Cómo ser padres con buena Inteligencia Emocional

La educación de los hijos es un tema que a menudo genera inseguridad en las familias incluso antes de tener los niños. Pensar y plantearnos de qué manera les educaremos es algo positivo, siempre y cuando no idealicemos lo que supone la maternidad o la paternidad, ya que lo normal es que durante todo este largo proceso que supone la educación, surjan conflictos.
Hoy en día se habla mucho de aspectos basados en la disciplina positiva o la inteligencia emocional, pero a menudo sigue sin quedar claro de qué se trata realmente.
 

¿Qué son las emociones?
Puede definirse la inteligencia emocional como la habilidad para tomar conciencia de las emociones propias y ajenas y la capacidad para regularlas. Pero, ¿tenemos claro en realidad qué son las emociones?
La psicología estudia las emociones y a menudo se definen como el motor que todos llevamos dentro, una energía que procede de zonas profundas de nuestro cerebro y nos empuja a vivir e interaccionar con el mundo y con nosotros mismos.
Hay emociones muy básicas, que se dan en cualquier animal en forma de reacciones ante el peligro o cualquier estímulo placentero. En estos casos, estas reacciones emocionales son un mecanismo que se pone en marcha automáticamente.El miedo sería un buen ejemplo en este caso. Ante un peligro, el miedo nos activa y nos empuja a llevar a cabo una acción: huir, enfrentar el peligro… de manera inconsciente nuestro cuerpo se prepara, ya que estas emociones se acompañan también de fenómenos relacionados con el sistema nervioso vegetativo: sudoración, aumento de ritmo cardiaco…
Pero, lo que diferencia al ser humano es que las emociones se hacen conscientes. Las sensaciones conscientes de una reacción emocional son los sentimientos. Por eso, nosotros sí somos capaces de experimentar las emociones en forma de sentimientos. Quizá ahora la definición que hemos dado anteriormente de inteligencia emocional cobra más sentido. Se espera que el ser humano tenga la habilidad de ser consciente de las emociones, tanto las suyas como los que le rodean, siendo capaz de regularlas de manera sensata y controlada.
Esta importante habilidad es la que buscamos transmitir a los hijos al educarles en inteligencia emocional. Sin embargo, resulta bastante evidente que para ello los propios adultos deben haber desarrollado esa habilidad.
¿Cómo podemos trabajar la inteligencia emocional?
Entonces, ¿cómo podemos trabajar y desarrollar nuestra propia inteligencia emocional?
Autores relevantes en el tema proponen cuatro ámbitos de actuación.
En primer lugar, sería necesario trabajar la percepción emocional, es decir, ser conscientes de qué sentimos en cada momento, percibiendo las emociones, identificándolas y siendo capaz de expresarlas.
En segundo lugar, se habla de la facilitación emocional del pensamiento, es decir, ser capaces de dirigir nuestra atención a lo que realmente importa de esa emoción y de las causas que la generan.Para ello es necesario desarrollar una buena comprensión emocional, ya que una vez identificada la emoción, debemos comprenderla y analizarla.
De esta manera podremos llegar a uno de los aspectos más importantes: la regulación emocional, que consiste en ser capaces de controlar una emoción, por ejemplo:
-Distanciándonos de ella cuando sea necesario para evitar que nos domine.
-Siendo capaces de suavizar nuestras emociones negativas mientras que potenciamos las positivas.
-No reprimiendo ni exagerando nuestras emociones.
¿Cómo transmitimos la inteligencia emocional a nuestros hijos?
Lo más importante, como decíamos, es que nosotros mismos como adultos desarrollemos una buena inteligencia emocional y seamos los modelos para nuestros hijos. Ellos, al fin y al cabo, imitarán nuestros comportamientos. Si lo que viven es que no somos capaces de controlarnos, regularnos o que perdemos los papeles a la mínima de cambio, será lo que ellos tiendan a reproducir. En cambio, si actuamos como modelos positivos en inteligencia emocional, ya estaremos haciendo lo más importante en educación emocional.
De todas formas, hay otra serie de estrategias que podemos desarrollar. Los autores expertos en educación emocional hablan de las competencias básicas, que todas las personas deberíamos desarrollar y que serían las siguientes:
-La conciencia emocional: Reconocer las propias emociones y las de los demás. Para ello podemos observar el comportamiento en los demás y ponerle nombre a las emociones que observamos. Por ejemplo, si vemos a un niño en el parque llorando podremos mostrarle a nuestro hijo que ese niño llora porque está triste, aunque observando su lenguaje verbal y no verbal y su conducta quizá concluyamos que en realidad llora porque está enfadado… En el mercado encontraremos multitud de libros, cuentos o películas que tienen las emociones como temática, adaptadas para los niños.
– La regulación de las emociones: Dar una respuesta adecuada a las emociones que experimentamos. Debemos transmitir a los niños la idea de que las emociones son normales y que podemos aceptar que nuestro hijo esté enfadado, pero que no por ello rompa cosas o nos pegue. Dentro de la regulación emocional, son importantes la tolerancia a la frustración, la capacidad de esperar para conseguir algo que queremos o necesitamos, el manejo del enfado, la empatía…
-Las habilidades socioemocionales: Constituyen un conjunto de competencias que facilitan las relaciones interpersonales para que nuestros hijos vayan estableciendo de manera temprana relaciones sociales de calidad.

-Las competencias para la vida y el bienestar: El bienestar emocional es lo más parecido a la felicidad y no podemos esperar a que los estados de ánimo positivos nos lleguen e invadan porque sí, si no que tenemos que buscarlos y construirlos activamente. Por eso, es importante transmitir a nuestros hijos una actitud hacia la vida positiva.
La educación en inteligencia emocional debe comenzar cuanto antes e instaurarse como una filosofía de vida en todos los contextos de la vida de nuestros hijos. Se espera que desde la escuela se incida también en la inteligencia emocional, pero al fin y al cabo es el hogar el ámbito más importante donde llevarla a cabo. Todos los autores coinciden en que la inteligencia emocional es la mejor manera de prevenir de manera inespecífica conductas de riesgo en los niños y jóvenes y que ayuda a su desarrollo integral durante la infancia y de cara al futuro tanto en el ámbito personal como laboral.