INCIERTO todavía a dónde vayan a ir a parar los políticos con las anunciadas reformas a la Ley Electoral. Hasta ahora hay dos mesas donde se discute el asunto. Una encargada a una Comisión Especial en el Congreso Nacional que ya inició rondas de acercamiento con algunos grupos. Incluso recibió la propuesta elaborada por el actual TSE, un proyecto emborronado mientras transcurrió el pasado proceso comicial, sin conseguir que nadie que decide en estas cuestiones políticas prestara atención a su iniciativa. El otro foro interesado es el grupo de políticos que acuden al “PRE” de Igor, que se han quedado entretenidos en otros temas de la utópica agenda, con el inconveniente que un día llegan a las pláticas y otro día amenazan con retirarse. Allí, por el momento, no han logrado acercar a los jefes políticos y a los encuentros solo han ido los emisarios. El “pre diálogo” es como ir de potes. (O sea, pidiéndole prestado el término “potear” al Euskera, sobreentendido como “previo a la fiesta”; “vamos de potes y después vemos lo que hacemos”).
Lo valioso de esas pláticas, sin embargo, es que grupos políticos que después de las elecciones quedaron desorbitados, de “mírame y no me toques” ahora, gracias a la santa paciencia de Igor, se reúnen. Allí –cuando algún día salgan de la negación– podrían darse fructíferos tanteos reconciliatorios.
Por lo demás, la afición espera alguna reforma estructural en el campo electoral. Con algo tienen que salir que dé al auditorio la impresión que el próximo proceso electoral no va a sufrir los males de incredulidad que malograron la pasada fiesta cívica. Algún esquema que convengan con ánimo de resolver ciertas inquietudes planteadas que le devuelvan a la ciudadanía siquiera un velo de confianza. Por el momento, lo único que ha hecho bulla es que piensan emitir una nueva tarjeta de identidad. Si bien la tarjeta actual tiene sus bemoles, no fue ese el blanco de los alegatos alusivos al fraude esgrimido por los grupos opositores. La tarjeta actual funcionó bien. Una cosa es el archivo registral y otra la identificación que ya porta el ciudadano. Sobre la inquietud de una nueva tarjeta, hasta ahora, lo que suena es que la Unión Europea está dispuesta a suministrar fondos, que la propuesta la resucitaron, ya que igual fue planteada en el proceso anterior y que ya hay quienes sacan cuentas de lo que podrían hacerse con el negocio de emitir una nueva tarjeta. Sobre esto último es que el público debe estar ojo al Cristo. No son centavos los que se gastarían en esa empresa como para que ello no entusiasme el apetito comercial de proveedores del servicio.
Ya en el ámbito político, habría que analizar si en materia de reformas electorales esto de la tarjeta sea lo urgente. Lo meramente imprescindible. Una vez que pierde vigencia la que actualmente andan los hondureños, en el proceso de obtener el documento, comienza a funcionar el engranaje de los partidos para la documentación. La actividad consiste en auxiliar a los militantes en la obtención de la nueva tarjeta de identidad, en cuyo caso, la ventaja la tiene el partido que cuente con mayores recursos económicos para desplazar equipos políticos, de tramitadores, activistas, facilitadores en el trámite del documento, a la pesca de votantes. No se trata solamente de si hay costo al ciudadano en obtener su nuevo cartón, sino de la infraestructura disponible para los trámites, tanto en el RNP como en el exterior. No estamos queriendo insinuar que no sea necesaria una nueva tarjeta. Solo que no hay que embrocarse a cosas, a puro entusiasmo, sin previamente analizar y sopesar todos los extremos.
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