¿A QUIÉN FAVORECE ESE DEBATE?

ESE vía crucis de migrantes por tierras mexicanas, sincronizado con la temporada de Semana Santa, no es la primera vez que sucede. La diferencia en esta ocasión es que la Casa Blanca pasa sintonizada a FoxNews que, durante varios días consecutivos, dio cobertura a la procesión de centroamericanos avanzando de pueblo en pueblo con rumbo a los Estados Unidos. La caravana cayó de perlas al hombre más poderoso del mundo para exacerbar los sentimientos sobre ese tema y con sus acostumbrados twitters internacionalizar un suceso que, en el pasado, pasó bastante desapercibido. Los mensajes por su cuenta digital, uno tras otro, advirtiendo al gobierno mexicano lo que sucedería con el NAFTA si no procede
a desbandar la caravana antes que las hordas lleguen a la frontera, como a senadores y a congresistas la amenaza que pende sobre la seguridad nacional del imperio mientras no asignen los fondos solicitados para construir la gran muralla.

De paso, como la multitud en su inmensa mayoría era integrada por hondureños, a Honduras le cayó el real del mandado. Lo perdurable que tendrá este sonado episodio será su efecto en la elección mexicana, por el tremendo debate político generado en el momento preciso que arranca la campaña eleccionaria. Por supuesto que al gobierno mexicano frente a Trump no le queda de otras que caminar suavecito, con pies de plomo, –entre otras cosas para no echar a perder la negociación del tratado de libre comercio– mientras que los candidatos opositores perfectamente pueden explotar el tema para inflamar los sentimientos nacionalistas. Más puede, todavía, quien ideológicamente no comulga con el parecer de su vecino. Lo complicado aquí para el candidato del partido de gobierno es hasta dónde le queda espacio, e incluso si le conviene, distanciarse del gobierno. Los candidatos oficialistas suelen compartir con quien está en el poder una dosis del resentimiento popular. A la fecha así se perfila la competencia sacando un promedio de los últimos sondeos de opinión pública: AMLO 39%, Anaya 29% y Meade 22%. Por supuesto que eso es al día de hoy; falta tiempo y terreno que recorrer aparte que en muchos lados las encuestas no han pegado. Ahora, en esta sociedad líquida de insaciable frenesí por el entretenimiento, de efímera pasión por la lectura y la información, los móviles y demás aparatitos digitales han convertido a los usuarios en zombis
hipnotizados.

A nadie debe sorprender, entonces, que los electores sean inescrutables en sus superficiales criterios como en sus indescifrables sentimientos. Dicho lo anterior, las ventajas no son irremontables tampoco. En política cualquier cosa puede suceder. Incluso en el último momento. Hubo vez cuando AMLO superaba con 38%, Calderón le seguía con apenas 31% y Madrazo con 29%. Lo acontecido fue muy distinto. El resultado fue tan apretado que quien se daba como ganador estuvo meses en El Zócalo, acompañado de enfurecidas multitudes, denunciando el supuesto fraude perpetrado. En esta elección todavía hay un 20% ubicado en el espectro de indecisos o los que no responden, que podrían incidir en la carrera dependiendo si deciden ir a votar o quedarse en sus casas. Hasta ahora el PRI apostaba al desmoronamiento de la candidatura del PAN, cosa que no ha sucedido.

Más bien el ligero decrecimiento del que va en segundo lugar ha favorecido no al que va en tercero sino al que lleva la delantera. En la medida que arrecie la campaña si el tema se vuelve uno de orgullo nacional frente al vecino del norte, ¿a quién creen que favorecería ese debate? ¿No digan
que adivinaron?