Jubal Valerio Hernández.*
Longino Vidal Becerra Alvarado nació en la aldea de El Rosario, municipio de San Jerónimo, departamento de Copán, el 5 de mayo de 1931, y falleció en Tegucigalpa el 24 de marzo del 2018. Fue hijo del ciudadano de origen mexicano Víctor longino Becerra Valdez y la señora Sofía Alvarado Tábora de Becerra.
Fue para mí una dicha y un honor haberlo conocido e integrar con su persona, parte importante del equipo de trabajo de la -Dirección de Extensión Universitaria- cuya titularidad asumí en febrero de 1970. Aproximadamente un año después, él asumió la jefatura del Departamento Editorial, que formaba parte del esquema organizativo de Extensión Universitaria.
Mis primeros conocimientos sobre Longino Becerra, se remontaban a los inicios de la década anterior, cuando se volvió una figura muy conocida como director del Instituto «Patria» de La Lima, Cortés. Longino se graduó en la Escuela Normal de Varones de Tegucigalpa, en la década de los años 50 del siglo pasado, y se formó bajo los avanzados principios pedagógicos de la Reforma Educativa, impulsada en nuestro país por la Misión Educativa Chilena que por ese tiempo vino a nuestro país. Prácticamente recién graduado asume la dirección del mencionado instituto, solicitando a las autoridades del Ministerio de Educación se le autorizara escoger el personal docente de la institución, para lo cual regresa a Tegucigalpa. Su búsqueda se orienta hacia la Escuela Superior del Profesorado, (hoy Universidad Pedagógica Nacional), donde recluta el personal, entre estos los miembros de la primera promoción de egresados de dicho centro de estudios magisteriales.
Se inicia así, en el instituto «Patria» una transformación pedagógica que tuvo mucha influencia en el departamento de Cortés y aún a nivel nacional. Su prestigio es tal, que en el año de 1961 recibe la visita del entonces secretario general del Partido Comunista de Honduras, Dionisio Ramos Bejarano, quien le solicita se una a las filas de dicha organización política junto con su personal docente. El objetivo de Ramos Bejarano era contar con un destacamento organizativo del PCH en la zona operativa de las compañías bananeras del sector norte del país, Becerra y sus compañeros, manifiestan al visitante que ellos desconocen todo lo relacionado con la misión que se les viene a encomendar. Ramos Bejarano les provee entonces, de abundante material teórico marxista para que lo analicen y estudien, así como de propaganda y folletos impresos en la Unión Soviética sobre el sistema socialista imperante en dicha federación de países asiáticos. La misión de Ramos Bejarano resulta exitosa, pues Becerra y sus compañeros re
suelven aceptar su propuesta de abrazar la causa del socialismo e incorporarse al PCH.
Se inicia así en la zona norte del país una semiclandestina, pero efervescente actividad organizativa, que muy pronto comienza a tomar cuerpo, con la consiguiente alarma de los ejecutivos de las compañías fruteras, que ponen precio a la cabeza de Longino Becerra. (Fuente: Juan Ángel Becerra, hermano). Una noche se allega a la parte frontal de la casa de habitación de Longino un testaferro que se instala en un asiento de balancín, ubicado en el porche de la vivienda, en el cual pasa la noche columpiándose a la espera de su víctima, que logra escapar por la parte posterior de la misma.
El PCH se da cuenta de que ha llegado el momento de proteger la vida de Longino Becerra, para lo cual lo envían como su representante oficial en la capital cubana, donde además se desempeñará como redactor de noticias internacionales y comentarista de la emisora radio Habana. Permanece allí de 1962 a 1967, siendo a continuación incorporado a la redacción de la revista internacional «Problemas de la Paz y el Socialismo» que se editaba en la ciudad de Praga, capital de la entonces República Socialista de Checoeslovaquia, donde permanece de 1967 a 1971. Allí comparte labores con el novelista Ramón Amaya Amador, quien fallece en 1968 en un accidente aéreo, siendo Longino el último hondureño en verlo con vida, una semana antes del último viaje del escritor.
Longino siente la necesidad de repatriarse y regresa a su suelo natal en 1971…Una mañana de 1972, el rector de la UNAH, Lic. Cecilio Zelaya Lozano, me convoca a una sesión de trabajo en su oficina. El objetivo de la reunión era presentarme al profesor Longino Becerra, a quien el rector desea encargar la jefatura del departamento editorial de la institución, el cual, como hemos dicho anteriormente, formaba parte del esquema organizativo de la Dirección de Extensión Universitaria.
Trabajamos a la par con Longino Becerra hasta el año de 1977. Cuando yo dejo la Dirección de Extensión, pasando a constituir y desempeñarme como el primer jefe del Departamento de Arte, adscrito al Centro Universitario de Estudios Generales (CUEG). Longino es separado de su cargo, por el vicerrector Virgilio Carías, no por incapacidad del primero, sino por haberse vuelto incompatibles los pensamientos de ambos, ya que como de todos es conocido, Carías asume en la Universidad, juntos con otros docentes, la dirigencia del movimiento mayorista que exige la destitución de Longino.
Comenzamos en 1972 con Longino Becerra, el trabajo de organización de la Editorial Universitaria. Poco a poco fui tomando conocimiento de su personalidad y pensamiento, de su estilo de trabajo, de su forma de tratar a las personas, ya fuera que estuvieran en el entorno cercano de trabajo o fuera de él. Pronto se hizo evidente, que se trataba de un hombre sencillo y afable, serio y responsable en el desempeño de sus funciones, quien con mucha rapidez y facilidad se ganó el respeto y el aprecio de los que constituíamos equipo de trabajo al servicio de la UNAH.
Conversábamos prácticamente a diario, buscando darle forma a una editorial, cuyas carencias de todo tipo eran evidentes. Teníamos un buen jefe de imprenta, Luis Medina, que entendía a cabalidad la importancia del trabajo editorial de la primera casa de estudios del país y constituía un buen punto de apoyo para nuestro trabajo.
Establecimos el órgano oficial de información de la Universidad, para el cual escogimos el nombre de «Presencia Universitaria» que todavía conserva al día de hoy. Formamos una comisión editorial, constituida por académicos y especialistas en publicaciones editoriales de todo tipo. Recuerdo los nombres del Dr. José María Reina Valenzuela, ex vicerrector y exdecano de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia, quien dictaminaba los trabajos de orden científico, José Armando Sarmiento, catedrático de Filosofía del CUEG e historiador, el periodista Ventura Ramos Alvarado, el poeta Roberto Sosa, Longino y el autor de estas líneas.
En Longino latía siempre su vocación docente y, dado su compromiso con la clase obrera hondureña, un día nos propuso que organizáramos como una actividad de extensión universitaria, un instituto de estudios laborales, que tendría como finalidad impartir cursos de capacitación para la formación de dirigentes sindicales y la realización de investigaciones sobre la situación de la clase obrera en el país
Pronto estábamos impartiendo los primeros cursos de capacitación, cuyo pensum de estudios desarrollaban catedráticos universitarios que estuvieran dispuestos a impartir en forma voluntaria sus clases, Así, por ejemplo, Longino impartía la asignatura de Historia del Movimiento Obrero, los dirigentes sindicales don Arístides Mejía y don Andrés Víctor Artiles la asignatura de Organización Sindical, mi persona la clase de Introducción al Derecho y Teoría del Estado, el abogado Jorge Ponce Turcios, Derecho Laboral. La coordinación del I.E.L. le fue comisionada a la Lic. Berenice Maranhao, de nacionalidad brasileña, quien fue transferida del sistema bibliotecario, donde laboraba originalmente y tuvo un excelente desempeño.
Me interesa destacar la labor educativa de Longino Becerra, porque en mi opinión era la dimensión más sobresaliente de su personalidad, no solamente en el desempeño docente, que inició, incluso, antes de asumir la dirección del Instituto «Patria”. En la Escuela Normal de Varones ocupó el cargo de inspector consejero e impartió la clase de Preceptiva Literaria (Espinoza Murra, Diario La Tribuna).
En su labor como escritor quedó evidenciado su compromiso como educador, particularmente en sus libros relacionados con los temas pedagógicos. Así, en la «Ética del Maestro», indicaba a sus colegas educadores “ver siempre a sus alumnos como prospectos de hombres y mujeres nuevos; jamás subestimarlos y menos despreciarlos, por muy humildes que fueran». También les recomendaba “buscar en todo momento comprender a sus alumnos, tanto en los problemas del aprendizaje, como en los problemas personales que presentaran, no humillarlos nunca, no anularlos jamás».
Consciente del enorme tesoro que significa la juventud, aconsejaba también a sus colegas maestros “estar alertas a cualquier manifestación excepcional de sus alumnos y estimularlos todo cuanto sea posible: recordarle que una frase positiva o negativa puede poner en marcha una genialidad y también anularla»(fuente; «Homenaje Póstumo a Longino Becerra, por Irma Becerra). También les advertía que «no olvidar que su relación con los alumnos es educativa y nada más que educativa; deponer a tiempo y oportunamente cualquier brote de relación que no sea educativa, porque ello implica la falta más grave que puede cometerse como educador» (fuente: Ibídem)
¿Qué les enseñó a los jóvenes, a las mujeres, a los ancianos y a los niños? Enseñó a tener un propósito en la vida, lo mismo que un «proyecto de vida», logrado con el propio esfuerzo y constancia, pero también sin alejarse de la ayuda de los demás. El proyecto de vida como meta relacional lo resumió en «Ética para Jóvenes»: «La verdadera autorrealización es aquella que se logra conjugando el desarrollo de nuestras facultades personales con el desarrollo de las facultades de otros. ¿Sabes por qué?, interrogaba al joven lector u oyente, » por la sencilla razón de que tú serás una pieza más en el gran organismo social de que formas parte y es preciso que estés en condiciones de responder a las exigencias que esa sociedad les plantea», les respondía el maestro Becerra.
La ética constituye un eje transversal de la proyección de Longino Becerra en todos sus libros, como lo fue en todo su quehacer educativo. A los sindicalistas les enseñaba la importancia de la ética del trabajo y a asumir su rol preponderante y protagónico en la historia, así como que los verdaderos dirigentes populares deben estudiar y leer mucho para formarse adecuadamente en su liderazgo. (Fuente; Ibídem)
Longino Becerra era un pedagogo en todos los órdenes de su vida: en el ámbito familiar, laboral, político y cultural. Estoy en la capacidad de afirmar, por esa estrecha relación de trabajo y de amistad que sostuvimos, que era, en toda la extensión del concepto, una verdadera cátedra viviente.
Descanse en paz nuestro gran amigo y que el numen de su pensamiento sea aprovechado por toda la hondureñidad, en su vasta obra literaria, producto de un ser humano completo: Un gran patriota, un gran escritor y un gran pedagogo.
Tegucigalpa, MDC, 14 de Abril del 2018
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