Diputados: ¿Merecen tanto aumento?

Por Óscar Lanza Rosales
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Como mi correo electrónico es de conocimiento público, con esto del aumento desproporcionado de sueldo que se han autorecetado los diputados, mucha gente me han enviado correos reflejando su indignación y demostrando su descontento de tal proceder, con una cantidad de calificativos para los diputados, de: holgazanes, vagos, depredadores, corruptos, parásitos, prepotentes, malcriados, ordinarios, vulgares e ignorantes.

En mi vida de columnista, nunca había escuchado tanto calificativo despectivo para los políticos, en especial para los diputados. Y quien más leña le ha echado al fuego es el eterno diputado nacionalista Óscar Nájera, quien declaró que “para mi persona y la mayoría de los diputados esos son aumentos pírricos, hay gente que le gusta el protagonismo y si quieren regalar el aumento que lo regalen”, y negó que vaya a renunciar o regalar el aumento salarial porque se lo ha ganado con “el sudor de su frente y de manera honrada”. Señaló que sus colegas congresistas son los peor pagados a nivel de Latinoamérica (LA). Añadiendo que “estos son gastos de representación porque solo en lavada de ropa pago más de diez mil lempiras, 30 mil lempiras en el apartamento donde vivo”.

A todos nos gustaría ganar grandes sueldos, y tratándose de los diputados, como ellos lo señalan, les gustaría ganar igual que los diputados de Brasil, Chile, Costa Rica, Panamá, México, para citar unos cuantos países, pero las condiciones socioeconómicas de esos países superan en mucho a la nuestra. Nuestra economía es raquítica comparada a la de esos países. Y los diputados nuestros -con sus acciones y decisiones, a lo largo de la historia- en primer lugar, han sido incapaces de constituir un Poder Legislativo independiente, y siempre pasan plegados al poder absoluto del Presidente del Poder Ejecutivo; en segundo lugar, pasan más protegiendo sus intereses, como ha quedado demostrado con las reformas a la Ley de Presupuesto, que la Fiscalía no los puede tocar en el manejo de los fondos públicos, mientras el Tribunal Superior de Cuentas no dé su visto bueno; y en tercer lugar, como parte de un poder del Estado, han contribuido a poner a Honduras en las peores posiciones de los ranking mundiales en pobreza (en el primer lugar en LA según Cepal), desigualdad (el país con mayor desigualdad de LA), índice de desarrollo humano (posición 130 en el mundo), transparencia (posición 135 de 180 países), entre otros indicadores, y son responsables del descalabro de las empresas estatales como Hondutel y la Enee de nuestros días, condenada a perder al año 8 mil millones de lempiras.

Además, han entregado el país a extranjeros con el otorgamiento de concesiones: la terminal de contenedores de Cortés, la distribución de la energía eléctrica, la administración de la carretera CA-5 Tegucigalpa-Puerto Cortés, el aeropuerto de Palmerola y el Centro Cívico Gubernamental, entre otros, donde no ha existido el menor análisis y creatividad para otorgar tales concesiones.

En abril de 2017, Diario La Prensa dio a conocer un interesante estudio del Instituto Nacional de Estadísticas, en el que informaba que de la población económicamente activa ocupada en el 2016, el 72% ganaba menos que el salario mínimo (SM), aproximadamente un 89% del mismo; un 26% ganaba entre uno y cuatro SM; y únicamente un 1% ganaba más de cuatro SM. Proyectando estos datos al 2018 con un SM de L 8,910.00, el promedio estimado que ganan los hondureños actualmente anda en el orden de 15 mil lempiras. Traigo a colación este valor para compararlo con los 90 mil que de ahora en adelante van a ganar los diputados que no ostentan cargos en la directiva del Congreso y tampoco son jefes de bancada. Eso significa que ellos van a ganar 6 veces el sueldo promedio de los hondureños, un coeficiente alto si se compara con el promedio de los países europeos de 2.6. Si se adoptara este coeficiente, el sueldo justo de nuestros diputados sería de 39 mil lempiras, porque estos sueldos no se pueden divorciar de la realidad económica del país.

Lo que ha quedado en evidencia con este abusivo aumento, es que nuestros diputados estaban desesperados por compensar con este aumento los fondos departamentales que no los utilizaban para beneficio público, sino que para beneficio personal.

Para concluir, los dejo con la reflexión del expresidente José Mujica: “El que se mete a la política, pero adora tanto la plata, mejor que se quede en el comercio, en la industria, que haga lo que quiera, no es pecado, pero la política es para servir a la gente”.