¡Agrado quiere agrado!

Por Juan Ramón Martínez

Doña “Mencha”, me enseñó que nadie tenía obligación de quererme. “Ni siquiera yo, que soy tu madre”, me dijo. “El cariño, tenés que ganártelo”, concluyó. Me sorprendieron sus palabras. Tenía 17 años y había iniciado mi “primer” amor. Y no entendía mucho de la dinámica de los afectos. Con una madurez incipiente, de niño con corbata, creía que por mis “méritos” –la mayoría imaginados y otros que no eran tales– empujaban a rendirse a los demás, a mis pies. En la medida en que fui madurando, aprendí que tenía razón. Y que, si una persona no me quería, era porque no le había dado suficiente cariño, afecto, atenciones; o amor. Un poco de tiempo después leí que un señor, cuando le contaron que fulano, hablaba mal de él, dirigiéndose a uno de sus asistentes le preguntó: “le hemos hecho algún favor?”. Porque hay, quienes, para preservar su ego desmesurado, muerden a quien les da la mano, proyectando una fingida independencia que, todo mundo sabe que, es falsa.
Recuerdo ahora a mi madre, leyendo el informe de las Naciones Unidas que, igual que doña “Mencha”, le dicen a Zelaya Rosales y a Nasralla, que nadie tiene porqué quererlos, si no son respetuosos, responsables y educados. Y que la ONU no está obligada a consentirlos. La invitaron. Mandó una comisión, a la cual, no quisieron atender. Ante tal infantilidad, descubrieron que no hay, desde su parte, espacio para el diálogo. Porque si no respetan a una comisión que no conocen, a la que ofendieron mandándole una figura secundaria –al margen de sus méritos– tampoco estaban en disposición educada, para atender a un mediador, al cual, en vez de aprovechar su disposición de servicio, más bien le impusieron condiciones. Que no se reunirían con JOH. Y que, su decisión tenía que ser vinculante; sin pactarla con la otra parte. ¡Cosa más grande!
En esas condiciones, le confirmaron a la ONU –que tiene en su seno expertos más hábiles e inteligentes que el político “olanchano” y el “meteorólogo oriental”, juntos– que no buscan dialogar, sino arrinconar a JOH y al Partido Nacional, para que les entregue el poder que, el pueblo les negó el 26 de noviembre pasado.
De las personas que envió la ONU, solo conozco a Catalina Soberanis con quien, cuando estuvo exiliada aquí, trabajamos en la revista “Panorama Centroamericano”, vocero de los partidos demócratas cristianos de Centroamérica. Dedicada al trabajo; muy profesional y con fuerte compromiso ideológico. Gran mujer. Por ello, creo que fue absolutamente irrespetuoso, que dos ciudadanos de a pie, como lo son Zelaya y Nasralla, no atendieran la invitación a reunirse, pese a que ellos le habían invitado. Es seguro que la presencia de Hugo Noé Pino, le supo mal a Soberanis. Fueron impolíticos. Para tonto, no se estudia. Pasaron por alto, las reglas de la cortesía y no tuvieron en cuenta que, aunque se está en la oposición, hay que asumir comportamientos talentosos. Y cometieron el error de creer que, los enviados estaban obligados a quererlos, solo por el ruido que hacen cada viernes. Sin que nadie les diga nada.
Distinto cuando es guerra y un mediador trata de reunir –y lo logra– en un mismo lugar, a los dos comandantes de las fuerzas enfrentadas. En que, el siguiente paso es que, los contendientes, se vean a los ojos, se estrechen las manos y empiecen a conversar. En la guerra de 1969, el observador de la OEA logró que el comandante salvadoreño y Policarpo Paz García, de Honduras, se encontraran en El Amatillo. Para romper el hielo, partió una sandía. Y le dio un trozo a cada uno. El salvadoreño se la llevó a la boca. Paz García, la mantuvo en su mano; sin probarla. Pero los dos, mostraron respeto, no tanto por el otro, cosa natural entre enemigos, sino que, por el observador de la OEA. Zelaya y Nasralla que no saben historia, no respetaron a una dama como Catalina Soberanis, a la que no quisieron saludar siquiera. Y saborear el café que les preparara. Olvidando que, para que les quieran y respeten, tienen que querer y respetar a los demás. No solo ellos, indóciles. Todos. Si queremos que quieran a Honduras, hay que querer a las otras naciones y sus nacionales. No hay de otra. “Agrado quiere agrado”.