Verdad y redes sociales

Por Juan Ramón Martínez

Las redes sociales, son un fenómeno de nuestro tiempo. Con un valor enorme para acercar a las personas a los acontecimientos e involucrar a las mismas en la producción y divulgación de noticias. Con algo de sentimiento, algunos estudiosos del tema sostienen que “Internet” nos ha vuelto a todos periodistas; a todos fotógrafos, y a todos, analistas de los acontecimientos, opinando libremente y en un marco de evidente impunidad, sobre lo divino y lo humano. Pero como todos los éxitos, este que han logrado las redes sociales, las han empujado hacia la parte más iluminada, mostrando los riesgos que tienen, porque nadie controla sus contenidos. Y, en ciertos casos, permite un enorme espacio de impunidad. Por lo que, en algunos casos, facilitan el cultivo del odio, fracturando las relaciones de respeto y negando la existencia de la verdad. Y si este ejercicio está acompañado de impunidad, se convierte en un peligro para la convivencia. Fruto de este impacto, es el aparecimiento en las redes sociales, el abusivo uso de la mentira y reiteración, que ha obligado a la Real Academia Española y a la Asociación de Academias de la Lengua Española, (ASALE), a introducir en el diccionario la expresión “postverdad”, la que se define como una afirmación, basada en “hechos nuevos”, solo válidos para quien la sostiene. Lo que constituye un peligro porque, ya no podemos diferenciar la verdad de la mentira, porque como se dice en “Alicia en el País de las Maravillas”, “mis palabras, significan lo que yo quiero que signifiquen”.
En muchos países, ha empezado a manifestarse mucha preocupación. Alemania y Estados Unidos –después que Trump se convirtiera en el gobernante que más mentiras vierte por hora– y España, entre otros, han llevado a sus legisladores a plantearse la necesidad de regularlas, no para prohibirla, sino que para exigir responsabilidad. De forma que, quien las use para ofender o promover el odio, tenga que enfrentar sus responsabilidades en los tribunales. Allí mismo, ocurrió que, después de la muerte de un torero por el vacuno que faenaba, en las redes sociales varias personas celebraron la muerte del diestro, afirmando que la muerte de este era justificada y justa. Otros incluso, llegaron hasta escribir que era bueno que todos los toros mataran a los toreros, porque aquellos eran más nobles y dignos de vivir. Por supuesto, sin que ninguno se declarara vegetariano y renunciara, públicamente, a un suculento bistec en los restaurantes especializados. El juez condenó a uno de los “tuiteros” celebrantes.
Aquí en Honduras, las redes sociales han sido usadas exitosamente, especialmente en la pasada campaña electoral. No solo por los grupos políticos para animar a sus parciales divulgando las virtudes de sus candidatos –exageradas, porque la política es el ejercicio de la exageración– sino que también para ofender a sus adversarios, mintiendo en forma abierta; con tal impunidad que, en momentos, sin que se dieran cuenta siquiera, trascendieron los límites del respeto por el otro. Navegando así, en las aguas sucias del fomento del odio en el interior de la vida social. Lo que al final, ha terminado por plantear no tanto el asunto de la libertad, sino el de la responsabilidad cuando se miente y se promueve el odio. Por ello, el diputado Paz Sabillón, ha presentado una iniciativa de ley, con el fin de asegurar el honor de las personas, defender el respeto mutuo, mantener la diferencia entre la verdad y la mentira y, lo más importante, la responsabilidad de las personas que mienten u ofenden a los demás. No se busca negar el derecho a mentir. Lo que se exige, es que quien mienta, se responsabilice por ello.
Posiblemente quien más “ayuda” a esta propuesta contra la impunidad, es María Luisa Borjas, diputada por Libre, porque es quien más usa la “postverdad”, en la promoción del odio hacia sus adversarios, dando declaraciones que, transmitidas en la red, fomentan la división entre los hondureños. Su interpretación del accidente en donde falleció Hilda Hernández y sus acompañantes, así como las causas de la renuncia de Óscar Álvarez de su acta de diputado, son un ejemplo que las redes sociales tienen que regularse. Porque de lo contrario, las pasiones se exaltarán de tal manera que, terminaremos matándonos los unos a los otros. Sin que, haya responsables siquiera.