Elvin Santos, Luis Zelaya y la dialéctica histórica del Partido Liberal de Honduras

Abog. Lino Tomas Mendoza
El Partido Liberal de Honduras ha sido siempre una organización pluralista, aglutinando las fuerzas progresistas fueran estas de izquierda, los que se ubicaban en los centros y uno que otro conservador que buscaron siempre la consolidación de un sistema político capaz de guardar el equilibrio entre el capital y el trabajo y buscar disminuir la brecha entre ricos y pobres, a través de las grandes reformas legislativas que van desde la aprobación de leyes de beneficio y proyección social hasta la democratización de los partidos políticos. En los últimos años el liberalismo ha entrado en una crisis que se acentuó desde el 2009 por prácticas, vicios y oportunismos tales como: Alejamiento de los líderes del pensamiento ideológico social del liberalismo, práctica del nepotismo en la elección de autoridades partidarias, falta de representación de liderazgos departamentales o regionales en la elección de autoridades partidarias, miembros del Central Ejecutivo sin ninguna responsabilidad partidaria, no dirigen ni representan estructuras departamentales; grupos u organizaciones sociales como obreros, profesionales o empresariales, falta de discursos coherentes, comprometido y contundentes, incapacidad  de sostener y defender a alianzas interpartidarias, falta de un proyecto de país y falta de un liderazgo que reencuentre la estructura partidaria con sus principios ideológicos progresistas.
Para las elecciones recién pasadas no se vislumbravan líderes que encabezarían las candidaturas presidenciales, casi un año antes de las elecciones internas con alguna desesperación se presionó el surgimiento de la precandidatura de Luis Zelaya y Gabriela Núñez, el primero intelectual, sin vida partidaria con una gran carrera de académico intelectual y la segunda líder, profesional técnico con una  gran carrera de éxitos y con una militancia partidaria reconocida y por supuesto las precandidaturas de Eduardo Martel y Enrique Ortez. Desde el nacimiento de la candidatura de Luis Zelaya el liberalismo despertó expectativas; surgía el outsider que se necesitaba para reconquistar el poder un hombre íntegro, intelectual, rector coherente y proyectando una gran imagen, su candidatura novedosa permitió la organización espontánea en los 18 departamentos; este inesperado crecimiento con un gran voluntariado abrió una brecha de errores que cometió después de ganar con contundencia la elecciones internas: Marginar a la vieja guardia partidaria, amiguismo y nepotismo, intentar eliminar y disminuir la participación de dirigentes reconocidos, provocar la división interna innecesaria porque ya tenía el control del partido, dejarse sorprender  por un asesor de campaña que más daba la impresión de ser mula, o en el menor de los casos un consumidor. El endiosamiento del encantador asesor. Después de la catastrófica derrota del 2017 da la impresión que regresamos a los procesos dialécticos de antaño, confrontaciones nada malas si recordamos los enfrentamientos permanentes e históricos del licenciado Jorge Bueso Arias con el doctor Modesto Rodas Alvarado, los hermanos Reina y el Rodismo, el ingeniero Carlos Flores con el licenciado Carlos Montoya y el doctor Ramón Villeda Bermúdez, el doctor Suazo Córdova con el ingeniero Azcona, los Rosenthal la Alipo, la izquierda democrática, el M líder y el Rodismo, las diferencias entre Mel Zelaya, Elvin Santos y Roberto Micheletti.
Todos estos procesos a pesar de lo álgido, en sus momentos siempre fortalecieron al liberalismo y lo convirtieron en la primera fuerza política del país, porque los líderes de entonces entendieron que a pesar de las diferencias era necesaria el diálogo y la unidad. Para establecer un verdadero estado de derecho; En la actualidad estos procesos dialécticos de tesis, antítesis y síntesis que mantienen los liderazgos de Elvin Santos y Luis Zelaya se convierten en una esperanza de que puedan a través de la confrontación dar vida a un partido beligerante y edificador de proyectos sociales, hoy Elvin Santos luchando por la inclusión, la unidad partidaria, el rescate del liberalismo comprometido, y oponiéndose a las expulsiones sectarias  por un lado; y Luis Zelaya tratando de implementar su novedoso método del 80, 20.80% de jóvenes nuevos y la participación del 20% de la vieja militancia tratando de purificar un partido, que si bien ha disminuido su militancia por la práctica de la corrupción, no es menos cierto que el problema no son los hombres si no la falta de institucionalidad. Quizás ambos con sus razones pero sus discusiones reviven esos procesos dialécticos históricos a los que deberían incorporarse en cualquier momento los líderes Gabriela Núñez, Óscar Melara y Yani Rosenthal que hoy sufre una condena en EE UU que también cuenta con importantes cuadros, porque la filosofía del liberalismo siempre se sustentó en la dialéctica tesis, antítesis, síntesis.