Mitomanía económica

Por: Julio Raudales

Es común que en los matrimonios, la infidelidad comience a notarse entre otras cosas, por la escasez de dinero para las actividades usuales del hogar, la opacidad y falta de acuerdos en la determinación del presupuesto familiar, así como los problemas de dedicación y tiempo a los planes comunes. A pesar de las mentiras que circundan estas situaciones, las parejas suelen detectar el engaño por la economía.

Con los países sucede en una forma similar. Hoy en día, la ciudadanía vive absorta en la propaganda oficial que a diario dedica espacios enteros para anunciar lo mucho que el gobierno hace para mejorar las condiciones de vida de la gente. Se propala con bombos y platillos que el bienestar social crece a niveles históricos, que la educación y la salud mejoran, que hay más seguridad y menos abuso que antaño. ¡En fin!, el imaginario colectivo vive estimulado por el esfuerzo gubernamental que pretende convencerlo (a la usanza de Goebbels), de que gracias al presidente de turno, su vida ha mejorado.

Los heraldos oficiales pueden salir y mentir acremente sobre la seguridad ciudadana, los programas de ayuda social o la educación. Incluso, se puede argüir mejoras en el sistema de justicia o en la transparencia y lucha anticorrupción. Pero engañar sobre la situación económica es bastante más difícil; la mayoría acusa sus faltas a un gobierno anterior, al contrataque nocivo de las redes sociales o a una enfermedad mental colectiva, pero lo cierto es que en temas económicos, las mentiras tienen los pies cortos.

Y es que en los asuntos materiales -que son el prosaico objeto de estudio de la economía- los avances o retrocesos deben ser palpables: Si la economía anda bien, la gente en promedio tiene un trabajo estable y bien remunerado, las carreteras, puertos, aeropuertos y lugares públicos se ven en buen estado, los servicios públicos como la energía eléctrica, agua potable, desechos sólidos, alcantarillado y otros no faltan nunca y por lo general, la gente puede disfrutar de un ambiente limpio, sin contaminación.

Las crisis familiares estallan fundamentalmente por la plata en la mayor parte del tiempo. En los países también. Porque su lógica opera de manera similar. El dinero que se invertía en actividades hogareñas, en el pago a tiempo de servicios públicos, en la escuela de los niños, en regalos y atenciones para la pareja, comienza a escasear y cuando llegan los reclamos, el jefe de familia comienza a achacar los problemas a situaciones externas e inverosímiles y a desviar la atención hacia asuntos externos (generalmente a la familia de la esposa o las maestras de los niños).

Así en la economía de un país, se sabe que el mandatario está mintiendo cuando achaca un problema como el de la energía eléctrica, el desempleo o la escasez, a la oposición o a los imperios extranjeros que siempre están conspirando contra la patria. Constantemente vemos a presidentes como los de Venezuela, Cuba o Nicaragua, hacer este tipo de acusaciones. Pero este tipo de excusas no son solamente patrimonio de la izquierda: Pinochet en su tiempo culpaba al “demonio comunista” de la crisis de la deuda o de los problemas inflacionarios en su país.

De forma contraria, la economía recompensa a un mandatario que sabe conducirla. En marzo de 2009, apenas dos meses después de su toma de protesta, el presidente Obama adoptó decisiones valientes que sacaron a los Estados Unidos de la terrible crisis de las hipotecas subprime e iniciaron una etapa de crecimiento económico que ha sido histórica en aquel país. También en Ecuador en 2006, luego de un período político turbulento, Rafael Correa inició un proceso ordenado de reforma política que devolvió la confianza y mejoró el bienestar de la ciudadanía en su país.

Un gobierno puede mentir y tratar de engañar sobre casi todo, menos sobre la economía. Esta es objetiva, justa e infalible. Premia a quien la sabe tratar y condena, siempre con hambrunas, a quien la ataca y miente.

Es por ello que los gobiernos populistas nunca han podido implementar por completo su pantomima, porque como el marido infiel, las mentiras no acallan la improductividad, la falta de dinero y sobre todo la falta de bienestar y buenos servicios en los hogares.

Sociólogo, vicerrector de la UNAH, exministro de Planificación y Cooperación Externa, presidente del Colegio Hondureño de Economistas.