Las responsabilidades exactas de Morandi eran algo ambiguas. Se encargaba de despejar los senderos de Budelli y aprender los nombres de sus arbustos, cactus y criaturas marinas. Para mantener su mente ocupada en el calor sofocante del día, se convirtió en un lector compulsivo.
Al principio, Morandi solía romper su aislamiento dos veces al año para visitar a sus hijas en el centro de Italia. El contrato que tenía era legal, y le aseguraba que a su vuelta a la cabaña todo estuviera igual y funcionando (con energía solar).
En 1991, el Ministerio de Medio Ambiente de Italia declaró la playa rosa de Budelli como un lugar de “alto valor natural”. Para 1999, la playa estaba cerrada para los visitantes por completo. Los turistas aún podían pasear por una pista detrás de la Spiaggia Rosa, pero ya no se les permitía nadar en el océano o tocar la arena.
Por estas fechas, Morandi enseñaba a los visitantes por qué no podían nadar a lo largo de su playa rosa o hundir sus pies en la arena protegida. Por las mañanas, recogía basura y trozos de madera de las costas de la isla, y pasaba sus tardes elaborando sus descubrimientos en esculturas y muebles.
Sin embargo, en 2011 la isla se puso a la venta. Aquí comenzaron sus problemas. Dos años más tarde Budelli tenía nuevos dueños, aunque finalmente fue asumida por el gobierno e integrada en un parque nacional. La isla pasó a formar parte de la propiedad del Parque Nacional La Maddalena, y el hombre por primera vez sintió que podrían expulsarle en cualquier momento.
Hace tres años, la forma de vida e ideales de Morandi también cambiaron ligeramente. La tecnología penetró en su paraíso aislado cuando una empresa privada instaló un router inalámbrico cercano para proporcionar acceso a Internet a los turistas que visitaban el parque. “Ni siquiera sabía lo que era un iPad”, comentó entonces, “pero ahora tengo cuentas en Twitter, Facebook e Instagram”.
La principal fuente creativa de Morandi solía ser crear objetos de diseño con troncos de enebro que se lavaban en la playa. Ahora estos han sido reemplazados por la fotografía que “alimenta” a sus cientos de miles de seguidores en las redes sociales, “ahora quiero compartir esta belleza con todas las personas del mundo”.
Mientras, este hombre que lleva 30 años viviendo en una isla paradisíaca el solo, teme porque cualquier día sea el último en su oasis. Morandi cree que su apoyo abierto a Michael Harte, el banquero que quiso comprar la isla en 2011 y acabó peleado con las autoridades locales, lo puso en una mala posición con las autoridades.
De hecho, estaba seguro de que trataron de echarlo. Hace aproximadamente un año recibió un aviso de desalojo debido a algunas irregularidades en la forma en que se construyó su cabaña antes de su llegada a la isla. “Pero sé cuánto tiempo lleva este tipo de asuntos legales”, dice. “No me iré a ninguna parte”.
Actualmente, el parque nacional tiene un nuevo presidente que puede cambiar su punto de vista sobre el derecho del cuidador a quedarse. Mientras tanto, el hombre que ha pasado la mayor parte de su vida adulta viviendo allí, junto a algunos de sus seguidores, han iniciado peticiones para respaldar su derecho a vivir en la playa rosada de Budelli.]]>
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