Entre el biopic y la ficción

José María Leiva Leiva.

Me refiero a dos historias ciertas: a Griselda “La reina de la cocaína” y al nonagenario estudiante de “Primer Grado”. Más dos películas que sin ser historias reales propiamente tal, en el fondo retratan acontecimientos como si lo fuesen, una vinculada a temas laborales y viejos hábitos personales: “Maquinaria panamericana”, y la otra, “El candidato”, una desternillante parodia peruana que calza a la perfección con el folclorismo y el turbio quehacer de la politiquería latinoamericana. Mientras las dos últimas nos presentan en versión thriller la figura del héroe justiciero según lo visto en “El pasajero” y en la cinta de peculiar título, “En realidad nunca estuviste aquí”.

Empecemos: “La reina de la cocaína”, dirigida por el mexicano Guillermo Navarro (director de fotografía que ha trabajado con cineastas como Guillermo del Toro y Quentin Tarantino), cuenta a través de los ojos de su hijo más joven, Michael Corleone Blanco, la historia real de Griselda Blanco, conocida como la “La Madrina”, una líder del Cartel de Medellín; pionera en el tráfico de drogas de cocaína y participe en las guerras de vaqueros de cocaína (Cocaine Cowboys) que aconteció en Miami a fines de la década de 1970 y principios de la de 1980.

Griselda (interpretada por Catherine Zeta-Jones), orquestó entre sus estrategias como narcotraficante el uso de mujeres hermosas, ancianos y niños como mulas y creó maletas con falso fondo para contrabandear cocaína desde Colombia, hasta que finalmente se convirtió en la verdadera “Reina de la Cocaína”. En 1985, Griselda fue arrestada por agentes de la DEA y sentenciada a más de una década de prisión. Enseguida fue deportada de los Estados Unidos, y en el año 2012, fue asesinada a tiros en plena calle de Medellín.

Primer Grado”, dirigida por Justin Chadwick (“Las hermanas Bolena”), cuenta la historia real de Kimani Maruge un anciano de 84 años residente en Kenia (interpretado por Oliver Litondo), excombatiente de los Mau Mau (organización guerrillera keniana que luchó contra los británicos entre 1952 y 1960), que en el año 2003, cuando el gobierno de su país anuncia educación primaria universal y gratuita para todos, decide enlistarse, y así cumplir su sueño de aprender a leer.

Así mismo, “el guión nos devela aspectos de la historia del país africano, y nos pone de presente las heridas que aún subsisten. Igualmente destaca, la crítica al sistema educativo y a las precarias condiciones en que los niños deben estudiar… la película nos invita a pensar que nunca se es demasiado viejo para aprender y que la educación es clave para mejorar nuestro mundo”. Por su parte, “Maquinaria panamericana”, la opera prima del director Joaquín del Paso, representa una agridulce sátira del trabajador promedio en México, vista a través de la onírica vida de los empleados de una empresa de construcción que parece inmune al paso del tiempo.

Al menos hasta que ocurre un evento que demolerá la realidad para estos peculiares personajes: la muerte del dueño de la empresa, lo que vuelve añicos su súper cómoda prestación laboral, provocándoles un estado de shock, que instintivamente les lleva a ocultar el deceso de su magnánimo empleador y a encerrarse en las instalaciones del lugar mientras encuentran una solución. Como dato curioso, en el reparto sólo hay dos actores profesionales, el resto son personas que trabajan realmente en una zona industrial cerca del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Su éxito tiene el respaldo de una crítica que ha dicho entre otras cosas: «La película es una original propuesta…una rareza que combina el potencial de una película comercial con la postura del cine de autor». «Una producción mexicana —discreta en recursos, pero no en cuanto a pretensiones y aciertos».  “Punzante y divertida metáfora social». «Salvaje visión de la sobrevivencia y sobre todo uno de los elementos principales de lo que se forma con la descomposición social: el patetismo sin concesiones. Es la radiografía de lo esperpéntico para formar un discurso social». Brillante.

El Candidato”, dirigida por Álvaro Velarde (“El destino no tiene favoritos”) hace referencia a los episodios más delirantes de la política peruana de los últimos años y a la vez nos muestran cómo los políticos están más preocupados por las promesas y el desprestigio de sus oponentes que en plantear un plan de gobierno. Todo ello visto, en la carrera por la presidencia a la que optan cuatro contendores: un ex presidente con muchos anticuerpos; el corrupto que está en funciones y se quiere reelegir; un ingenuo académico y un ex militar con dotes de revolucionario.

Buena película, divertida, subversiva e inteligente. Lo más increíble es que los personajes y situaciones estén basados en la vida real. Tiene un mensaje continental que sirve para reflexionar sobre nuestras frágiles democracias y la tendencia cada vez más en alza a escoger caudillos en vez de ideas. Ahora los justicieros. Liam Neeson, quien en la película “El pasajero”, del español Jaume Collet-Serra (“Non-Stop”, con la que esta cinta guarda cierta similitud), tiene la misión, a cambio de cien mil dólares, de localizar a cierto pasajero del tren en el que él se desplaza todos los días, sin imaginar que se trata de una conspiración criminal que oculta un acto de corrupción policial.

Por último, “En realidad nunca estuviste aquí”, dirigida por la escocesa Lynne Ramsay (“Tenemos que hablar de Kevin”), basado en la novela corta de Jonathan Ames, que se agenció en Cannes 2017, dos Palmas de Oro: Al mejor guión y al mejor actor, una soberbia actuación de Joaquín Phoenix, dando vida a un atormentado y melancólico veterano de guerra que a punta de martillo se gana la vida como eficaz matón a sueldo hasta que llega su última misión, rescatar a la hija adolescente de un político de las garras de una red de tráfico sexual, que termina salpicando al senado estadounidense.