MAÑANA lunes, 23 de abril, se celebra el “Día del Idioma Español”, o “Día de la Lengua Española”, según una disposición especial de la Organización de Naciones Unidas, como para ratificar la pervivencia y pujanza de una lengua hablada por unos cuatrocientos cincuenta millones de hispanoparlantes. La segunda en importancia y la tercera con mayor número de hablantes en todo el mundo. La fecha coincide con el fallecimiento de Miguel de Cervantes Saavedra, un 23 de abril de 1616, autor del “Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha”, y de varias otras obras de literatura.
La propuesta de conmemorar el “Día del Idioma” surgió durante el año 1926, de la pluma de un olvidado escritor valenciano. Propuesta que fue aceptada gradualmente por varias naciones del trasmundo, especialmente latinoamericanas. Aquí conviene hacer un poco de historia respecto de los orígenes del castellano, en las entrañas de la Edad Media. Hay una especie de consenso convencional, que el idioma castellano, hoy idioma español, contiene más de mil años de existencia. Se presume que los primeros registros marginales se remontan al año 975 de la era cristiana, en el remoto “Condado de Castilla”, palabra que proviene, según algunos autores, de “campamento militar”. No de la palabra “castillo”, como se ha pretendido hacer creer durante muchos años.
No hay contundencia acerca de la cantidad de pobladores que primariamente hablaban la lengua castellana, como un dialecto derivado del latín vulgar. Algún autor ha postulado que se trataba de unos dos mil hablantes de castellano. Otros opinan que existían unos veintidós mil parlantes dispersos. Sea como fuere ya para mediados del siglo trece (año 1252) se funda la “Escuela de Traductores de Toledo”, y comienza a consolidarse el idioma castellano en las letras regionales y universales. De hecho el Reino de Castilla tenía como capital la antigua ciudad visigótica de Toledo. Es también la misma época en que se dan a conocer algunas obras fundacionales como el poema de “Fernán González” y el “Cantar de Mío Cid”, ambos textos de autores anónimos, con un castellano primigenio.
El intenso recorrido de este idioma lleva más de ocho siglos reales, hasta convertirse en la lengua moderna predominante del “Nuevo Mundo”, desde España hasta las Islas Filipinas por el oeste, con algunos emplazamientos en Guinea Ecuatorial, más los grupos sefarditas asentados en tierras mediterráneas, principalmente en Turquía y Tierra Santa. Poca gente sabe que incluso en Estados Unidos existe una “Academia Norteamericana de la Lengua Española”, muy vigorosa, dicho sea de paso. De tal suerte que existen suficientes motivos históricos y razones filológicas para sentirse orgullosos de una lengua pujante como el español, con todas sus variantes internas.
En Honduras, sin embargo, ha sido evidente un proceso de deterioro en los usos y abusos hablados y escritos del español, como resultado de la pérdida de valores y de ciertas tecnologías digitales, en tanto que las jóvenes generaciones prefieren las jergas y los facilismos idiomáticos, especialmente en las conversaciones y en las llamadas redes sociales, en donde campean los problemas de sintaxis, de acentuación y sobre todo los problemas ortográficos, que dan escalofríos. En este punto la pregunta se vuelve reiterativa acerca del papel desempeñado por la mayoría de profesores de la asignatura de español, tanto en las escuelas, los colegios como en las universidades, habida cuenta que la primera responsabilidad técnica de este asunto recae sobre sus espaldas. Quizás los profesores han descuidado el esquema de las viejas lecturas edificantes, como también los talleres de composición. Naturalmente que los medios de comunicación masiva cargan, también, una enorme responsabilidad sobre sus hombros, respecto de este patrimonio universal.
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