Por: Dagoberto Espinoza Murra
Opinión de un psicólogo y poeta
Un fin de semana, encontrándome sentado bajo una pequeña pérgola del jardín, con el silencio de ese día y la suave música instrumental que escuchaba, así como el gorjeo de pajarillos que revoloteaban cerca del follaje de un almendro, sentí como un deseo de escribir algo diferente. El entorno, mientras las nubes se desplazaban perezosamente, era propicio para leer poemas, meditar sobre temas universales: la vida, la salud, la enfermedad, el amor y la muerte. Así me encontraba ese día cuando mi hija Maritza, silenciosamente, se acercó a mi espalda para luego preguntarme: “¿Qué estás haciendo?”.
-Leyendo el trabajo “La creatividad poética”, de un amigo, que es psicólogo y poeta, repuse; se llama Samuel Villeda, agregué. Es Premio Nacional de Literatura y preside la Asociación de Escritores de Honduras desde donde auspicia la publicación de obras de jóvenes poetas y escritores.
-Lo puedo leer?
Son varias páginas, le contesté.
-Entonces únicamente leeré lo que tienes señalado.
-Es mejor que lo leamos juntos, sugerí.
-¡De acuerdo y, tomando el manojo de páginas, comenzó así: “Sabemos que al proceso de creación lo anteceden muchas horas de estudio, ¡lectura, asimilación cultural, maduración psicológica y mental, regulación biológica, observación, capacidad de establecer semejanzas y otros elementos! Es decir, para que este proceso se dé, es requisito para un poeta contar con todo lo necesario a nivel de conocimiento para poder coordinarlo. Este bagaje intelectual y emocional, la interrumpí, constituirían el combustible -para decirlo de alguna manera -de lo que Samuel llama “Fragua interior”.
…Bueno: “No me queda del todo claro; prosigue tú con la lectura”, me indicó Maritza.
-Le aclaré que el trabajo de Samuel se circunscribe a la creatividad poética; dejando por fuera la novela y el cuento; el género poético, según algunos expertos, requiere de momentos de inspiración.
-Y qué es la inspiración, me pregunta.
Inspiración poética
Sobre eso he hablado con varios amigos: poetas, oradores, músicos y también he leído obras de algunos críticos de arte y me atrevo a decirte que, para mí “la inspiración es la chispa que enciende el fuego interior de artistas y científicos. Samuel lo llama, con más elegancia, “fragua interior”. Las llamas de ese fuego interior, proseguí, pueden traducirse, -en el caso de un artista- en una escultura que inmortalizará su nombre; en una pintura jamás vista ya; en un poema que muchas parejas de enamorados declamarán a la luz de la luna o en una pieza musical que generaciones escucharán por muchos… muchos años.
-Con este párrafo terminaremos la lectura del trabajo de Samuel, dije, ¡sin dar señales de cansancio! “Los poetas tienen una gran sensibilidad para profundizar en lo espiritual en las relaciones humanas, el amor, no tanto como acto biológico sino como complementación espiritual, en ver detalles que pasan desapercibidos para otros y en la capacidad de relacionarlos con el móvil de la inspiración”, quiero agregar que hay otros enfoques sobre la creatividad, algo así como una magia que todos poseemos, dijo Maritza y que las ideas creativas tienen vida, concluyó.
Ese ya es otro cantar, le dije, esbozando una ligera sonrisa. Me estás hablando de un tema que el filósofo griego, Platón, introdujo hace más de mil años: “el mundo de las ideas”.
-Bueno -prosiguió Maritza. Yo me baso en las lecturas de un libro de Elizabeth Gilbert, autora que se hizo famosa con su obra anterior: Come, reza, ama, que se convirtió en un best seller. El libro de donde tomé las ideas anteriores se titula “Libera tu magia; una vida creativa más allá del miedo”. He aquí lo que ella sostiene “cómo funcionan las ideas”.
Según la autora las ideas están basadas por completo y sin lugar a duda, en el pensamiento mágico. Es decir, es algo sobrenatural, subreal, divino, trascendente, de otro mundo. Según ella la creatividad es una fuerza mágica, de origen no enteramente humano.
Desde luego no es nada científico.
“Creo que nuestro planeta está habitado no solo por animales, plantas, bacterias y virus, sino también por ideas que serían una forma de vida incorpórea, energética son independientes pero capaces de interactuar con nosotros. No tienen forma material, pero sí conciencia y voluntad. Las ideas (artísticas, científicas, industriales, comerciales, éticas, religiosas, políticas) se pasan la eternidad girando a nuestro alrededor buscando socios disponibles y dispuestos. Cuando una idea cree que ha encontrado a alguien capaz de traerla al mundo le visitará”.
Después de escuchar con mucha atención las ideas de la autora, en mi condición de médico psiquiatra no he dejado de tener algunas observaciones.
Aunque reconociendo que la autora, con estilo elegante y asequible a la mayoría de los lectores expresa conceptos que desde hace siglos han sido considerados como un idealismo subjetivo, mis conocimientos profesionales me dificultan aceptarlos sin ningún análisis.
Por su parte Maritza coincide en gran medida con la autora; ella opina que el proceso creativo es algo inefable que difícilmente se puede estudiar y entender de forma categórica. Y que contrariamente a lo que normalmente nos han enseñado, es un proceso que inicia de afuera hacia adentro y no a la inversa.
Es interesante además la opinión de la autora al plantear que las personas creativas no necesariamente son genios; sino más bien, cuentan con la asistencia de un genio en el proceso creativo.
De todas maneras, este puede ser el punto de partida para una discusión más amplia entre escritores de cualquier género y aquellos jóvenes que comienzan, con muchas ilusiones, a entrar al campo de la literatura. Desde luego no faltarán críticos que, con sus observaciones enriquecerán lo que comenzó con el trabajo de nuestro amigo Samuel Villeda.