Talpetate

Por: José D. López Lazo

Dedicado a la profesora
Marilú Orellana

El padre Antonio Ramón Vallejo en su Primer Anuario Estadístico de Honduras de 1889, dice: “Talpetate: Se le concedió municipalidad en 1837. Está en un terreno quebrado y tiene un pequeñísimo riachuelo. Tiene iglesia, cabildo municipal y casa para escuela. El clima es templado. Sus moradores se dedican a la agricultura. Tiene extensos potreros de repasto y en su jurisdicción hay más de 408,610 manzanas de terreno acotadas”.

Más o menos recientemente (2007), el profesor universitario Noé Pineda Portillo en su libro “Geografía de Honduras”, se contradice con Vallejo en la fecha de creación de este municipio, pero aporta la fecha de su rebautizo con el nombre que se le conoce actualmente. El profesor Portillo escribe: “Municipio a partir de 1841 con el nombre de Talpetate. Su actual nombre (San Antonio de Cortés) desde 1899.

San Antonio de Cortés es uno de los 12 municipios del departamento de Cortés; muy olvidado por las autoridades centrales; materialmente pobre; pero moral y espiritualmente muy rico, muy entrañable y acogedor. Es el municipio de mayor altitud sobre el nivel mar en este departamento; luego su clima es fresco y su aire todavía puro ya que no hay gigantescas industrias ni innumerables autos contaminando su aire o alterando su paz. Aquí se puede disfrutar aún del silencio; la desquiciante contaminación sónica de nuestras grandes ciudades aún no aturde los sentidos y el espíritu de sus tranquilos habitantes. Dios ha instalado aquí su bastidor para pintar a cada instante obras de artes únicas y maravillosas en el hermoso lienzo de su cielo. Basta alzar la vista y Ver (así, con mayúscula) para constatar como el Máximo Creador está aquí. Cuando lo hago, lamento no haber nacido pintor, Dios me dio la vocación de la literatura y como dice Odiseo en la película “Troya”: “Jugamos con los juguetes que los dioses nos dieron”.

Sobre la etimología de su nombre original, el Dr. Alberto Membreño en su libro “Toponimias indígenas de Centroamérica” dice que el nombre de Talpetate es el de “cierta piedra caliza y arenosa que se emplea en el pavimento de los caminos. En los “hondureñismos” se dijo que el origen de aquella palabra es la mexicana tepetatl; pero también puede ser compuesta de tlalli, tierra, y petatl , estera. La traducción será “estera de piedra”.

Es innegable que toda esta información es valiosa y esclarecedora, pero también un poco vaga e insuficiente. Hay mucho por hacer en este sentido. El conocimiento del papel de San Antonio de Cortés en la historia de Honduras es discreto. Pocos estudiosos se han ocupado de él y han dicho poco (la redundancia es premeditada).

El posible origen mexicano de la etimología del nombre Talpetate, nos hace suponer que hubo enclaves náhuatl (lengua del pueblo que dominaba México) en el lugar que ocupa o en sus proximidades. Como se sabe el departamento de Cortés se crea hasta 1893, por lo que Talpetate perteneció inicialmente al departamento de Santas Bárbara, el cual estaba organizado en distritos. Este pueblo pertenecía al distrito de Santa Cruz de Yojoa.

En 1887, dice el padre Vallejo, tendría unos 945 habitantes y menciona el nombre del telegrafista, el celador y el cartero: Jesús Pineda, J. Ángel Hernández y J.E. Barahona, respectivamente. Hace alrededor de 120 años estos hombres hicieron su apuesta por la vida aquí, en este bello, sencillo y natural paraje; le dieron existencia y continuidad para que vinieran otros a continuar la tarea, hasta llegar a la actualidad. Esos apellidos perviven actualmente en San Antonio de Cortés, prueba irrefutable de que muchas realidades del presente solo se explican por el conocimiento histórico del pasado.

Si de mí dependiera, trabajaría para crear fuentes de empleo que nacieran del dinamismo y recursos propios de la comunidad, cuidando que su desarrollo no altere ni en el más mínimo ápice su entorno natural. Mandaría a construir carreteras: tanto las de acceso como las del casco urbano del municipio y las que conectan con las 22 aldeas que posee. Crearía escuelas de artes y oficios porque sus habitantes son naturalmente hábiles para trabajar la madera, el dibujo, la pintura, la música y la danza.

También se podrían implementar cooperativas y ferias del agricultor para que los intermediarios no le roben descaradamente su producto, que tanto les ha costado producir, a los pobres campesinos. También es necesario un hospital o un centro de salud con todos los médicos, equipo y medicinas que se necesitan para atender con dignidad a un paciente. La lista es larga y estoy seguro que muchos sanantonienses ya la saben y agregarían más.

Y sobre todo, pero por sobre todas las cosas velaría porque no se pierdan sus tradiciones que les dan una identidad única frente a los demás.

En uno de esos libros artesanales que se publican en los pueblos, bellos por su autenticidad: no aparentan nada, dicen lo que son y son lo que dicen, un humilde sanantoniense, ejemplo de superación, don Luis Beltrán Ulloa, con solo dos años y medio de escolaridad, escribió un libro, “Rompí las cadenas”, en el cual apunta: “No es cierto que somos los más pobres del departamento, al contrario, tenemos riquezas naturales y poseemos virtudes y cualidades de las que carecen los demás pueblos. Somos hospitalarios, generosos, amables, cooperativos, cariñosos, sinceros, en nuestro espacio físico, tienen cabida todas las personas que quieran convivir fraternalmente con nosotros, somos trabajadores y perseverantes”.

Doy total fe de lo que dice don Luis. En lo personal, siento una fraternal “cabida” cuando convivo en este pueblo, especialmente de la familia Orellana Reyes: doña Gloria Reyes y sus hijas e hijo: Marilú (mi esposa), Carmencita, Delia (maestras), Angélica María Y Leoncito y, por supuesto, toda la demás descendencia.

No soy nativo de aquí y he caminado mucho, pero pocos pueblos me han tratado con ese cálido sentido de comunidad que en las ciudades casi se ha perdido. Aquí en Talpetate he sentido que me han visto y valorado únicamente por el ser humano que soy. Nada más.

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