La Mosquitia, una región postergada (Parte I)

Rubén Darío Paz*

Honduras es un país de belleza natural indiscutible y en ella conviven diversos grupos culturalmente diferenciados, que a su vez son el soporte de una vasta riqueza cultural. En un área de 112,492 kilómetros cuadrados, residen un poco más 9 millones de habitantes, de los cuales cerca de un 10% pertenecen a un grupo étnico.

No obstante, es hasta hace pocos años, que la legislación vigente reconoció que, «Honduras es un país pluriétnico y multicultural, por tal motivo en el año de 1995 se ratificó el convenio 169 de la Organización Mundial del Trabajo»1. Convenio que establece el reconocimiento y los derechos de los pueblos indígenas y tribales del mundo. Para esta ratificación, incidieron de manera significativa las exigencias de los grupos étnicos, más las presiones de los organismos internacionales para el desarrollo, que operan en el país.

Los datos estadísticos sobre el número de cuántos indígenas y negros cohabitan en el territorio hondureño, se desconocen con veracidad los censos y proyecciones aún entre las entidades del Estado, son indeterminadas.

Es propicio señalar que, de estos grupos diferenciados, el de mayor población, está constituido por los Garífunas que se encuentran casi en todo el litoral del mar Caribe. Por sus índices poblacionales le siguen los lencas, que antropólogos y lingüistas los enmarcan en la categoría actual de campesinos de ascendencia lenca. Estos últimos perdieron su lengua materna en los años finales del siglo XIX.

La falta de estrategias de conservación por parte del Estado hondureño, más la incorporación del español como lengua oficial dominante a través de las escuelas públicas, terminaron diezmando la práctica de la lengua referenciada. Afortunadamente en el país persiste una gran cantidad de términos toponímicos, con mayor énfasis en los departamentos que conforman la región occidental del territorio nacional. Un valioso remanente cultural, que podría interpretarse con la ayuda de expertos en lenguas mesoamericanas.

El grupo étnico que ocupa el tercer lugar por su número poblacional lo constituyen los Misquitos, que alcanzan 55,000 personas aproximadamente.

Las etnias restantes presentan índices menores de habitantes. Incluso en el caso extremo de los Tawhakas, presentan un alto riesgo de decadencia, según lo constatan los últimos estudios antropológicos. Actualmente subsisten un poco más de novecientos Tawhakas. Esta etnia, aun siendo minoritaria mantiene nexos importantes con los Misquitos y los ladinos de la región. Esas relaciones de avenencia, adaptación y resistencia al medio, les ha permitido, aprender las lenguas de los vecinos y practicar naturalmente su lengua materna, que al igual que a «la lengua Misquita, pertenecen al tronco Misumalpa»2

Todas las etnias dispersas a lo largo y ancho del territorio hondureño enfrentan la problemática económica que sobrelleva el país, y en los últimos ocho años la crisis es dramática, al menos así lo reafirman los organismos internacionales, » de los 175 países incluidos en el Informe de Desarrollo Humano, elaborado por el PNUD, se sabe que Honduras se encuentra ubicado en la posición 117, en el grupo de naciones con «crecimiento moderado» 3. Una alta proporción de personas padecen una situación de escasez y exigua disponibilidad de servicios básicos, en el cual los problemas de acceso, cobertura e infraestructura son restringidos. Las condiciones de vida se vuelven más complicadas en territorios como La Mosquitia, que por circunstancias históricas y geográficas exclusivas, ha estado al margen de la dinámica económica del resto del país.

La Mosquitia: territorio en disputa

Las primeras reseñas bibliográficas sobre la extensa región que ahora se conoce como la Mosquitia hondureña, están ligadas a los amplios dominios que la corona española tenía en América. Pese al inflexible control que ejercían las autoridades coloniales, los territorios comprendidos en la Mosquitia, honduro/nicaragüense, constantemente estuvieron en disputa, sin embargo, España no ejerció en la práctica el poder oportuno.

Piratas, corsarios y comerciantes ingleses, llegaron sin invitación. Incluso se sabe que fueron ellos, los que a «finales del siglo XVIII, controlaron el comercio y el tráfico ilegal de animales exóticos en la región. Existe documentación que especifica que, en algunos casos, los ingleses entronizaron «reyes moscos» 4 fieles a las prácticas que se llevaban a cabo en la Inglaterra de ese entonces. Como bien nos recuerda Chávez Alfaro «el reino Miskitu, floreció en el litoral caribeño de Centroamérica, con olvido de preeminencia española y con audaz procuración del protector alero británico. 239 años duró tal reino, y tuvo respiración propia en vez de ser un detestable juego de títeres, como ha pretendido presentárnoslo la historiográfica oficial»5

Polémico inicio de la etnia misquita

El origen de la etnia aún no está despejado. Los misquitos mismos y muchos investigadores consideran que ellos siempre han sido misquitos. En varias publicaciones se sostiene «Los Misquitu son un pueblo que surgió de la mezcla de sumu con africanos que escaparon de un barco portugués de esclavos que naufragó al sur del Cabo, Gracias a Dios. (Newson 1992, Conzemius 1932, Herranz 1996)6 Linda Newson, destacada demógrafo inglés, afirma que no existen referencias sobre «Los Misquitos, y que, al parecer, estos emergieron durante el siglo XVII» 7

La referencia más temprana sobre los misquitos, según Newson, la hace Esquemelin quien, 1672, observó que formaban una pequeña nación de 1,600 a 1,700 habitantes. Cualquiera que sea el origen, según señala el antropólogo Ramón D. Rivas, «los misquitos de hoy, advierten un proceso de contacto con el mundo exterior».8Actualmente la etnia misquita, comparte su territorio de casi, 17,000 kilómetros, (un poco menos que el Estado de Kuwait) y conviven con otros grupos como los Pech, Garífunas, Tawhakas y Ladinos. De toda la población existente en la zona, son los misquitos los que alcanzan más del 90% de ocupación. Aún con estas cifras la media de habitantes en la región apenas alcanza un 3.2% por kilómetro cuadrado.

Llanamente olvidados

Una vez que las provincias centroamericanas, lograron la independencia de la corona española en 1821. Largos períodos de guerras civiles e inestabilidad marcaron el rumbo de las nuevas naciones. Estas luchas entorpecieron los avances políticos del área y se convirtieron en un obstáculo para el incipiente desarrollo de cada país. En años seguidos, los intentos de potencias foráneas (Estados Unidos e Inglaterra) por controlar nuevamente el área, no se hicieron esperar, se intentó construir un canal interoceánico utilizando como base el territorio nicaragüense, luego se repartieron préstamos para construir un ferrocarril que atravesaría en forma casi longitudinal el territorio hondureño, ninguno de los proyectos se ejecutó y tampoco incluían al vasto territorio misquito, comprendido entre Honduras y Nicaragua.

Años más tarde al efectuarse en Honduras, el proyecto de Reforma Liberal de 1876, se notaron avances en gran parte del territorio nacional. Pero, integrar la región de la Mosquitia nunca fue primacía para ningún gobernante. La geografía, complicada de la región impidió en parte su incorporación, pero más por el desconocimiento y potencialidades existentes en dichos territorios. Sin embargo y de manera anticipada, el territorio misquito, apareció en tratados fronterizos, al menos como punto de divergencia entre Honduras y Nicaragua.
1
Convenio 169. Organización Internacional del Trabajo, sobre los derechos de los pueblos indígenas y Tribales, Ginebra 1989.
2
George Haseman y otros. Los indios de Centroamérica MAPFRE.SA 1996
3
Informe de Desarrollo Humano. PNUD. 2012
4
Troy S Floyd, La Mosquitia. Un Conflicto de Imperios. San Pedro Sula. Centro Editorial, 1992.73 a 78
5
Chávez Alfaro. El Reino Misquito Diario Tiempo, 1992
6
Ramón D Rivas. Pueblos Indígenas y Garífunas de Honduras. Tegucigalpa. Editorial Guaymuras 2007
7
Isabel Pérez Chiriboga. Espíritus de Vida y Muerte. Los Miskitos hondureños en época de GuerraTegucigalpa. 2002. Página 30
8
Linda Newson. El Costo de la Conquista. Editorial Guaymuras. Tegucigalpa 1992. Página 52