La MACCIH y el Congreso

Por Juan Ramón Martínez

El vocero de la MACCIH no me es “simpático”. En otra oportunidad que realizó acusaciones, le exigí que respetara la presunción de inocencia; no pasara sobre las instituciones; y que solo hablara cuando estuviera dentro de las reglas del mandato que originó la creación de la institución de la cual es vocero. Solo lo menciono para indicar que no soy admirador suyo y, mucho menos, de la MACCIH, que no creo sea la solución de los problemas de Honduras. Más bien la veo como obstáculo por remover.
Sin embargo, en este caso, cuando arremete en contra del Congreso Nacional y compromete la institucionalidad de este poder del Estado, al cual arrincona y pretende obligar que siga y cumpla sus órdenes, me asalta la duda sobre sus finalidades. La primera duda es de carácter temporal. ¿Por qué no presentó esta denuncia antes de las elecciones? La segunda: ¿a quién sirve? A los hondureños? O al secretario general de la OEA que, al ser rechazado en su pretensión que efectuáramos nuevas elecciones, pareciera que estuviera en una nueva ruta para destruir lo que queda de credibilidad ciudadana. E. incluso, echar de la Presidencia de la República a JOH. La tercera es de profundidad: ¿por qué no entra en el interior del problema? Y se queda en la periferia del mismo, buscando aterrorizar al sistema político, convenciéndonos que aquí, todos somos deshonestos, menos los miembros de la MACCIH, la OEA y los demás organismos internacionales. Con sus declaraciones se lleva de encuentro a todos los diputados del tiempo de Zelaya, los de Lobo y los del primer período de JOH. Es decir que no queda nadie a salvo. Y la cuarta, ¿por qué no deja que sea la Fiscalía que haga la denuncia, absteniéndose de presionar al Congreso, a los jueces que, al margen de lo que él opine de ellos, está obligado a respetar? Porque aquí, tenemos muchos problemas. Pero teniendo dignidad, aunque menguada, no vamos a permitirle que nos la destruya.
Con respecto a las dos primeras preguntas su falta de explicación es una respuesta. Lo mismo pasa con la cuarta que indica que busca su propia figuración y no, como corresponde, buscando el fortalecimiento de la Fiscalía General. A la cual, en forma irregular e irrespetuosa, le niega incluso el derecho a tener su propia personalidad. Cosa inaceptable en una entidad llamada a ayudarnos y no a suplantarnos.
En cuanto a la tercera pregunta, sí tenemos explicaciones. En el Congreso Nacional, por efectos del “populismo” y la falta de democracia real, los diputados han dejado de ser legisladores. Y se han transformado en activistas que requieren del dinero público para mantener contentas a sus clientelas electorales. Tal conducta, sin embargo no es fruto de la intención de los diputados, sino que daño colateral, fruto del esfuerzo desorbitado que hemos seguido en el país, buscando a tientas y locas que los diputados no sean elegidos por los partidos, sino que por los movimientos o por ellos mismos. Por lo que, para proveer su propia visibilidad a nivel departamental, sin contar con recursos para ello, echan mano de los fondos públicos. Es decir que los diputados ahora son elegidos en forma individual. Y de la misma forma se deben defender. Con lo que se concluye que si bien, no se justifica la creación del Fondo Departamental de Desarrollo, se explica. Y se descubre, donde se originan todos los problemas.
La solución entonces –sin perjuicio de acciones judiciales, efectivas y justas– pasa por devolver el carácter de legislador a los diputados; que sean elegidos, una parte de los mismos por distritos electorales definidos, de no más de 30,000 electores; y la otra parte –no sé en qué proporción en este momento– sean diputados nacionales por partido, con exclusión absoluta de movimientos o grupos particulares. Consecuentemente, hay que suprimir el Fondo Departamental, de modo que el diputado solo maneje los recursos que le correspondan como sueldos o dietas. Y suprimiendo el sueldo de los suplentes. Para que, entonces, en vez de andar haciendo obras públicas que corresponden a las municipalidades, se dediquen a estudiar derecho constitucional y se consagren a legislar.
La MACCIH lo que quiere es “sangre”. Nosotros deseamos que el Congreso Nacional se democratice, con diputados cercanos al elector. Representativos. La democracia no funciona sin ambos.