El silencio ante las ofensas, hace dudar al pueblo

Por Boris Zelaya Rubí

“Todo lo dicho y exaltado en los tiempos electorales quizás sea cierto, pero terminada la contienda, pareciera que todo aquello que se dijo o denunció, no era tan real ni contundente y que en realidad la coyuntura obliga a tragarse los sapos y culebras que abundan en nuestra fauna política”.
Los hasta ahora dirigentes políticos como el “tal Mel” y el comentarista deportivo Nasralla, es decir los “comandantes pirujos”, han hecho gala de un lenguaje propio del que busca pleito, que si no obtienen respuesta de los agredidos verbalmente, logra dejarlos ante el pueblo, como culpables de esas acusaciones en que han tergiversado los hechos o los han inventado.
Pareciera que la dignidad ha desaparecido de la personalidad y del pensamiento de los políticos, que tienen que cuidar su moral pública y privada y aún así, han llegado al colmo de recibir ofensas hasta de ser señalados como ladrones y asesinos, homosexuales y narcotraficantes, jefes de pandillas, etc., sin inmutarse por tales acusaciones públicas hechas a través de todos los medios y en arengas populares en las marchas “pacificas”, dejando un sabor amargo entre sus seguidores, que se sienten desconcertados y dudan al ver que sus líderes se quedan en silencio ante las ofensas, hacen dudar al pueblo, llegando a creer que las imputaciones son verdaderas. Porque como dice el refrán: “El que calla otorga”. En otros tiempos se iban a las armas a defender su honra y dignidad ¡hasta se mataban por ello! ahora por lo menos, pueden recurrir a la ley con las famosas querellas.
En estos tiempos modernos, los insultos motivados por las frustraciones políticas y la facilidad de comunicación en las redes sociales, ha ocasionado que se transmitan anónimamente injurias, calumnias y atentados contra la honra de varias personas. No es más que la cobardía, de los que se escudan usando nombres falsos o apodos para lanzar veneno, a veces con instrucciones de los que hasta les pagan por esas infernales prácticas, organizando grupos llamados “de respuesta” o “call centers”. “Quien está al servicio de un tonto es que sirve a alguien más idiota que él”.
Aunque el Código Penal vigente, cuenta con las figuras penales para sancionar los comportamientos que lesionan el honor de quienes se sienten afectados, no hay forma de detectar a los enfermos mentales que se dedican a esos menesteres diabólicos.
Conocimos en nuestro andar político, a personas que aún sin existir los medios modernos de comunicación, usaban la calumnia y el chantaje para escalar posiciones, a quienes se les llamaba “lame orejas”. También algunos famosos periodistas improvisados, que con sus plumas o gargantas tarifadas, han sido detractores que se dedicaban constantemente a agrandar los errores de los adversarios de su proveedor económico, y engrandecer e inventar cualidades inexistentes, casi llegando a fomentar la idolatría hacia quienes les prometían una vida cómoda para ellos y sus proles, estos no pasaban de ser escribidores alquilados, que de lejos se les escuchaba el sonido de sus estómagos vacíos.
Ya es tiempo que los políticos dejen de sacar sus frustraciones, gritándole a cualquiera ¡asesino! Esos expertos en vilipendiar deben ser exhibidos, pidiendo perdón. Son farsantes y cobardes que no volverán a caminar por las calles sin ver constantemente quien viene a sus espaldas.
De rodillas solo para orar a Dios.