¿A QUÉ HORAS?

EL amable auditorio en todos lados ya se está hastiando de esta refriega electoral que amenaza con arruinarle la Navidad. A qué horas se vino a descomponer lo que aparentaba haber tomado un curso distinto, después de aquella perversa crisis política que le costó al país no solo el fraccionamiento de la sociedad, odio entre hermanos instigado por los extremos que acabó contaminándolo todo, sino precioso tiempo desperdiciado en un conflicto estéril. Como si el país pudiese darse el lujo de paralizarse y retroceder cada vez que la irracionalidad política se atraviesa en el camino. Por estas reyertas, repetición del comportamiento montonero de nuestra accidentada historia, que nomás sirvió para desajustar toda posibilidad de progreso; de asonadas, revueltas, insurrecciones, motines, levantamientos, guerras y escaramuzas, en fin, todo lo que mantenía inestable la nación por períodos prolongados, es que se padece este inveterado atraso que le ha robado a tantas generaciones su promesa de futuro.

Durante la pasada crisis, la enervada atmósfera provocada por las marchas, los molotes en las calles, los enfrentamientos, estancamiento de las actividades cotidianas, hizo que la gente, divagada por el bullicio del desgarrador espectáculo, no se enterara que en el mundo se desplomaban los mercados inmobiliarios que desencadenaron una hemorragia financiera. Semejante colapso de los mercados terminó hincando las economías de los países ricos en Asia, Europa y occidente. ¿Si eso les sucedió a los que más tienen recursos, qué pudo haberse esperado que no nos sucediera a nosotros, inmersos a lo interno en la parálisis, sufriendo el ostracismo, sin asistencia o préstamos del exterior, ya que Honduras –virtud de la cosa aquella– había sido aislada por la comunidad internacional? No hubo durante aquel tiempo nada que sirviera como aliciente a la postrada economía nacional. Los endebles mercados se tulleron. ¿Si a los Estados Unidos le tomó dos períodos de la administración demócrata para medio reponerse, después de paquetes multimillonarios de incentivos a la economía, y hasta ahora comienza a mostrar signos alentadores de recuperación, cuánto tiempo para restablecer su ritmo económico y restituir lo perdido creen que pudo tomarnos a nosotros? Con la influencia devastadora que tiene en nuestras economías un revés de los mercados estadounidenses.

Si estos pintorescos paisajes de la región gravitan como luciérnagas alrededor del influjo de los mercados norteamericanos. Un tenue estornudo allá provoca una grave bronconeumonía acá. Así que hagan un cálculo de lo que toma volver a encaminar una deplorable situación como la ocurrida en la reyerta pasada. Y a eso súmenle –aparte que el terremoto político consiguió deshilachar la fibra cohesiva de la sociedad– todo el daño que ahora vuelve a producir esta nueva tirantez. La tal reconciliación fue patarata cosmética. Solo hubo un repliegue de rencores para que a la vuelta de la esquina volvieran a aflorar. Ya con el tablero replanteado, para proseguir con la partida inconclusa. Solo que ahora los “tontos útiles” sirven de ingenuos peones, de los que mueven las fichas del juego. ¿Cómo así puede esta sufrida nación levantar cabeza? O encontrar rumbo. Si la acromatopsia tiene a los afectados viendo oscuridad donde hay luz, mientras lo claro lo ven opaco.