Diputados: Distorsión de su función

Por: Benjamín Santos
Como ocurre con todas las instituciones del Estado, la imagen del Congreso  y la de sus titulares  han ido de mal en peor. Antes, cuando los diputados solo recibían dietas por asistir  a las pocas sesiones del órgano legislativo y no un sueldo mensual, la imagen del diputado era respetada y se consideraba una distinción patriótica desempeñar ese papel. Como no había carreteras ni transportes, se podía  ver frecuentemente  a diputados trasladándose a   lomo de mula o a  pie en distancias cortas. No  lo vi, pero me lo han contado y  lo creo. Tampoco pretendo que volvamos a esa época del siglo  19 y  el primer  cuarto del 20. Valle recorrió  400 km  de Guatemala  a México.
La intención es analizar por qué  el Congreso y  sus diputados  han venido perdiendo la admiración que despertaban en otras épocas. Primero se ha acentuado la idea  de que el diputado representa al departamento que lo eligió y no a la nación entera.  La representación es nacional de manera que cada diputado representa a Honduras en su totalidad y no al departamento.  Recordamos el caso de un diputado por Intibucá que expresó frases de desprecio hacia algún diputado negro aduciendo que cuando la gente de color llegó a Honduras hacía mucho tiempo que los indios, supuestamente su etnia de origen, que habitaban el territorio nacional. Fue acusado el diputado de discriminación racial, pero la verdad es tanto el diputado negro como el indio nos representan a todos.
Otra  distorsión de la representación que  ejercen los diputados es creer que   los diputados electos representan al partido que los propuso como candidatos o cuyos miembros votaron a su favor. Un partido es nada más  el canal  que conduce   a que los votantes se expresen, pero una vez electo el diputado ha recibido un mandato libre. Un partido, que se supone avanzado, decidió en una asamblea que cuando un diputado  se une a otro partido  en las votaciones legislativas, deja la  curul, es decir  el mandato que recibió del pueblo, en el partido que lo eligió. La verdad es que el diputado al ser   electo recibe un mandato personal del cual tiene que responder solo ante el pueblo  y solo por disciplina partidaria  forma parte de su  bancada. Ni el partido ni la bancada tienen derechos de propiedad sobre el diputado.
Una distorsión  más es  lo que ahora  se pretende hacer: los distritos electorales. Ya el diputado no representará a la nación  ni al departamento, sino a un distrito integrado por una parte de los municipios grandes o  varios municipios pequeños   que formarían  un distrito electoral. Eso lleva a otra distorsión que  solo los partidos que sean mayoritarios, de repente uno solo, ganará todos los distritos, porque tienen los recursos y los candidatos. Tendremos un Congreso en el cual ya no habrá debates, sino votaciones por unanimidad.
Otra distorsión vigente desde hace poco tiempo  es que  a un candidato le basta con ser popular en algunas actividades, aunque no tenga que ver nada con la conducción de los destinos del país, para ser electo diputado. Ya tenemos futbolistas y de otras actividades ajenas a la política. Basta ser popular por alguna razón y solo falta que tengamos como en Italia hace algún tiempo a una Chicholina,  popular por el tamaño de sus glándulas mamarias. Y en  Colombia tuvieron a narcos de diputados, porque tenían la capacidad  de  comprar  los votos a la gente pobre.  Lo que decimos es que a la popularidad el candidato tiene que agregar  requisitos de capacidad e idoneidad para que haga un buen trabajo en la representación.
Finalmente, queremos referirnos a una distorsión que ahora ha hecho crisis. Nos referimos a los 400 millones que se asignan   en el presupuesto para que los diputados realicen proyectos en sus departamentos.  Un diputado no es  un órgano administrativo, su función es representar y legislar. La función administrativa corresponde  a nivel nacional al Poder Ejecutivo y, a  nivel local, a las municipalidades. Eso tiene otra consecuencia: esos proyectos cuando se realizan sirven para que los diputados se reelijan ad infinitum y  nadie puede competir  con ellos, porque tienen de antemano comprado el agradecimiento de los electores. El peor de los casos es que el diputado se embolse el dinero y no ejecute los proyectos que  ha prometido. Eso pasa con mayor frecuencia de lo que uno puede imaginar.
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