Seguridad para jóvenes, una quimera

Por: José Antonio Pereira Ortega
Coronel ® [email protected]

Es frustrante y doloroso darnos cuenta adonde nos está llevando el fenómeno de inseguridad que nos aqueja, y que aun y cuando es de conocimiento general, pareciera que no existe la conciencia social de reconocerlo.

Y es que por el hecho, de no tener una afectación directa como víctima visible de esta ola de criminalidad, debemos darnos cuenta que sí está siendo parte de lo que se conoce como víctimas invisibles, quienes de manera indirecta sufren los efectos colaterales que dejan hechos delictivos como los recientes y mediáticos asesinatos de jóvenes adolescentes de  ambos sexos.

En tal sentido, y considerando que todos estamos expuestos en mayor o menor medida, resulta asombroso que aun así, hay grandes descuidos en las medidas de prevención y dejar de practicar acciones preventivas en su protección, por lo cual estimo que es oportuno abordar este tema de la inseguridad de los menores y jóvenes, en particular los más expuestos por su condición social y económica y que por lo mismo ya son víctimas de discriminación, marginamiento social, tratos inhumanos propios de la pobreza y marginalidad en que se desarrollan.

Es difícil tapar el sol con un dedo y pretender creer que  esos hechos criminales constituyen la excepción o que son hechos aislados, se convierten en el lunar negro en la política de seguridad actual, dado que pone en precario los avances que en los últimos años, donde se ha logrado el potenciar las unidades y el equipamiento moderno de los diferentes cuerpos de policía de investigación. Este problema debe ser abordado con todos los recursos disponibles y presentar resultados irrefutables, las víctimas que sobreviven el problema están cansadas de las tradicionales excusas.

Ante tal situación, insisto  estimados lectores, no sería justo quedarnos callados y no hacer un señalamiento crítico positivo, bien intencionado y motivado a crear opinión y para buscar la sinergia, despertar empatía alrededor de este problema.

Es oportuno explicar, que este señalamiento, constituye un bien intencionado llamado y exigir a las autoridades que conforman del Consejo de Seguridad y Defensa Nacional (Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Fiscalía) a fin de que puedan darle la importancia que merece nuestra juventud en riesgo y se cumpla con la responsabilidad constitucional de velar por el bienestar y la seguridad de la persona humana.

Esta exigencia razonable y justificada, debe constituir una prioridad en la necesidad urgente para los operadores de justicia y que se puedan dirigir acciones contra este tipo de inseguridad, no todas las acciones se resumen a la lucha contra la corrupción y narcotráfico, no puede desestimarse en especial porque en varios lugares del territorio nacional, se han suscitado en las últimas semanas varios crímenes matizados de crueldad en contra de jóvenes y menores, no argumentar simplemente que se dan por las circunstancias y la condición de indefensión de las víctimas.

Obviamente, no se puede dejar de señalar que hay responsabilidad compartida de los diferentes sectores sociales, por ende no podemos dejar de llamar la atención a la falta de compromiso de los mismos padres de familia y los maestros por supuesto, que sigo sin entender por qué no hacen bien su papel de educadores, orientadores y corresponsables de la seguridad de sus jóvenes pupilos, hemos olvidado el compromiso de formadores de los mismos, a quienes debemos ofrecer un ambiente que les permita vivir, desarrollarse y progresar con seguridad y tranquilidad en un marco de respeto y derecho.  Es mandatorio, los padres debemos involucrarnos en lo que hacen y donde están nuestros hijos, que conviven en ambientes de modernismo y el desenfreno donde el consumo de drogas y alcohol es como una moda.

Por supuesto, no podemos desestimar que existen factores que producen o promueven la violencia y la inseguridad que nos asocian al riesgo de convertirnos en víctimas de la misma en nuestro país, indistintamente de posición social, y que son de fácil inducción, así por ejemplo tenemos que algunas mujeres y menores enfrentan amenazas silentes  como ser:

* Discriminación y rechazo social.
* La exposición a escenas de violencia en la familia durante la infancia.
* Actitudes de aceptación como normal las situaciones de violencia o de la desigualdad de género.
* Continuas riñas familiares.
* Antecedentes de haber tenido otras parejas.
* Las dificultades de integración e interacción familiar y con la pareja.
* Continuo acoso y existencia de indicios de maltrato infantil el tener un bajo nivel de instrucción.
* Recurrente incumplimiento de la legislación de familia.
* Incontrolable oferta de drogas ilícitas y descontrolada venta de alcohol a menores en centros públicos de diversión.

Según los expertos, estos mismos factores son compartidos de alguna manera por los victimarios, quienes además experimentan trastornos de personalidad antisocial y son por naturaleza agresivos y violentos.

También es oportuno, reconocer que el fenómeno de la violencia describe un círculo recurrente donde se intercalan períodos de calma con ciclos violentos y que al darse son cada vez más violentos, y por lo cual es preciso sensibilizar tanto en lo personal como en el seno familiar, para que se pongan en alerta en la conducta de sus hijos y parientes y poder detectar y atender cualquier indicio de violencia a nivel familiar, escolar, laboral, de entretenimiento y sobre todo en relaciones interpersonales y de pareja, tratarlo y denunciarlo si el caso lo amerita, de lo contrario no podrán ser atacados.