Una élite con pensamiento

Por Segisfredo Infante

Sobre los vacíos dirigenciales en Honduras y en otras partes del planeta, hemos hablado y escrito en varias oportunidades, en el curso de tantos años.
Así que el tema es consubstancial a mi modo de percibir el entorno. En tal sentido quizás el mayor vacío contemporáneo que se detecta es el vacío respecto del acto de pensar profundo con un lenguaje realmente confiable y orientador. Lo que se percibe en el ambiente es mucho ruido superficial y demasiada cizaña encaminada a la confrontación, que al final de la tarde podría ser estéril, en detrimento de los intereses reales de las masas que necesitan empleo, fortaleza de las monedas nacionales y seguridad alimentaria. Hemos subrayado en otras oportunidades que en materia económica y financiera no se pueden ni se deben dar saltos al vacío. El despilfarro excesivo de los fondos del Estado (tal como ha ocurrido en la Venezuela de estos últimos años), conduce al caos y al abismo de la hambruna casi total.
Lo anterior debieran saberlo a fondo los dirigentes políticos y económicos de cada sociedad latinoamericana, y del mundo en general. Debieran saberlo los empresarios y los simples ciudadanos de la calle, con el objeto, en primer lugar, de informarse, pero, sobre todo, con el fin saludable de evitar terribles sorpresas políticas que pudieran aparecer en el camino, que son alimentadas por los resentimientos sociales y fiscales de cualquier especie; por los rencores atávicos difíciles de explicar; por histerias colectivas que emergen desde los instintos más hondos en cualquier momento de la existencia; o por un extraordinario desconocimiento de la “Historia”. Las excepciones de la regla saben de estos asuntos. En este mismo punto sería harto recomendable observar el comportamiento histérico de varios individuos cuando se encuentran agrupados contra alguien o contra algo; y luego el comportamiento de esas mismas personas cuando se hallan aisladas como individuos ante el resto de la sociedad, en unas circunstancias en que normalmente se avergüenzan al recordar sus bataholas, y sus acciones horribles cuando actuaban colectivamente, incluso contra personas indefensas.
Estas situaciones se han comprobado en fechas recientes al realizarse documentales televisivos con ex–guardias rojos que participaron en “la gran revolución cultural china”, durante la década del sesenta del siglo próximo pasado, en que atropellaban barbáricamente a todas las personas que estaban en desacuerdo con su ideología extremista del momento. (Supongo que hasta el viejo presidente de China Popular, el señor Mao Tse-tung, se arrepintió de aquellos extremismos rojos, poco después de descubrir las posibles conspiraciones de su camarada más cercano, el rencoroso, simplista y dogmático mariscal Limpiao; o Lin Biao).
El caso es que una sociedad como la hondureña necesita, hoy más que nunca, que su élite posea una mirada de largo alcance, que vaya más allá de aquellos intereses monetarios y políticos que duran de tres a seis meses. Sabemos que nuestros empresarios son muy inteligentes, y que algunos han estudiado en universidades extranjeras. Pero una cosa es ser inteligente y otra cosa muy distinta es conocer la “Historia” en general y la historia de Honduras en particular. Este desconocimiento histórico puede conducir a caer en las celadas tendidas por algunos megalómanos seudomesiánicos, que nada saben de los comportamientos económicos reales de ninguna sociedad. Sobre todo de una sociedad atrasada, pobre, violenta y semi-analfabeta que necesita despegar como la nuestra. No es con discursos demagógicos y atractivos de ultraizquierda o de ultraderecha, como se resuelven los problemas estructurales de un país tipo Honduras. Es con trabajos pacientes, meticulosos, evolutivos, sabios y civilizados, como se sale de los grandes atolladeros históricos. Y como se alcanza la verdadera libertad. Ahí están los ejemplos concretos de países pequeños como Suiza, Finlandia, Taiwán, Singapur, Nueva Zelanda e Israel.
Nuestra élite necesita acercarse al conocimiento sereno, sobrio y profundo que se ha producido en diversas épocas. Cuando menos debe aspira a poseer un conocimiento de la historia política de diversos pueblos y sociedades, para encontrar el equilibrio indispensable que se requiere en todo desarrollo integral. Como añadidura de lo sugerido es de importancia capital que nuestra élite conozca la historia hondureña imparcial de los siglos diecinueve y veinte, plagada de “caciques” ambiciosos, montoneras y guerras civiles que nunca condujeron hacia ningún lado. De ninguna guerra sangrienta entre hermanos catrachos, que nosotros sepamos, ha surgido la civilización hondureña, para decirlo desde una perspectiva hegeliana. Tampoco la guerra civil de los vecinos salvadoreños, durante la década perdida del ochenta, condujo hacia ningún lado, excepto hacia el diálogo que ellos mismos aconsejan en las fechas actuales.
Todo país que aspire al desarrollo civilizado necesita de una élite pensante. Inclusive de tipo empresarial. Y tal posible agrupación debe evitar las exclusiones vacías. En tanto que también se puede dialogar con una verdadera izquierda. Difícilmente con los “izquierdistas”. Mucho menos con aquellos que ejercen la violencia por la violencia misma.