KNOCK THREE TIMES, ¡Voy bajando, Clementina!

Mario Aguilar.

Knock three times on the ceiling if you want me, (Golpea tres veces en el cielo raso si me necesitas); canción popularizada en los primeros años de la década de los setenta por el grupo Tony Orlando and Dawn y que para mí ha constituido un recordatorio permanente de mi encuentro y amistad con una de las glorias de las letras de Honduras.

A inicios de 1977 mi esposa Marta y yo vivíamos en un edificio céntrico del barrio El Jazmín, contiguo a la escuela “Francisca Reyes”. Un bonito apartamento mono-ambiente con una hermosa terraza. A nuestro apartamento accedíamos ascendiendo 4 pisos y medio, lo cual no nos incomodaba, éramos jóvenes y agiles.

Con el anuncio del primer embarazo de mi esposa y recomendación de su médico, tomamos la decisión de buscar otro sitio para vivir, cuyo acceso y ascenso no fuera tan fuerte.

No recuerdo con certeza quien nos recomendó o quien nos guió a un pequeño pasaje, no muy amplio, pero tampoco angosto en la parte baja del barrio La Hoya, más precisamente a la Galería Clementina Suárez, cuya planta alta tenía un apartamento completo, amueblado e independiente de la planta baja, que además de albergar la Galería, era la residencia de doña Clemen, como le llamaban cariñosamente los vecinos.

Transcurridas las cordialidades del caso y efectuados los arreglos económicos, mudamos nuestras pocas pertenencias al apartamento. Contaba con 2 dormitorios, sala y comedor/cocina.

El área comedor/cocina contaba con ventanas abatibles que abrían a un pozo de luz en cuya parte inferior, doña Clemen tenía un pequeño jardín, colindante con su dormitorio.

A medida que entrabamos en confianza, comenzamos a compartir tazas de café y plática, mucha plática y mucho café. Nos contaba de sus experiencias como obrera en un restaurante en New York, como lavaplatos. Sus viajes por centro y Sur América y sus contactos adquiridos, tanto con intelectuales de las letras, como de la música y las artes plásticas.

Un tema obligado en nuestra conversación, era su relación con el empresario y también escritor Marco Antonio Rosa (Mis Tías las Zanatas y mucho más) al punto tal que Marta y yo dedujimos que el amor hacia él seguía perdurando a través de los años.

Con el escultor costarricense Francisco Zúñiga.

Pude en su Casa/Galería admirar la inmensa cantidad de retratos, si no me equivoco, más de sesenta, todos ellos tenían un solo personaje, Clementina Suárez. Allí pude apreciar “Clementinas”, incluso de los grandes muralistas mexicanos y que uno de ellos llegó a pintarla con el atuendo de la virgen de Suyapa.

Podíamos observar en esos retratos una exposición pictórica brillante de los grandes pintores de América, de nuestros artistas hondureños y de las nuevas generaciones de artistas hondureños, que comenzaban a emerger en el ambiente.

Siempre admiré un retrato en blanco y negro, ejecutado brillantemente en breves trazos, que magistralmente la plasmaban con su mirada brillante y  reflejaba su personalidad, firmado Raviber (Ramón Villeda Bermúdez).

Un punto en común que encontramos con doña Clemen fue que en San Salvador, en el Hospital Rosales, un estudiante de medicina de último año, hondureño y de remate olanchano como ella, le extrajo de un pecho el plomo de una bala, que recibió apoyando una manifestación de revuelta organizada por Agustín Farabundo Martí Rodríguez y reprimida por la Policía. El estudiante de medicina era mi padre.

Transcurría un sábado, recién oscurecía, cuando escuchamos tres golpes en el entrepiso de madera de nuestro apartamento; momentos después los tres golpes se repitieron, por lo que baje y me fui a la primera planta, al entrar miré a doña Clemen, escoba en mano, alistándose para golpear nuevamente el entrepiso. Al verme me dijo: Esta será mi manera de llamarlos cuando los necesite, en vez de gritarles asomándome por el jardín.

El propósito del llamado era invitarnos a una reunión que tendría esa noche. En esta reunión la asistencia era de artistas plásticos, unos reconocidos y otros emergentes. Comida no abundaba, pero si el licor. La plática era variada y el licor fluía con velocidad vertiginosa y ya cerca de la medianoche, doña Clemen tomó la palabra, haciendo callar a todos y señalando cerca del fondo una de las botellas de licor ya comenzada dijo: “Cuando esta botella llegue por aquí, todo el mundo de me va a la m….

Mi esposa, muy cauta y no deseando esperar a que eso sucediera, se levantó indicándome que nos despidiéramos. Al verla doña Clemen, se le acerco, la tomó de la mano y le dijo: ¡Para donde vas mamita! Si vos sos la encargada de ver que no me trampe las patas cuando me vaya a acostar. Y así fue.

Los tres golpes en el entrepiso, ya no nos extrañaron y fueron por distintas razones, desde cambiar un bombillo, hasta platicar de la situación actual, pero las más significativas fueron las de las reuniones los días sábados. En esas reuniones, me reencontré con mi ex ompañero de bachillerato y poeta desde entonces, José Luis Quesada, después de muchos años sin vernos

Allí conocí a la crema y nata de las letras hondureñas de la época, a los grandes artistas plásticos y a los que comenzaban a sobresalir, e incluso a un grupo de jóvenes músicos entusiastas que trabajaban en la elaboración de una Opera Rock, que no habían definido que título darle.

Unos de estos jóvenes músicos abogaban por el título “Clementina Suarez Vive”  otros por “Clementina Superestrella”, al estilo de Jesucristo Superestrella y Evita Superestrella. Otros querían de título simplemente “Clemen”.

Con la proximidad del nacimiento de nuestro hijo, buscamos una vivienda más amplia por lo que le dijimos adiós a doña Clemen. La volvimos a ver, recién había tenido un accidente viniendo del Festival del Maíz, trabajando con la Secretaría de Cultura y Turismo.

Nos dio mucho pesar la pérdida de muchas pinturas y parte de sus valiosos retratos durante las inundaciones a la Galería en el huracán Mitch y más nos sorprendió su trágica muerte en 1991.

Recordamos a doña Clemen con cariño cuando ahora que con la edad nos escapamos de “trampar las patas” y cuando tenemos visitas interminables, quisiéramos tener su carácter y pedirles que se vayan a la m….

Pero su recuerdo inolvidable aflora cuando en emisoras que tocan música de los años 70 y 80 y Tony Orlando y Dawn nos dicen que se golpee tres veces en el cielo falso.