Disquisiciones en torno al predominio mediático

Por Óscar Armando Valladares

Es este un asunto que espina abordarlo por sus asperidades y las tesis que sustenta el sector involucrado, al extremo de estimarlo intocable y darse el caso de tener que enfrentar al santo oficio de la intolerancia por creer que el criterio que se vierte enmascara agresiones a la libertad de expresión.

En apuntes de 1941, Morazán aludió al tema, volviendo sobre el “abuso que se hace de la imprenta” -a él para insultarlo-, aunque aclarando que no postulaba limitarla “por una censura previa”. Cualquiera “que se establezca para destruir un vicio, que es inherente a la libertad de publicar pensamientos, llevaría consigo el germen que también destruye esta saludable institución… que es, sin disputa, el alma de las instituciones democráticas”, decía.

Ensalzada por unos, inculpada por otros, algunas citas arrojan luces y sombras: “La libertad de la prensa es esencial a un estado libre”, Blackston. “La libertad de la prensa es uno de los grandes baluartes de la libertad y no puede ser restringida más que por gobiernos despóticos”, G. Mason. “La fuerza de la opinión pública es irresistible cuando se le permite expresarse libremente”, Jefferson. “Con el periodismo ha surgido un cuarto estado”, Carlyle. “La libertad de pensar y de publicar lo que se quiere, es el origen de muchos males”, papa León XIII. “La prensa, como el fuego, es un excelente auxiliar, pero un amo terrible”, Cooper. “La prensa capitalista es el peor enemigo del pueblo”, Lassalle.

Es un hecho que la tecnología universalizó la comunicación y ha ido perfeccionando los medios conductuales, prensa, radio, televisión, internet. Con el uso aplicado de satélites artificiales, fibra óptica, telefonía móvil, drones, etc., y el ilimitado apoyo publicitario que reciben, constituyen ciertamente un poder sustantivo al intercalar espacios noticiosos y de entretención.

Tremenda es su condición ambivalente y complicado el fiel de su comportamiento: desarrollar una proyección colectiva, desde un mando privado. Ser “prensa” y ser empresa. Noticiar y vender espacios disímiles. Ser ariete o sostén político. Opinar en forma objetiva o con lóbrega intención. Conceder primacía al anunciante -comercial, gubernativo-, que a lectores y auditorios… De ahí que distintos círculos cuestionen la afirmada independencia de los medios y del periodismo que difunde, en virtud -se argumenta- de que no está en su naturaleza esa escurridiza condición o cualidad, sobre todo si se busca o desea hallarla a plenitud. Igual que en otras sociedades mercantiles y actividades lucrativas -como el transporte y el fútbol rentados- el negociado emisor es tributario de más de algún interés: económico, ideológico, societario, estamental, en cualquier país inmerso en la órbita del mercado especulativo.

Como instancia o contrapartida, han proliferado las redes sociales entre capas desafectas o por aquel segmento que -como alegaba el mismo Jefferson- “nunca mira un periódico” y, sin embargo, “está mejor informado que el que lo lee”, expresión viral, ínter nos, que no debe entenderse en sentido categórico, pues aún quedan cosas interesantes qué leer y contrastar en el diarismo regular.

¿Qué sustraer, en concreto, de “esa cárcel de espejos y ecos que son la prensa, la radio y la televisión” -en términos figurados de Octavio Paz-? La verdad: no atinamos a mensurar los límites y aplicaciones de su conjunta hegemonía. El mismo Paz se preguntaba: “¿Cómo conservar la libertad de expresión y cómo impedir que esa libertad se convierta en un instrumento de domesticación intelectual, moral y política, como ahora ocurre?”, para acto continuo confesar: “Hay que ser francos, conocemos el mal, lo sufrimos, pero no conocemos el remedio”.

Enemistado con algunos medios, Trump rompió lanzas con CNN, la opulenta y frecuentemente politizada cadena noticiosa de la compañía Warner. “En todo el mundo tiene una voz poderosa”, con “muy poca competencia”, señaló el impulsivo mandatario, refiriéndose con especificidad a que CNN “retrata a Estados Unidos de un forma injusta y falsa”. Algo habrá que hacer -adicionó- “incluida la posibilidad de que comience (a operar) nuestro propio canal mundial para mostrar realmente que somos grandes”.

Ante tal posibilidad, la agencia EFE recordó que EEUU “ya posee un canal internacional financiado con fondos públicos, Voice of América, que produce contenidos para televisión, radio y plataformas digitales en más de 40 idiomas en decenas de países de todo el mundo”. Como añadiría el nobel azteca, la libertad de expresión forma parte de un poderoso oligopolio de penetración transnacional.