Familia postrada suplica ayuda para no morir de hambre

  • Víctimas de distintas enfermedades, un campesino de 91 años, su esposa de 86 y su hija de 41, quedaron sin caminar.
  • Pasan días sin comer, necesitan sillas de ruedas y medicamentos.

Por: Efraín Banegas
Fotos: Omar Banegas

SABANAGRANDE, Francisco Morazán. Al Transitar por la bonita carretera al sur de Honduras, a la altura del kilómetro 48, nos desviamos por una estrecha vía de tierra que nos llevó hasta el caserío Plan de Orégano.

De inmediato, nos conmovió observar cómo dos ancianos y una joven mujer estaban sentados en una cama, adentro de su casa de bajareque, y desde allí saludaban muy alegres al equipo periodístico de Diario LA TRIBUNA.

Con lágrimas, don José Pablo, su esposa Atiliana y su hija Elsa Marina, relataron lo tristes que son sus vidas al estar postrados.

Los “viejecitos” son esposos, y quien los acompaña es su hija de 41 años. Todos están postrados, víctimas de diferentes enfermedades.

Si no fuera por la caridad de algunos vecinos, esta familia ya se hubiera muerto, ya que debido a su pobreza extrema, hay días en los que ni encienden el fogón porque no tienen nada qué comer.

Esta triste historia ocurre en el caserío Plan del Orégano, aldea San Antonio, municipio de Sabanagrande, departamento de Francisco Morazán.

En esta remota comunidad vive don José Pablo Cruz (91), su esposa, Atiliana Irías Martínez (86) y su hija, Elsa Marina Cruz Irías (41).

CINCO AÑOS DE DOLOR

Elsa Marina manifestó que siente que su cuerpo se lo pinchan con agujas.

El triste drama de esta familia comenzó hace cinco años, cuando don José perdió su capacidad para caminar y se vio obligado a utilizar un bastón. Aun así, cuando intenta sostenerse del bordón, cae de rodillas al suelo.

Su hija, Elsa Marina, trabajaba en Tegucigalpa para tratar de ayudarles a sus padres para que lograran al menos subsistir, pero hace unos tres años comenzó a sentirse enferma, por lo que tuvo que regresar a su casa de la comunidad de Plan del Orégano.

Luego, en junio del año pasado, la inexplicable enfermedad de Elsa Marina empeoró y en aparente agonía fue llevada de emergencia al Hospital Escuela Universitario (HEU), donde estuvo interna una semana. Luego le dieron el alta, porque, según los médicos, no le detectaron ninguna enfermedad.

Petronila se las ingenia para atender a su hermana y a sus padres discapacitados.

Al preguntarle qué enfermedad es la que la agobia, explicó que “es muy triste para mí, porque algunas partes de mi cuerpo las tengo dormidas, en otras siento como que me pinchan con agujas, y siento que se me queman los pies, por eso estoy sin poder moverme”.

En su lecho de enferma, lamentó que “aun así, en el hospital no me dieron ningún medicamento, por eso no tomo medicinas para que se me calmen estos dolores, ni tengo dinero para comprarlas”.

“ESTOY MUERTA EN VIDA”

Cuando se le preguntó a doña Atiliana, si comía todos los días, comenzó a llorar, contestando que algunos días, ella y su familia, aguantan hambre.

“Estoy muerta en vida, pero, aun así, le pido al gobierno y a la empresa privada, para nos ayuden a seguir viviendo, porque realmente, la situación que estamos pasando no se la deseamos a nadie…”.

“Hay momentos que todos lloramos juntos, porque si no fuera por la solidaridad de algunas personas, como don Guadalupe Irías, creo que ya estuviéramos fuera de este mundo”.

“¡Como quisiera ir a consulta nuevamente al hospital!, pero por el gran dolor en mi cuerpo y la falta de dinero, solo me queda resignarme…”.

Don Guadalupe lloró, porque dijo que con la visita de LA TRIBUNA ahora tiene una gran esperanza de que ayuden a esta familia.

“…y me pongo más triste, cuando a mi alrededor miro a mis padres que tampoco se pueden mover”, relató Elsa Marina, mientras se limpiaba las lágrimas que le rodaban por sus mejillas.

Con evidente tristeza y desconsuelo, don José Pablo relató que “ya no podemos hacer nada, porque yo, ya no puedo caminar, y cuando lo intento, me voy de rodillas al suelo”.

“A mi esposa, hace cerca de dos meses le amputaron la pierna izquierda, mientras que mi hija no se puede mover… No tenemos ningún ingreso económico, solo Dios sabe la triste situación que estamos atravesando”.

“Ante esta gran necesidad, le pido al gobierno o a alguna otra institución, que busquen ayudarnos, porque no tenemos otra salida, y de corazón les digo que si tuviera otra forma de sobrevivir, no estaría haciendo esto, porque cuando yo tenía menos años, cultivaba maíz y frijoles, pero ahora es imposible”, lamentó el anciano.

LE AMPUTARON PIERNA

Eran las 11:55 de la mañana, y Petronila todavía no había encendido el fogón, “porque no tengo nada que cocinar”.

En su lecho de enferma, la esposa de don José, Atiliana Irías Martínez, manifestó que hace menos de dos meses le cortaron la pierna izquierda, porque tenía una infección que le comenzó como un granito.

“A pesar de mi avanzada edad, antes que me amputaran la pierna, yo me movía para todos lados para realizar actividades del hogar, pero ahora, aunque quiera, no puedo, y eso más me entristece”.

“Pero Dios nunca desampara a sus hijos, porque mi sobrino Guadalupe Irías está pendiente de nosotros, aunque económicamente no puede ayudarnos, se ha convertido en un ángel guardián”.

PESE A SU POBREZA
Un sobrino ha sido su “ángel guardián”

Guadalupe Irías Torres, calificado por la familia Cruz Irías como su “ángel guardián”, es el presidente del patronato de Plan de Orégano, y quien se ha preocupado mucho por la situación adversa que pasa esta familia.

Fue él quien se comunicó con Diario LA TRIBUNA para que se publicara la triste situación de estos compatriotas.

Vecinos del lugar acompañaron al equipo periodístico de Diario LA TRIBUNA hasta la casa de la familia Cruz Irías.

Irías Torres manifestó que se vio obligado a realizar el llamado de auxilio, porque él y otros vecinos que han estado colaborando para que esta familia siga viviendo, en realidad ya no pueden continuar con la labor solidaria, porque aunque tengan toda la voluntad de ayudar, no cuentan con los recursos necesario para hacerlo.

Ante la impotencia de no poder seguir ayudando a esta familia, Irías Torres se soltó en llanto y dijo que “lloro porque soy testigo de la difícil situación de estos dos ancianos y la muchacha”.

Pasados algunos minutos, el buen samaritano agregó que “en estos casos, creo que el Estado debe contribuir, porque esta gente ya no puede trabajar, y sería injusto que murieran por la falta de atención, porque no tiene a nadie que le ayude económicamente, no tienen ni para comprar una pastilla de cuatro lempiras”.

Don José, su esposa Atiliana y su hija Elsa Marina necesitan sillas de ruedas, medicamentos y comida, “porque son seres humanos que simplemente no tienen la oportunidad como la tienen otras familias en Honduras”, apuntó Irías Torres.

LAMENTABLE
DESEMPLEADA, CON TRES “CRUCES”

Para poder llegar a la comunidad de Plan de Orégano, desde la carretera Panamericana, hay que recorrer cinco kilómetros por una estrecha carretera de tierra.

Petronila Cruz Irías, la otra hija de los ancianos, es quien se encarga de conseguirles alimentos y preparárselos. Sin embargo, confió que hay días que se pone a llorar porque no tiene nada para darles de comer a sus padres y a su hermana, y ella no puede hacer otras labores porque no puede descuidar a sus parientes postrados.

Si alguna persona de buen corazón o alguna institución pública o privada desea aportar su “granito de arena” para ayudar a esta triste familia, pueden llamar a los números de teléfono al 2756-6245 y 9821-9394, ambos del buen samaritano, Guadalupe Irías.