Salario de diputados

Por Juan Ramón Martínez

No hay que arrojar sombras sobre las diferencias, porque impiden el análisis correcto de las cosas. El problema en el Congreso no es el aumento del salario de los diputados. Muchos de ellos, en su vida profesional o empresarial, obtienen más recursos que la suma que escandaliza a muchos. El problema fundamental es que, el Congreso ha perdido sus competencias, algunos diputados abandonando sus responsabilidades con respecto a los partidos bajo suyas banderas han ocupado sus curules y el distanciamiento con sus electores. Lo que nos lleva, en estricta lógica jurídica a reconocer que además, de las competencias del Congreso que le han sido arrebatadas por el Ejecutivo y la sociedad civil, ha entrado en crisis, el sistema de elección de los diputados lo que, ha dado como resultado, una cámara integrada por personas que no son representativas de los reales sentimientos populares. Y que, por tal razón, no terminan de entender que su responsabilidad, antes que andar buscando publicidad y atención de los medios de comunicación, descuidan la responsabilidad de reformar al sistema político de la nación que, en forma idéntica, ha terminado por hacer aguas, por todas partes. Y sin abandonar las conductas ejemplares que el pueblo espera de sus representantes. Tan es así que, si por un milagro de la Virgen de Suyapa, los diputados renunciaran no a una parte, sino que a todo su salario; pero que no hicieran los cambios indicados, nada pasaría. Por el contrario, creemos que la crisis de la democracia, cuya primera expresión es la pérdida de prestigio y respeto que se le dispensa al Congreso Nacional, continuaría en forma mucho más acelerada que la que vemos actualmente.

En procura de una mayor participación de la ciudadanía –que no existe realmente, porque ha sido destruida criminalmente– la sociedad cayó en la trampa de destruir la disciplina partidaria, favoreciendo el transfuguismo, la corrupción y afeando el comportamiento de los diputados que, no se han dado cuenta que han renunciado a ser, en efecto, mandatarios ejemplares –obedientes mandaderos, dignos y respetuosos– del pueblo, para convertirse en egoístas minúsculos, que disputan entre sí, faltándose al respeto, decolorando la imagen del Congreso y dándole al pueblo, mal ejemplo de quienes, por su condición de legisladores, deben ser modelos de excelencia conductual.

Hace poco fui testigo de los insultos –nunca oídos; ni siquiera en el brutal mundo bananero, violento y disperso, en el que crecí– de un diputado, a una diputada. Le dijo, a gritos, que ella –que lloraba avergonzada e impotente–, era el “jugo de la basura”. Tal expresión, no corresponde a un diputado. Es propia de carreteros. En una cámara más seria, el diputado que parece un “poeta” del insulto, hace tiempo que habría sido suspendido por la Comisión de Ética que, en el Congreso Nacional, hasta donde sé, es inexistente. Para enfrentar el problema, más que discutir sobre el salario de los diputados, hay que reformar al Congreso Nacional y mejorar la conducta individual de sus miembros. Modificando el sistema de elección de los diputados en que, los de carácter nacional –elegidos y sometidos a la disciplina partidaria– compartan la tarea legislativa con diputados elegidos por distritos electorales, en que la obediencia además de a los partidos, satisfaga a sus electores, con los cuales se relaciona cara a cara, para que sea juzgado por su desempeño. Así la reelección diputadil tendría control popular, impidiendo que Irías Navas, continuara siendo diputado por Atlántida, pese a su nula contribución a la legislación nacional. Además, hay que buscar calidad en el Congreso. Deben estar los mejores, constituyendo una vitrina de las virtudes de la colectividad. No basta ser popular, hay que ser digno. Si allí están los mejores, tendremos un Congreso respetable que, no legislará desordenadamente como ocurre, en que, nadie tiene una idea de la problemática global del país y más bien, buscan celebrar el brillo de sus ombligos.

El aumento salarial es secundario. Es una medida defensiva ante Finanzas que, impide la operación del Fondo Departamental. Y del hecho que los diputados, siguen regalando cosas, descuidando su carácter de legisladores. Consagrados a sus tareas, el salario no importa. Lo primordial es la función representativa de los intereses populares. Deben ser honorables y parecerlo, para tener un Congreso distinguido, respetado por el Ejecutivo. Y por el pueblo.