La crisis de fe y la decadencia moral (-I-)

Por: Mario E. Fumero

Al analizar el panorama mundial y contemplar con mis ojos las profecías bíblicas, me encuentro frente a un terrible panorama mundial, donde personalmente presagio que vienen grandes calamidades y convulsiones para la humanidad. Estos acontecimientos son necesarios para que se establezca el tan trillado “nuevo orden mundial” que es el preámbulo de lo que conocemos como el reinado del anticristo.

Pero antes de que estos catastróficos acontecimientos aparezcan, el mundo entrará en un proceso de degradación moral, y la iglesia sufrirá el escarnio y persecución anunciada por las Sagradas Escrituras, por lo cual, el cristianismo puro entrará en una crisis de valores y desvirtuaciones como nunca antes en la historia de la humanidad. Esta etapa se denomina proféticamente como “tiempos de apostasía”, o “tiempos de iniquidad”, en donde aparecerán escándalos religiosos, y una nueva élite de falsos apóstoles y profetas que traerán nuevas revelaciones (2 Corintios 11:13), bajo la influencia de espíritus engañadores (Timoteo 4:1), que introducirán sutilmente “doctrinas de demonios” (2 Tesalonicenses 2:3), inundándose los púlpitos de mensajes falsos, con el aparecimiento del espíritu del “hijo de perdición”, lo cual originará la “persecución de los últimos tiempos para la iglesia verdadera”.

La apostasía es la introducción de enseñanzas contrarias a la de los apóstoles y Jesús, contenidas en el Nuevo Testamento. Uno de los factores más llamativos de la misma es la negación de Jesús, como el verbo encarnado, y la exaltación del hombre como centro del culto (2 Pedro 2:1), naciendo un antropocentrismo religioso, en donde aparecerán hombres amadores de sí mismo, que buscarán el culto a su persona, más que a Dios, desarrollándose la terrible “tiranía de los santos”. También se vincula a la negación de la realidad del pecado y la santidad, para dar paso a una vida lujuriosa, aparentando piedad (2 Timoteo 3:5), y actuando hipócritamente, como los fariseos de la época de Jesús, a los cuales llamó hipócritas (Mateo Cap. 23:13-30). Es por ello que desmitifican el concepto de pecado, para introducir el término ambiguo de “error”.

Una de las verdades más profundas en la época de la apostasía es que todas las enseñanzas serán contrarias a las Sagradas Escrituras, y fabricarán fábulas necias y ficticias, por lo cual, teniendo comezón de oír (2 Timoteo 4:3), rechazarán la verdad revelada, para dar paso a nuevas revelaciones, con las cuales mercantilizarán el evangelio, exaltando más el “tener”, que el “ser”. Es por ello que en la última parte de 2 Tesalonicenses 2:3 se expresa que se manifestaría “el hijo de perdición” ¿a qué se refiere este término? Pues en el Nuevo Testamento se describe como el hijo de perdición, este es Judas Iscariote.

Entre los doce discípulos de Jesús, había uno cuya inclinación era la ambición. Cuando los evangelios se refieren a él, Jesús dice lo siguiente: “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la escritura se cumpliera” Juan 17:12. ¿Por qué se refiere Jesús a Judas como con el término “el hijo de perdición”? Veamos el contexto de esta afirmación.

Judas Iscariote era ambicioso, que seguía a Jesús buscando su bienestar, posición y riqueza. Era el discípulo que llevaba la bolsa, o sea, las finanzas del Maestro. Era crítico en todo. Cuando el Maestro ayudaba a los necesitados, reclamó por qué permitió que una mujer le ungiera sus pies con un perfume costoso. En realidad, al Iscariote no le importaba las necesidades de los demás, ni de los pobres, porque la codicia lo envolvía. Este relato lo encontramos en Juan 12:3-6.

Cuando Judas descubrió que su Maestro no conquistaría el poder político, sino que proclamaba otro reino que no era terrenal, (Juan18:36) sus deseos de grandeza se desvanecieron, y tomó la decisión de entregarlo a los sacerdotes, los cuales, desde mucho antes procuraban su muerte. Dicen las escrituras en Mateo 26:14-16 “Uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes. ¿Cuánto me dan, y yo les entrego a Jesús? Les propuso. Decidieron pagarle treinta monedas de plata…” ¿Por qué le pagaron treinta piezas de plata? Porque en esa época era el precio común para la compra de un esclavo. De manera que Judas traicionó a su Maestro, porque no pudo consolidar su deseo de riqueza y poder. Así que la ambición lo llevó a la perdición y tristemente esta historia se repite. Continuará

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