Misteriosa masonería del rito escocés antiguo y aceptado

Por José Rolando Sarmiento Rosales
(MM-Grado III-R)

La semilla de la masonería prendió en el verano, un 24 de junio de 1717, cuando un puñado de caballeros londinenses fundó la Gran Logia de Inglaterra, un espacio de fraternidad por encima de las creencias, donde cristianos, judíos y musulmanes compartían inquietudes y podían contrastar ideas en libertad. En 1723, las conocidas como Constituciones de Anderson establecieron su corpus jurídico. El primer artículo exige la creencia en el Gran Arquitecto del Universo. Sus seguidores heredan el conocimiento simbólico del Arte Real de la Construcción de los albañiles que levantaron las catedrales medievales. Así nació la francmasonería, originaria de los gremios donde los free masons eran albañiles, constructores, pedreros o canteros con libertades o privilegios, según revela Wikipedia. El sistema basado en el simbolismo de la construcción aspira a que sus miembros desarrollen la capacidad de aprendizaje, reflexión y diálogo para transmitir a su entorno la misión perfeccionadora que anhelan mediante la construcción del templo simbólico de cada ser humano.

El esoterismo, el misterio y el secreto forman su esencia, y los grados marcan el avance en el conocimiento. Como analizaba un reciente artículo de The Economist, “la francmasonería puede parecer incomprensible porque no lleva aparejada ideología o doctrina alguna, y en cambio se define por un acuerdo de hermandad universal y un desarrollo personal. No existe un único cuerpo gubernativo, está compuesto por una libre red conocida como logias, bajo la autoridad regional y nacional de las Grandes Logias”. La orden ha servido de refugio a liberales y demócratas, desde su fundación ha sido perseguida por regímenes totalitarios y hoy sigue suscitando rechazos. En Italia, el borrador del acuerdo de gobierno populista entre la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas incluía: “No pueden formar parte del gobierno los sujetos que pertenezcan a la masonería”. El Gran Oriente de Italia exigió la intervención del presidente de la República contra la medida, catalogada como “discriminación odiosa que recuerda a las leyes fascistas”.

En cuestiones de fe, los masones regulares apelan a su integración religiosa. Pero la Iglesia Católica declaró su incompatibilidad en diversos pronunciamientos y el anterior Código de Derecho Canónico preveía la excomunión. Ellos se definen defensores del progreso del hombre y de su desarrollo filosófico, espiritual y filantrópico. Tienen prohibido el proselitismo, aunque el verdadero afán de las logias es hacer masones y propagar los principios de libertad, igualdad y fraternidad que impulsaron la ilustración y la Revolución Francesa. Hoy sufren la fuga de miembros en bastiones como Estados Unidos, donde fundadores como George Washington y varios presidentes han sido masones.

“La ascensión del individualismo, el surgimiento de nuevos lugares de socialización, como las redes sociales, la aversión al compromiso y la falta de renovación de un enfoque centrado en la filantropía, que no fomenta la incorporación de nuevas generaciones al no ofrecer otros universos de mayor significado, están entre las causas del descenso de miembros entre las Grandes Logias de raíz anglosajona”, explica Jean-Pierre Rollet, gran canciller de la Gran Logia Nacional Francesa, que aglutina a 30,000 miembros regulares del total de 120,000 masones que hay en el país, repartidos entre las diversas obediencias. “En Grandes Logias tradicionales de Europa y América Latina el desinterés no es tan acusado porque la institución responde a la sed de vida espiritual de muchos de nuestros contemporáneos”. En el mundo los masones regulares no superan los tres millones, repartidos en grandes logias nacionales reconocidas entre sí.

La tenebrosa simbología ha fomentado durante siglos mitos y leyendas, como la que atribuye a los templarios actos de herejía, o pisar crucifijos. “Soy católico. ¿Cómo voy a pisar ningún crucifijo ni a venerar a Lucifer? Niego haberlo hecho y niego que la masonería sea eso”, asegura Felipe Llanes, soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33 y último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España. “Se dice que, bajo tortura, los templarios pisaron la tiara o un crucifijo. Pero la masonería pretende que, si eres católico, seas mejor católico. Nuestra Orden tiene hoy unas relaciones con la Iglesia Católica fluidas y armoniosas. Estamos detrás de una declaración explícita del Papa con respecto a la masonería, que defiende la libertad, la igualdad y la fraternidad”.

En Honduras la masonería inició desde 1811 en Comayagua. Integrándose después, ilustres ciudadanos como Dionisio de Herrera, Francisco Morazán, José Trinidad Cabañas y Terencio Sierra, funcionando actualmente 12 venerables logias, siendo requisito indispensable de ingreso creer en Dios, relacionándose como verdaderos hermanos.