El Tribunal Supremo Electoral y la democracia

Por Lic. Gustavo Adolfo Milla Bermúdez
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Permítase una breve digresión epistemológica, para discernir mucho mejor la problemática suscitada a raíz de las elecciones “estilo Honduras”, amparadas por el uso en la estructura indebida de la norma jurídica de tipología de conceptos políticos a su incidencia de la articulación de lo tratado.
¿Los culpables de la situación y los mentores de la multitud dónde están?
Apliquemos el mismo criterio expuesto a la vida política hondureña y sabremos entonces la razón de la desarmonía que hemos venido observando.
Los partidos políticos en Honduras y los procesos han tenido sus antecedentes, sus luchas; han realizado sus esfuerzos, han parido sus glorias y su historia. Esa ha ido dejando un remanente de su subconsciencia a la manera de proceso de la moral.
Al hacer declaratoria del resultado electoral, el presidente del Tribunal Supremo Electoral, David Matamoros, no está respondiendo con criterio ideológico, está respondiendo su subconsciencia de su estrato sociológico, esto es un proceso acumulado. ¿Pero eso basta para la política? En el sentido empírico del vocablo, para transformar en el poder, como poder, sí. Pero no vale para el triunfo, para el proceso histórico, como modelación y transformación de nuestra vida. Es necesario algo mucho más denso que puede llegar a la multitud y orientarla.
Es indispensable que esa fuerza emocional se nutra de las nuevas ideas y de los nuevos conceptos, acordes con la evolución histórica, para que sea algo más que unidad de grito y emoción. Las multitudes fueron a las urnas electorales; vertieron su voto contundente a favor de su candidato.
El Tribunal Supremo Electoral y su “presidente” eligieron a Juan Orlando Hernández como triunfador de la contienda electoral. Aquí hay algo más de enorme transcendencia internacional, y, es el voto en las Naciones Unidas del Presidente Juan Orlando Hernández que votó a favor de que la capital de Israel fuese en Jerusalén, política de Trump y a su vez Trump respalda a Juan Orlando Hernández por el triunfo presidencial, por su posición en la ONU en favor de la propuesta misma de Trump, agrado quiere agrado.
Nadie escucha la voz del pueblo que es la voz de Dios, porque la conciencia de los políticos está ligada a cartabones políticas y la voluntad ajena de lo que debe ser la verdad, porque sus cerebros y sus corazones están vacíos.
Sus jefes son como leones del desierto que no dejan un hueso para mañana. Sus líderes son insolentes traidores, son los mismos malos que ni siquiera conocen las vergüenza.
La justicia prevalece ausente, la voz no se escucha en democracia como la nuestra, pero hay caminos de mayor amplitud para realizar políticas, para el sentido histórico y permanente del vocablo, que el simple escamoteo a la larga infecunda, de las urnas.
Pero hace poco me preguntaba: ¿Por qué esa desarmonía? ¿Podemos negar el hecho de que el país, dentro de una misma denominación política pueda encontrarse, y se encuentran, fuerza contrapuestas, fuerzas en el plano de los principios?
Y fuerzas que pueden unirse, y se unen, en el momento de rendir tributo a la táctica, entendida esta en el sentido común de la palabra, que se haya profundamente divorciada cuando se habla de política como realidad de transformación verdadera del país.
El Presidente Juan Orlando Hernández tiene enormes retos, desafíos y compromisos calibrados de mucha responsabilidad con el pueblo, un país no se desarrolla y crece con demagogias y mucho menos pretender callarlos con el artículo 325-B. porque la prensa no es un mercado de ideas los periodistas y los escritores no somos comerciantes de opinión.
La democracia y la libertad se construye con altos contenidos de programas de desarrollo integral: educación pública, salud pública vivienda, trabajo y seguridad…. Salgamos de ser el país de los cuatro sesentas: 60% de analfabetos, 60% de pobreza, 60% de hijos ilegítimos y 60% de muerte evitable.
Por último dejar de ser el país de alta criminalidad; hagamos una gran nación con respeto, con principios morales y dignidad, demuéstrele al pueblo que usted es un gobernante de primera, un presidente de visión hacia el futuro, que no tiene mentalidad retrógrada.
El pueblo exige un diálogo nacional sin ataduras para alcanzar la paz y la armonía entre los hondureños.
Dios bendiga a Honduras!