El inquisidor español que salvó a los misteriosos mayas

Por: José Rolando Sarmiento Rosales

Lo encontramos en Diario ABC de España, el hombre que escribiría la obra más importante sobre la cultura maya, fue el principal artífice de la destrucción de parte de su obra escrita y sus piezas artísticas, fue el papel de Fray Diego de Landa (1524-1579), aunque en su caso necesitara, como San Pablo de Tarso, caerse antes del caballo. Nacido en Cifuentes de Guadalajara el 12 de noviembre de 1524, Diego de Landa Calderón entró siendo un niño en el convento de San Juan de los Reyes de Toledo, de la orden franciscana. En 1547 acompañó al sacerdote Nicolás de Albalate a Yucatán, donde le fue encargada la construcción de un convento franciscano y la conversión de los indios. No obstante, la mayoría de los indios, de herencia maya, siguieron practicando su religión a escondidas.

Preocupado por el fracaso del proceso de conversión, Landa replicó en América el tribunal que los reyes católicos habían autorizado en Europa, para, en su caso, perseguir a los falsos conversos judíos y musulmanes, Landa encabezó una campaña de acoso y derribó contra las imágenes y símbolos sagrados de los antiguos mayas, que contaban, no en vano, con un sistema de escritura jeroglífica, de los pocos plenamente desarrollados del continente americano precolombino, así como una precisión en astronomía que asombra hoy a los expertos. La quema de todos aquellos códices colocó su memoria al borde de la completa destrucción, que solo se salvó precisamente, por la actuación de un arrepentido Landa.

Los agresivos métodos de Landa para convertir a los indígenas alarmaron a la Corona y al obispo Francisco de Toral. Este primer obispo y defensor de los indios de Yucatán afirmó sobre la actuación del fraile que “en lugar de darles a conocer a Dios les han hecho desesperar”, a lo que exigió su marcha. Castigado por el atropello, Landa regresó a España a defenderse de las acusaciones ante Felipe II en 1563. Su década en el exilio sirvió al franciscano para reflexionar y dar un giro a su visión de los mayas. En su estancia en España, el fraile recabó una gran cantidad de información sobre la historia, el modo de vida y las creencias de los mayas en el siglo XVI y lo publicó al cruzar de nuevo el Atlántico. En 1573, Landa pudo al fin regresar al Yucatán a seguir evangelizando como obispo de Mérida.

Gran conocedor de la lengua de esta civilización, su obra terminó por elevarle al más importante de los cronistas del Yucatán gracias a la publicación, en 1575, de la “Relación de las cosas del Yucatán». Heredera de la cultura olmeca en el siglo IX se registró el colapso de esta cultura, de modo que para cuando irrumpieron los españoles apenas quedaban ruinas mayas. Con la relación de Landa el mundo redescubrió a la cultura maya y logró una precisa descripción del calendario precolombino y de la escritura jeroglífica maya, lo que, a ojos de algunos investigadores, convierte el manuscrito en el equivalente yucateco de la famosa piedra de Roseta, que supuso un gran empujón para el desciframiento de los signos egipcios. El texto de Landa, además, dibujó un bosquejo de la organización política y social de los mayas.

Uno de los capítulos lo dedica Landa a la vida y creencias de los mayas. Así los dibuja como hospitalarios, amigos de los perfumes y preocupados por la apariencia física, además de respetuosos con sus mayores y dados a prestarse ayuda unos a los otros. Sobre sus defectos, el franciscano afirma que eran «muy disolutos en beber y emborracharse, de lo cual seguían muchos males como matarse unos a otros, violar mujeres, pegar fuego a sus casas. Sobre las mujeres se deshace en elogios, al apreciar que eran «de mejor disposición que las españolas y más grandes y bien hechas, que no son de tantos riñones (caderas) como las negras, muy honestas en su traje, grandes trabajadoras y vividoras, porque de ellas cuelgan los mayores y más trabajos de la sustentación de sus casas y educación de sus hijos y paga de sus tributos.

Pocos años después de redimirse por su daño a la civilización maya, hacia 1579, Fray Diego de Landa, falleció en Mérida (México) y fue enterrado en la catedral de esta ciudad. Hoy, es uno de los pocos españoles que cuentan con una estatua en México, en la plaza mayor de Izamal, por su impagable esfuerzo por salvar una civilización milenaria.