La cuestión de la violencia

Por Marcio Enrique Sierra Mejía

El abordaje del tema de la violencia en Honduras no ha sido objeto de una reflexión amplia ni en la comunidad académica y menos en el ámbito gubernamental; no obstante que la violencia, pareciera estar arraigada en nuestra nación y de manera crónica para algunos. Los estudiosos de este tema plantean que para estudiarla existen dos maneras de aprehenderla: Una que la restringe al uso de la fuerza para causar daño y otra que la amplia considerándola como la negación del otro (Martínez Pacheco, Agustín, 2016).

En el Centro de Estudio y Análisis de Convivencia y Seguridad Ciudadana (CEASCI), adscrito a la Secretaría de Seguridad, se ha emprendido una ruta de investigaciones en las que se consideran los alcances y limitaciones de cada una de esas conceptualizaciones. Además, ya se abordan algunos elementos importantes a tomar en cuenta en las investigaciones, atendiendo las causas, características, consecuencias y valoraciones de diversas formas de violencia. En este sentido, cabe decir que no existe una definición precisa que nos de cuenta de la multiplicidad de formas en las que la violencia en Honduras se presenta o, cuando menos, que señale las características más importantes y comunes. Es esa multiplicidad, lo que induce a hablar de las violencias y no de la violencia en singular; lo cual, nos lleva a reconocer que debemos tener definiciones particulares para cada forma de violencia a estudiar. Eso significa, que las violencias se pueden estudiar desde diversos campos de conocimiento que complican no solo hacer un estudio en general, sino la aceptación de una definición clara y unívoca. El abordaje múltiple de violencias particulares y desde diferentes campos disciplinarios contribuye a ver su complejidad y a destacar características más precisas de las causas, las formas en que se presentan y las dinámicas o funciones que asumen en sus diferentes formas de violencia. En el caso hondureño debemos analizar la violencia ubicándonos entre la preocupación por la generalidad como por la multiplicidad de esta.

En términos teóricos, existe una concepción restringida de la violencia y una concepción relacional amplia sobre la violencia (Martínez Pacheco, Agustín, 2016). Los que explican la concepción restringida de la violencia destacan el uso de la fuerza para causar daño a alguien. Según Blair, tenemos definiciones dadas por Jean Claude Chesnais, Jean-Marie Domenach, Pierre Bourdieu, Francois Dubet y Frederic Wertham. Para ella, en estas definiciones se constata un pensamiento que descuida el contexto histórico social porque caen en un abordaje “en buena medida ahistórico” limitándose a describir los hechos claramente manifestados e interesados por la causalidad que tienden a encontrarla en lo más cercano, en lo más a mano; “así, esta postura oculta las causas no visibles, como algunas estructuras de dominación creadas social e históricamente en diversos ámbitos –el político, el racial o el patriarcal” (Elsa Blair Trujillo, 2009). No obstante, la ahistoricidad que refleja la concepción restringida de la violencia, bajo esta línea de investigación, se hace posible identificar claramente eventos y actores, para que aquello que se domina violencia objetiva –factible de medirse-, pueda efectivamente serlo (Elsa Blair Trujillo, 2009). Esta línea de investigación es la que predomina en Honduras y la cual vemos realizada cuando se contabilizan los eventos, realizan estadísticas y comparaciones cuantitativas que nos permiten localizar perfectamente a las víctimas distinguiendo los daños recibidos. Con lo cual se hace posible identificar con claridad los sujetos actores de la violencia, nos permite establecer responsabilidades, culpas y penas, castigar actores y actos. En esta postura conceptual no se toman en cuenta cuestiones culturales y estructurales, como el machismo y el patriarcalismo.

Por otra parte, tenemos la concepción sociológica de la violencia. Bajo esta perspectiva teórica “la violencia no es una sustancia o un hecho aislado, totalmente terminado y asible en sí mismo, sino que se trata de relaciones sociales o, mejor dicho, del tinte que asumen ciertas relaciones sociales” (Blair, 2009). Bajo esta perspectiva analítica, la violencia la podemos concebir “como un adjetivo que califica determinadas formas de relación. Así, por ejemplo, dentro de relaciones laborales, cuando estas se presentan con signos de violencia, hablamos de violencia familiar o laboral” (Blair, 2009). En el modo sociológico de abordar la violencia, vemos comportamientos o la recurrencia de los mecanismos en la producción de violencia, o sea, patrones comportamentales por medio de los cuales identificamos la intencionalidad que marca la relación de los actores. En esta perspectiva analítica, se le da relevancia al contexto de la relación, pues este contexto influye y es influido por las relaciones que tienen lugar en la (convivencia dañada o buena convivencia). En consecuencia, podemos abordar formas de violencia que se pueden caracterizar con precisión (violencia cultural, violencia simbólica, violencia moral).