EL DIÁLOGO Y LA CONSULTA DIRECTA

DOS hechos reveladores ocurrieron este fin de semana. Sobre las elecciones en Costa Rica y el interesante tema de debate que cambió abruptamente el tablero de preferencias políticas, vamos a hablar en otra ocasión. Por el momento abordamos el referéndum en Ecuador donde el 64% del electorado decidió suprimir la reelección indefinida. La consulta fue convocada por el actual mandatario para trancar a su antiguo jefe y mentor –con quien rompió poco después de alcanzar el poder– aspirar a otro período. La consulta no solo desbarata las intenciones de Correa de postularse sino que igual le desbarata varios de sus legados. A nada regresó al país a fundar otro partido después que rechazaron darle cabida en el que militaba y de nada le sirvió hacer campaña a favor del “no”, ya que la gente votó apabullantemente en su contra y a favor de limitar a un período la reelección presidencial. Con el voto del 63% por el “sí” a otra de las preguntas incluidas, destartalan el órgano creado por el exgobernante para nombrar autoridades de control. El actual gobernante gana con margen inobjetable, las 7 preguntas incluidas en el referendo. Un sonoro golpe al esquema dejado por su antecesor.
Como aquí les encanta no solo que los mediadores de los diálogos vengan de afuera sino pedir esquemas prestados de otras partes para solucionar los problemas, allí tienen otra cosa que podrían copiar. La consulta directa para definir el escabroso tema de la reelección. Las reformas constitucionales obradas en un período anterior –pese a que antes, virtud de un artículo pétreo o norma irreformable, la forma de gobierno hondureño solo era “republicana, democrática y representativa”– introduce dos modalidades de consultas populares como parte dizque de la “democracia participativa”.
Los mecanismos del referéndum y del plebiscito “para asuntos de importancia fundamental de la vida nacional”. Utilicen la novedad que hasta el momento se encuentra virgen, con ansias que le den oficio. Así se acaban los alegatos y salen del maíz picado. Bien podrían acordar en ese lento diálogo que está planteado y que todavía no arranca en espera que de la ONU se los vengan a montar –ya que aquí es tanta la carencia de autoestima que hasta la confianza hay que pedirla prestada al exterior– ir a consultarle al soberano. Solo es cosa que se pongan de acuerdo sobre el texto de la pregunta que le vayan a hacer y, de paso, para no ir a gastar tanto recurso económico solo en ese propósito, meter una lista de preguntas sobre otros temas espinosos que no hayan podido armonizar.
Como lo electoral será otro motivo de las conversaciones de los políticos, si de repente en el camino hubiese algo sobre lo cual haya disputa, lo incluyen en la consulta directa. Allí pueden ir a arreglar discrepancias constitucionales y otros entuertos que hayan quedado, para no mantener engañados a los boca abiertas con la ilusión de una constituyente. Ese bicho –los remitimos otra vez el artículo 375 que se refiere a la inviolabilidad de la Constitución– sí viola expresamente la Carta Fundamental. Las constituyentes son cuando se rompe el Estado de Derecho o suceden interrupciones revolucionarias, y es menester volver a organizar el Estado. Pero esto de constituyente cuando están funcionando los tres poderes del Estado y hay Constitución vigente –que en nada tiene la culpa de los enredos de los políticos ni del atraso del país cuyos responsables son los gobiernos y las actitudes y conductas nocivas de mucha gente– no es otra cosa que un soberano disparate. Lo que hay que hacer con la Constitución es cumplirla y respetarla, en vez de estarla manoseando como trapo viejo.