Cuna de lobos

Por José María Leiva Leiva

Giuliana Caccia Arana, es una comunicadora social y Master en Matrimonio y Familia, de nacionalidad peruana, que en su página web se lamenta de la triste situación que vive prácticamente toda Sudamérica, salpicada por un gran problema de corrupción debido al caso de la empresa brasilera Odebrecht. Escándalo que en su país ya tiene a varias personas en prisión, como presidentes y empresarios por haber recibido coimas, mientras tanto, sigue abierta una línea de investigación para muchos otros, incluida la caída del último gobernante.
En su análisis recuerda que la corrupción es consecuencia de acciones reñidas con la ética, ejecutadas por personas ambiciosas e inmorales que una vez que alcanzan el poder o que comienzan abrirse las puertas de ganar dinero mediante inversiones, se ven tentados por recibir más o tener más. “Y lo más triste de esta situación -dice Giuliana-, es que los más afectados no son los vándalos que están en prisión, el problema es que todo ese dinero que ha sido mal usado o robado, es plata que se le ha quitado a los ciudadanos, inclusive, los más pobres, para poder salir adelante de problemas que son reales: desnutrición en los niños, falta de servicios básicos, educación, salud”.
Reconoce que en el Perú, hoy se hacen muchísimos esfuerzos trabajando para poder combatir el flagelo de la corrupción, pero a título de reflexión se hace a sí misma una crucial pregunta: “¿Estamos nosotros preocupándonos en educar a nuestros hijos en contra de la corrupción?”. Y al igual exactamente de lo que acontece en nuestro terruño, responde: “Normalmente los padres, estamos muy preocupados porque nuestros hijos sean exitosos, nos preocupamos muchísimo que vayan al mejor colegio que le podamos pagar”.
“Que reciban una educación privilegiada dentro de lo que les podemos dar, que sepan muchos idiomas, que técnicamente sean los mejores para que en el futuro sean personas de éxito, ganen dinero y no tengan ninguna carencia. Pero, así como educamos a nuestros hijos para que tengan éxito profesional, tenemos que enseñarles a saber convivir con ese éxito, para que no pase lo que le ha pasado a muchas personas que han ido creciendo al margen de la ley”.
“Por eso, es muy importante inculcarles los valores de honestidad, de trabajo duro, de responsabilidad social, de servicio al prójimo; y entender que cuando uno trabaja, sobre todo, desde el Estado o elegido o escogido por el Estado, tiene un deber para con las personas que lo han puesto ahí; y ese deber no es engañarles y no es robarles, es servirlos y eso se educa desde el hogar. Por eso, padres, no nos preocupemos tanto en que sean el primero de la clase, el que tenga más becas, el que tenga más títulos. Es mucho más importante que nuestros hijos sean buenas personas”.
“Personas de bien para que cuando realicen el trabajo, cualquiera que sea, dentro de sus dones y talentos, sea un trabajo que haga bien, no solamente a ellos sino también a su familia y a la sociedad”. En este sentido, sabia razón encontramos en la frase anónima que estipula: “No te preocupes tanto por el mundo que les dejarás a tus hijos, sino por los hijos que le dejarás al mundo”. O bien esta otra encomiable frase, también de autor desconocido: “El título más valioso que puedes tener en la vida es ser “buena persona”, no lo da la universidad, te lo otorgan tus valores”.
En la contraportada del libro “Cuando los hijos mandan”, de Josefina Vázquez Mota podemos leer: “Si cada hogar es un pequeño país con sus leyes o sin ellas, con autoridad o respuestas que la atropellan, con relaciones armoniosas o de confrontación permanente, con prácticas honestas o de simulación, con consecuencias y límites, o con impunidad, entonces comprenderemos que para transformar el país en que vivimos es vital que nuestros hijos crezcan en un ámbito de amor, fuertes, sólidos, felices, y con la capacidad de discernir y de aceptar responsabilidades y consecuencias”.
Por increíble que parezca, Pitágoras, filósofo y matemático griego del siglo VII a.C. decía: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres” y con ello nos daba la luz para que en nuestro mundo se mantenga la paz y la armonía. Igualmente en Proverbios 22: 6, leemos “Instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de él”. Con tantos años, siglos de historia de estas sabias lecciones para el mundo, parece que no hemos entendido absolutamente nada.
Tanto así, que sobran los escritores, columnistas, oradores, presentadores en los diferentes foros y medios de comunicación social rebanándose el cerebro del porqué de los corruptos, pero nadie se toma el tiempo y la molestia para ver los hogares, la familia, la educación de los hijos. Hablan hasta el cansancio de política y politiquería, critican y critican, no dejan títere con cabeza, pero olímpicamente se pasan por el arco del triunfo la fuente de estos males. Torpes y necios como pretender ciegamente construir el techo de un edificio sin ninguna base que lo sustente.