Política económica y crecimiento

Por: Julio Raudales

El crecimiento económico es el elemento más importante para que los países alcancen el desarrollo humano y bienestar de su gente.

Desde hace más de dos siglos, muchos políticos, filósofos, religiosos, economistas y sociólogos, han querido descalificar la validez de esta acepción.

Los mercantilistas europeos argumentaban que lo único capaz de garantizar una mejor calidad de vida a la gente, era la expansión de los imperios y la acumulación de metales extraídos de las colonias. Luego Karl Marx propuso la acción del proletariado, como la única vía para erradicar la explotación capitalista y así lograr la emancipación de los trabajadores. Muchos otros científicos serios como Bauman,  Rawls y otros menos rigurosos, aunque convincentes, han puesto a la justicia social y otros temas por encima de la mejora en la producción.

Lo cierto es que la experiencia, sobre todo la de los últimos 150 años, nos muestra que aquellas sociedades en las cuales ha mejorado de forma notoria la calidad de vida de su gente, han experimentado antes, sin excepción, tasas de expansión elevadas y sostenidas en su producción o sea crecimiento económico.

¿Pero qué es lo que genera el crecimiento económico?

Desde la revolución industrial del siglo XVIII, hasta hace unos 70 años, crecían más los países que eran capaces de incrementar fuertemente su producción de alimentos, prendas de vestir y demás enseres, mediante procesos de transformación eficiente de la materia prima. Es decir, la riqueza de un país estaba muy unida al proceso de industrialización.

Esa es la razón por la cual países como USA, Alemania, Japón y la Unión Soviética crecieron mucho. También eso explica porqué los latinoamericanos y africanos quedamos a la retaguardia: nuestro sino era explotar las minas, bosques, aguas y cultivos para venderlos y que aquellos países los transformaran.

En los años 70’s las cosas cambiaron un montón: Algunos otros países se volvieron especialistas en servicios. Utilizaron los bienes creados por los países industrializados y se concentraron en buscar mejores opciones para que llegaran de manera más eficaz a la mayor cantidad de manos posibles.

Fue así como Suiza, Irlanda, Austria, España, Singapur y Corea alcanzaron, en apenas 40 años, niveles de desarrollo muy similares a los de USA y Japón. A este proceso se le llamó “convergencia”.

Vale decir que los países desarrollados mejoraron también su potencial para prestar servicios, de manera que, aunque ya no crecen tanto, siempre están a tono con el bienestar que permite el crecimiento. Los latinoamericanos mientras tanto, continuamos apostando a la explotación de recursos naturales sin mayor éxito.

Últimamente -hablo de los años 90 para acá- los países que crecen son aquellos que le apuestan a la generación de conocimiento: Así tenemos a Israel,  India, China y también tímidamente Brasil y Chile. El secreto para ello es que la mayor cantidad de gente que vive en esos países pueda tener ideas que permitan tener un mejor conocimiento de algo práctico, algo que mejore el bienestar general.

Entonces, si lo que determina ahora la riqueza de una nación y el nivel de bienestar de su ciudadanía es la cantidad de ideas a las que tienen acceso esos ciudadanos, ¿por qué países como el nuestro no pueden desarrollarse?

La respuesta es que hay países para los cuales, el tránsito de las ideas y la generación de innovación entre sus ciudadanos es más dificultoso que para otros. Es decir, hay países cuyas autoridades, voluntaria o involuntariamente, cortan los incentivos para que las ideas fluyan. Con ello lo único que promueven es pobreza.

Ese y no otro es el rol que debe tener en nuestro tiempo la política económica, es decir, la acción del gobierno para que la economía crezca no está simplemente en controlar el déficit fiscal o la inflación. Si las autoridades de un país piensan que haciendo eso tienen una política económica brillante, están condenados al fracaso.

Lo fundamental es proveer a la gente que paga sus impuestos, los incentivos para que desarrolle al máximo sus habilidades, sin restricción. Lo del control del déficit y el circulante son apenas medios para lograr el gran fin que es facilitar el tránsito de las ideas.

Es sobre esto que debemos poner el máximo esfuerzo. Solo así podremos los hondureños y el resto de Latinoamérica alcanzar la convergencia. De ahí, todo lo que digan Bauman y Rawls será correcto.


Sociólogo, vicerrector de la UNAH, exministro de Planificación y Cooperación Externa, presidente del Colegio Hondureño de Economistas.