Se fueron las buenas cafeterías

Muy buenos días amables lectores en el país y fuera de nuestras fronteras. Muchos nos han pedido escribamos sobre aquellas cafeterías que más de una vez visitaron y pasaron momentos agradables con amigos o familiares. Vuelan recuerdos y anécdotas.

Las nuevas generaciones no las conocieron. Y si oyen de los padres sus nombres, van al centro de la capital y no encuentran ni una de las que en tiempos pasados fueron bien concurridas.

Habrán notado que ya no hay buenas cafeterías en el mal llamado casco histórico. Y restaurantes de chinos solo hay unos tres.

¿POR QUÉ CERRARON?

En un pasado, muchas casas antiguas fueron acondicionadas para convertirlas en cafeterías. Con el tiempo dejaron de funcionar. Y no es que cambiaron de locación. No han abierto otras en el centro capitalino, de la misma magnitud en servicio y buena clientela.

Ayer y hoy. Década de los setentas. Te hacemos recordar cómo era en su exterior aquella cafetería “Marbella” en el centro capitalino. Hoy, como está todo por aquí.

¿Por qué cerraron? Entre tertulias nos dicen que desde hace muchos años -aunque en menor proporción que ahora- siempre ha existido el “impuesto de guerra”.

Que los malvivientes siempre han hecho de las suyas y los propietarios quizá por temor, no denunciaban a quienes las autoridades correspondientes de todos los tiempos -comentan- dejaron crecer.

O supuestamente habrían estado -en esos años- coludidas. La percepción que tienen mis finos lectores.

Otro posible factor: En el centro, la inseguridad por las noches fue creciendo. Hasta quedar como hoy, sin lugares en donde tomarse, cuando el día agoniza, su cafecito o saborear con la familia una cena en un ambiente tranquilo. Como antes.

Otros apuntaron a otros factores. Entre ellos el económico. Que la gente ha ido perdiendo poder adquisitivo por falta de empleo. Lo que incide en la baja clientela.

LA MARBELLA

La Víctor. Aquí frente al parque Central estuvo cafetería Víctor. También muy famosa.

Cafetería Marbella. Concurrida, famosa. Situada en la hoy zona peatonal. Unos metros abajo de donde quedaba el Jardín de Italia de la que ya te hemos hablado. Aquí frecuentaban, y el pueblo solía ver, a famosos periodistas de “peso” en ese entonces.

La gente, solo acostumbrados a leerlos en los periódicos, escucharlos en la radio o verlos por la TV. Aquí se daban cita connotados periodistas como don Óscar A. Flores (fundador y en ese tiempo director de este rotativo) al que le tenían reservada su mesa. Asiduo cliente.

Todas las mañanas llegaba para saber más del pueblo pueblo y comentar los sucesos diarios con sus colegas. Después, ya con valiosa información, tomar camino a su recién fundado Diario LA TRIBUNA. No existía la internet, por supuesto.

Entre sorbo y sorbo de tacitas de café, salieron muchas veces las ocurrencias de “Tribunito”, hechas por el ingenio de don Óscar (que Dios lo tenga en su seno).

Es desde entonces que el folclórico personaje de LA TRIBUNA ha “pegado” a través del tiempo porque “sabe” el sentir y pensar de la gente común, derivado de los acontecimientos diarios.

Otra que se fue. Aquí funcionó cafetería “Mediterráneo”, contiguo a otro negocio que ya no está: Rivera y Cía.

Cada mañana, en la cafetería Marbella entre amenas tertulias, compartían con don Óscar famosos periodistas como Mario Hernán Ramírez, Milton Mateo, Jacobo Goldstein, “Toño” Mazariegos, José Ochoa y Martínez, José Domingo Flores, Pagán Solórzano, Gabriel García Ardón cuando andaba por la capital, “Muñecón” Padilla, entre otros. Corría la segunda mitad de los años 70.

MÁS

Como anécdota. Algunas veces el maestro nos invitó a su mesa, aunque poco podría aportar ante tanta experiencia alrededor. Siendo yo -en ese entonces- un incipiente miembro de este recién fundado medio de comunicación. En el que -gracias a Dios- modestamente sirvo desde su inicio.

Precisamente fui llevado por el querido maestro don Óscar. Conversaciones enriquecedoras de tremendos señores del periodismo que siendo un imberbe me las “comía”.

Cafetería “Don Pepe 2”. A mitad de esta cuadra en la calle que conduce a parque Valle funcionó otra de las cafeterías de Don Pepe. Al fallecer este bondadoso hombre, todas desaparecieron.

Se dice que el dueño fundador de la Marbella fue don Gabriel Escancian Diez, oriundo de Málaga, España, donde queda Marbella. De ahí el nombre que le puso a su negocio.

Personajes de la historia de este lugar lo fueron Reinaldo Dussan, que fue el creador de su bonito diseño y Raúl Mena que le puso el confort con el sistema de aire acondicionado.

El último propietario fue el empresario Yanni Dicaulis (nos cuentan que también era dueño del cafetería Mediterráneo) con su esposa María Elena. Distinguida familia.

Otras buenas cafeterías lo fueron “Los Arcos” (antes “La Gran Vía”) también en zona peatonal camino al Correo Nacional. La recordada cafetería Viena, o Salón Viena, famosa porque por cada cerveza ponían abundantes embutidos de “boca”. Quedaba al final de la bajada de La Fuente cercana a la entonces Rivera y Compañía.

La cafetería Víctor, situada frente al parque Central y en donde su bondadoso propietario le dio un pequeño lugarcito, en la entrada, a Don Pepe (QEPD). Fue su segundo lugar recién venido de Cuba.

Salón Viena. En este lugar atendió esta otra cafetería con gran clientela. Muchos recuerdan sus sándwiches y cervezas bien heladas con abundante boca de jamón, entre otros embutidos. ¿Igual que ahora?

Operaba con tan solo una planchita en la que cocinaba sus sándwiches y panecillos con frijoles y mantequilla, para la venta. Después crecería y pondría otros locales en distintos lugares del centro capitalino.

Y…

Mucho tiempo atrás, la capital contaba además con restaurantes donde se servían especialidades. Como en el Hotel MacArthur que vendían los sabrosos platos “Taca”. Valían cuatro lempiras. (¡!)

Sus propietarios fueron don Francisco y doña Mangui López. Situada frente al antiguo Cine Pálace.

Sí, sé que estás pensando en otras que te invitan los recuerdos. Quedan muchas más en el tintero como el “Salón Verde” contiguo a la Sastrería El Perfecto Caballero de Joaquín González en el propio centro de la ciudad. El Brik Brak, que les recordaremos muy pronto.

Antiguo Hotel MacArthur. Después Hotel Maya Colonial, en los tiempos en que era remodelado.

Por hoy hasta aquí. Hemos dejado otra HUELLA imborrable en el pedregoso camino de un ya largo trajinar.
QUE DIOS NOS CUIDE Y BENDIGA A TODOS.

(Comentarios y más a mi correo: [email protected]. Y en nuestro sitio en la Internet. www.latribuna.hn Sección Reportajes Huellas)