trataron de manera cercana coinciden en que con su extraordinaria memoria e inmenso corazón, inflamado por el inmenso amor a Dios, tenía la capacidad para estar hasta en el último detalle espiritual o material de personas cercanas o lejanas, como fue nuestro caso.

Desde antes de su nombramiento como prelado del Opus Dei, hasta el mismo mes de su “tránsito al cielo” recibimos con mi esposa sus cartas y tarjetas de Navidad, la última fechada en diciembre del 2016. Más de una veintena, con su firma inconfundible en tinta azul, llenas de palabras muy espirituales, así como materiales, agradeciendo algún detalle o preguntando por la salud de alguno que había estado enfermo. Los “grandes”, saben estar en lo pequeño a pesar de las distancias y la escasez de tiempo.

Es muy cómodo quejarse continuamente de los políticos, de la actual situación, de la falta de paz, todos lo hacemos a diario. Sin embargo, es necesario preguntarse el aporte real, específico que cada uno puede dar en su famila, su trabajo, la empresa, el tráfico, el estadio o simplemente en la tolerancia y paciencia en la fila para pagar las compras navideñas.

Siguiendo un consejo práctico de este -sembrador- “deseemos vivamente que la decisión de perdonar y pedir perdón se convierta en una actitud habitual en nosotros, en cada familia, entre los amigos. Pensemos que, sin la disposición de perdonar, todos los escenarios en los que nos movemos -también la propia familia- se convierten en ambientes desoladores, egoístas, tristones, que emponzoñan las almas o las entristecen”.

Monseñor Echevarría supo proponer a cada quien su propio aporte a la paz y la justicia.